¡ AY !
Por Antonio Esteban
Es lo que se me ocurre al contemplar la foto que mis lectores están contemplando. Quizás -pienso ahora- hubiera sido mejor, en lugar de esta expresión que indica dolor, haber titulado el artículo con un ¡Oh¡ admirativo que demostraría, con mayor propiedad , lo que va del ayer al hoy. Siempre, al ver fotografías como esta, me invade un sentimiento de nostalgia irremediable. Ya saben: la nostalgia, según los diccionarios es la aflicción causada por la ausencia de cosas o personas queridas o el pesar que causa el recuerdo de algún bien perdido. Una hermosa definición del académico Julio Casares, que se ajusta perfectamente a lo que, en estos momentos, siento… Bien es verdad que la fotografía demuestra claramente que existe una gran diferencia entre el ayer que se ha ido y el hoy que vivimos. Lógicamente esa diferencia es a favor de nuestro hoy.
No existen los copudos olmos que han dejado paso a una romántica alameda y a un hermoso jardín, envidia de quienes nos visitan y que ensalzan al llegar a sus lares. Las casas, al fondo, en construcción, han dejado paso a nobles edificios. Ahí comienza la calle poetisa Manolita. También ha desaparecido el peligroso tendido eléctrico. Todo ha cambiado. Todo es distinto. Únicamente el agua del Cúa, eterno -eterno Cúa, eterna agua- sigue fluyendo lenta y majestuosamente, desde muchos siglos atrás, por su cauce de siglos y por donde fluyó desde siempre. Solamente queda, del ayer, el agua que todo lo borra y eso nos lleva a olvidarnos del ayer sucio y triste y quedarnos con el hoy moderno y glorioso.
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