lunes, 22 de agosto de 2011

Jovellanos en Cacabelos

Centro Cultural Cajastur Palacio Revillagigedo de Gijón
El próximo mes de noviembre se cumplirá el segundo centenario de la muerte del  máximo representante de La Ilustración en España: Melchor Gaspar de Jovellanos. La Ilustración fue movimiento cultural que se desarrolló en  Europa, sobre todo  Inglaterra y Francia, y América desde principios del siglo XVIII hasta el XIX. Sus pensadores sostenían que la luz de la razón conseguiría alumbrar a la humanidad sacándola de la ignorancia y del error.
Actualmente se puede contemplar en Gijón una magnífica exposición dedicada a Jovellanos, “La luz de Jovellanos”, con motivo de este bicentenario de su muerte y que os aconsejo visitar si viajáis a la ciudad asturiana.
Jovellanos fue un escritor muy prolífico; su obra abarca la poesía, el teatro, la pedagogía, el derecho, la economía,...diarios y memorias. En sus diarios es donde podemos descubrir la visita que realizó a nuestra villa allá por el mes de junio de 1792. Inicia un viaje desde León, llega a Ponferrada y desde ésta, por Camponaraya y Narayola, llega al Monasterio de Carracedo. Describe con exactitud el estado de la iglesia, claustros y dependencias. Fija su atención  en uno de sus claustros:
En él bellísimos bojes,  una fuente con taza de una piedra de enorme diámetro; se dice traída de Castro-Ventosa. En medio una columna, encima otra taza pequeña y en ella un niño sentado cogiendo con las manos unas cabezas de peces, por cuyas bocas sale el agua”. 
Fuente de "La Chata"en Villafranca del Bierzo

¿Os recuerda a otra fuente? Cierto, es aquélla que embellece la famosa alameda de Villafranca. Es la misma. Quizá tengamos que ir pensando enviar a nuestros “fusileros del Bierzo” para recuperar tan valiosa pieza porque seguramente los villafranquinos no estarán dispuestos a entregar esa joya sin más ni más. Así que ya podemos ir pensando el lugar donde ubicarla en nuestro pueblo. Bueno, de eso hablaremos otro día. Sigamos a Jovellanos:
“Me informé del padre panero, sobre las ruinas de Castroventosa, donde se dice haber estado la antigua Bergido, y nada hay que me haga subir allá; yo infiero de los privilegios que he copiado que allí nunca hubo más que un castillo.”
Sin intención de visitar las ruinas del Castro abandona Carracedo el día 19:
“Despedida; salida hacia Cacabelos, país frondoso y fértil; se cultiva mucho trigo serondo(seruendo) que se siembra a fin de abril o principios de mayo y se coge al tiempo regular. Viene bien en este clima, que es fresco y además hay frecuentes tronadas y aguaceros. Además hay riego. Cacabelos: lugar grande; iglesia nueva, al parecer de una nave y decente arquitectura, aunque poco arreglada, mala portada, de mezquino gusto. A la salida del pueblo, gran puente reedificado en 1790. Carretera con demasiado lomo; muchas viñas y muy bien cuidadas.”
La antigua portada(esa que dice ser de mezquino gusto) de la iglesia de la Plaza desapareció al ser construida la torre y el atrio actual en los primeros años del siglo XX.
El día 20 regresa de Villafranca y al fin decide visitar Castroventosa:
“A la verdad, me parece corto trecho para haber contenido una ciudad capital como la antigua Bergido.”
Camino de Ponferrada vuelve a cruzar Cacabelos:
“A Cacabelos: la que está a la entrada no es iglesia, sino capilla de las Angustias y pertenece al arzobispado de Santiago. Puente: vestigios de un magnífico y antigua puente romano.”
Así nos vio y así nos lo contó en sus diarios. Para finalizar, aunque fuera de contexto, no me resiste a incluir otro comentario de Jovellanos realizado en un viaje desde Madrid a Asturias por aquellos caminos del siglo XVIII:
“Caminar en coche es ciertamente una cosa muy regalada, pero no muy a propósito para conocer un país. Además de que la celeridad de las marchas ofrece los objetos a la vista en una sucesión demasiado rápida para poderlos examinar, el horizonte que se descubre es muy ceñido, muy indeterminado, variado de momento en momento, y nunca bien expuesto a la observación analítica. Por otra parte, la conversación de cuatro personas embanastadas en un forlón y jamás bien unidas en la idea de observar, ni en el modo y objetos de la observación; el ruido fastidioso de las campanillas y el continuo clamoreo de mayorales y zagales, con bandolera, su capitana y su tordilla, son otras tantas distracciones que disipan el ánimo y no le permiten aplicar su atención a los objetos que se le presentan.”
Si la velocidad de aquellos carruajes ya le trastornaba un poco, como se sentiría si pudiese regresar a la vida y realizar ese mismo trayecto en el futuro AVE. Y nosotros quejándonos de lo mucho que se tarda en llegar a Madrid.