La Dolorosa a su paso junto al ábside románico de Santa María de la Plaza |
Comenzaban este Viernes de Dolores las ceremonias que dan
inicio a una larga Semana Santa que enlazará con la festividad de la Patrona de
Cacabelos, la Virgen de la Quinta Angustia.
La Misa Solemne de la tarde en la Iglesia Parroquial daba
paso a la bendición de las túnicas, a la presentación de la imagen restaurada
de San Juanín y a la jura de los nuevos cargos de la Cofradía del Cristo de la
Plaza y Virgen de las Angustias. Poco
después comenzó el pregón a cargo de David Díaz López, cofrade costalero y
profesor e investigador de la Universidad de Salamanca (se incluye al final de
la entrada el texto completo del pregón).
Nueva junta directiva de la Cofradía |
A las diez de la noche la imagen de La Dolorosa salió en
procesión por la calle de Santa María para regresar al templo por Ángel
González Álvarez y Plaza Mayor.
Quilile contempla con devoción el paso de la Virgen bajo su balcón |
Pregón de Semana Santa 2019. David Díaz López
Estimado párroco de Cacabelos, representantes del Ayuntamiento y otros
organismos oficiales de la Villa, miembros de la cofradía, con una mención
especial a los costaleros y costaleras, vecinos y vecinas de Cacabelos, señoras
y señores:
Este es, con diferencia, el discurso más difícil que he tenido que dar
en mi vida. Y no es por la cantidad de la audiencia (que no es escasa), sino
por su calidad… Y es que como dice el proverbio: “nadie es profeta en su
tierra”. Cuando nuestro querido párroco don Jesús me invitó a dar este pregón,
no me pude negar… Literalmente. Y es que ya sabéis que cuando don Jesús decide
hacer algo, SE HACE. De todas formas, a pesar de este supuesto “lío” y fuera de
toda broma, para mí es todo un orgullo y un inmenso honor inaugurar las fiestas
de Semana Santa; por ello, no me viene otra palabra a la mente que GRACIAS.
David Díaz durante el pregón |
En todo caso, don Jesús me echó una mano y me sugirió que hiciese un
pregón desde el corazón, desde el amor que le tengo a nuestra Virgen de las
Angustias. No podía ser de otro modo. El problema es encontrar las palabras
adecuadas, organizar una serie de ideas que bullían en mi cabeza. Así que, para
poner todo en orden y comenzar la tarea, hice memoria de otros pregones
–magníficos pregones- de años anteriores en los que se revivía una especie de
Semana Santa, de día en día. Yo también haré una remembranza, pero será de la
Semana Santa a lo largo de mi vida. Sé que tiendo a enrollarme, pero en este
caso no se preocupen, que seré breve.
Mis primeros recuerdos de la Semana Santa corresponden, como no, a mi
familia. Recuerdo la emoción, preocupación y estrés, pero también la felicidad
de mi abuela Leonarda y mi padre, Secundino, a la hora de ir a echar una mano
al párroco de entonces, don Dámaso, para que todo estuviese a punto. Las
iglesias e imágenes de Cacabelos debían brillar y lucir con esplendor para las
celebraciones, en especial para la fiesta de Lunes de Pascua, para la fiesta de
nuestra patrona, la Virgen de las Angustias. Recuerdo que mi padre pedía libre
ese lunes para poder ir a la procesión de la Virgen. Recuerdo que salía de casa
con una sonrisa de oreja a oreja y hecho un pincel con su mejor traje… Y
recuerdo que regresaba afónico (de dar voces intentando coordinar a los fieles
que querían portar a la Virgen), con el traje sucio y lleno de manchas de cera
(de las velas de la Virgen), descamisado y con la corbata hecha una pasa (del
jaleo, en general)… Vaya, ¡que teníamos un nazareno in vivo! Recuerdo a mi
madre, Paloma, una mezcla entre triste y enfadada porque también pedía libre el
Lunes de Pascua y muy pocas veces se lo concedieron. Y yo pensaba en mi
inocencia: “¿Para qué? ¿Para quedarse afónica y estropear un traje con lo que
le gusta la ropa y lo que me riñe a mí cuando me mancho?”. Ay, Davicín…
En fin, poco a poco fui entendiendo esa ilusión… E incluso
compartiéndola. ¡Cómo si no iba a ceder una de mis tan apreciadas canicas para
“restaurar” la imagen de San Antonio de la Iglesia de la Angustia! Y es que el
pobrecito era tuerto de un ojo. ¡Qué bien quedó esa canica pegada con silicona!
Y no se crean que fue un precedente del Ecce Homo de Borja, no… ¡Qué brillo tan
especial en la mirada de San Antonio, al fin con sus dos ojos! Empezaba a
entender la emoción de que todo estuviese perfecto para nuestra celebración más
importante. Empezaba a entender por qué todos los cacabelenses se peleaban por
llevar a la Virgen de las Angustias… Aunque fuese en detrimento del traje y la
voz de mi padre. Empezaba a entender la sonrisa de mi familia, a pesar del
susodicho traje y la susodicha voz.
Es más, un año yo también me quise apuntar al carro y mi abuela me dijo
que iba a ser difícil meterme debajo de las andas de la Virgen, pero que me
reservaba transportar un farol… ¿¿¿Un farol??? ¡Vaya rollo! ¡Yo quería llevar a
la Virgen! Es más, Rodrigo y Ricardo (hermanos conocidísimos en Cacabelos),
hijos de Ricardo, el del Banco de Santander, eran costaleros y poco mayores que
yo. ¡Caramba, que yo también quería llevar a la Virgen, a mi Virgen!
Al poco tiempo llegó una auténtica revolución a la Parroquia llamada
Jesús. Don Jesús. Nuestro nuevo párroco se propuso –con un éxito rotundo- lavar
la cara de todos los templos e imágenes de la parroquia, restaurar, recuperar,
ordenar, liar, recoger, enseñar, comprar, guardar, sacar, hacer, deshacer,
colocar, adornar, reparar… TODO, ABSOLUTAMENTE TODO. De esta manera, la imagen
de nuestro conocido San Antonio fue una de las primeras en restaurarse y,
además, bien restaurada… Aunque me gustaba más el formato casero. No sé,
llámenme sentimental. En todo caso, la Iglesia es justa y siempre paga, así que
me devolvieron mi canica: ESTA. Señoras y señores, aun con un poco de trampa,
tengo en mi poder una auténtica reliquia: el ojo de San Antonio.
Además de todas estas tareas titánicas, don Jesús también hizo otra no
menos importante: instaurar nuestra Cofradía del Santo Cristo de la Plaza y
Virgen de las Angustias. Cofradía que este año cumple su mayoría de edad: 18
años. Y con respecto al paso del tiempo, los costaleros tenemos la costumbre de
hacernos los unos a los otros un nudo por cada año que portamos imágenes. Pues
bien, este año me harán mi decimonovena marca. ¿Una más que años tiene la
cofradía? Pues sí. Y es que yo porté imágenes el año que llegó don Jesús, el
año antes de que se instaurase la cofradía… ¡Qué Semana Santa la de aquel año!
Imagínense: sin preparación, sin túnicas a medida (solo unas sencillas,
prestadas y de tela casi de carnaval), sin almohadillas para los hombros, con
andas estrechas e incómodas… Porque, sí, nos quejaremos de las andas del
Nazareno, pero al menos son planas y están acolchadas; las de aquel entonces,
aunque con un trono más pequeño eran redondas… ¡Y con estrías! Además, hoy por
hoy los costaleros y costaleras intentamos ir compensados para repartir la
carga. En el caso de los hombres, tenemos a dos buques insignia llamados Iván y
José… Pero al menos ellos son dos de la misma altura más o menos. Aquel primer
año nosotros contábamos solo con un costalero de altura: Álvaro, el hijo de
Varito. ¡Pobre chaval! Con sus 17 años ya medía casi 2 metros y nos sacaba la
cabeza al resto. ¡No me extrañaría que el pobre siguiese con dolor de espalda y
que por eso no volviese a agarra un anda! Así que, ya se pueden imaginar el
panorama… ¡Un auténtico vía crucis, oigan! Pero la semilla de la cofradía ya
estaba ahí.
El resto, más o menos, ya lo conocen ustedes: la Semana Santa de
Cacabelos ha ido creciendo año a año, en miembros, en pasos, en ideas, en
cofradías hermanas… Las imágenes empezaron a salir de forma compensada y
ordenada, especialmente nuestra querida patrona, ya sin una vorágine de
cacabelenses peleándose por llevarla, sino con una treintena de cofrades que la
mecen, la bailan, la levantan al cielo, o hacen que se incline delante del pueblo…
Aunque todos sabemos que realmente somos nosotros los que nos inclinamos ante
ella. Y a lo largo de todo este tiempo ya te das cuenta definitivamente de por
qué a Secundino no le importaba quedarse afónico, de por qué Paloma se
entristecía cuando no le daban ese lunes libre, de por qué ves en la tele a los
sevillanos llorando cuando no sale su imagen querida… Porque tú también lloras,
aunque sea sin lágrimas, cuando no sale la tuya.
Así que todos los años estás ahí, de una forma u otra. Y quiero recalcar
que esto no es excluyente, sino compatible con absolutamente todo: no importa
que el Miércoles Santo vayas al aniversario del Centro, que el Jueves Santo
compitas en la carrera popular y que por la noche festejes un reencuentro con
tus mejores amigos; no importa, porque el viernes a primera hora estarás en pie
para llevar a hombros al Nazareno, a la Dolorosa o a San Juan… O lo que es
quizá más importante, para llevar del brazo a tu familiar impedido que le
cuesta caminar, pero que quiere ver la Procesión del Encuentro. Además, lo
harás con ganas de que llegue el lunes para repetir, aunque estés cansado,
aunque te duela un hombro… o los dos. Y estas pequeñas penas y grandes alegrías
unen a los costaleros… Y, ya se sabe, que los que procesionan juntos, siguen
juntos. Todo se andará.
Y llega la reflexión final: ¿Por qué hacemos todo esto? ¿Por qué los
cacabelenses vivimos así la Semana Santa? ¿Esto es un acto de fe? Sí… Y no.
Creo que es algo más. Porque llevas a tu Virgen a hombros, o en la cartera, o
en la luna del coche, aunque te califiques como ateo; porque la llevas, en
definitiva, en el corazón. Porque participas en la Semana Santa de Cacabelos
porque tienes fe; o porque te vean tus padres o tus abuelos, ya sea a pie de
calle, desde la ventana o desde el cielo. Lo haces porque quieres hacer algo
por el pueblo, o por las fiestas, o por tu negocio, o por la cultura, o por la
tradición, seas creyente o seas agnóstico. ¿Qué más da, cuando he visto el
mismo fervor en unos y otros? Porque esta Virgen no separa a nadie, sino que
une a la gente.
Empecé este pregón dando las gracias y acabo haciendo lo mismo. Quiero
agradecerles a ustedes el estar aquí y arroparme en este pregón. Y, una vez
más, quiero dar las gracias especialmente a don Jesús, y lo haré citando una
frase suya. Es, tal vez la mejor frase que le he oído nunca y que resume el
sentido de este pregón: “BAJO EL MANTO DE LA VIRGEN CABEMOS TODOS”.
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