LUGARES
EMBLEMÁTICOS DE NUESTRO PUEBLO Y ALREDEDORES
13.
El Museo (1)
Por
Pepe Couceiro
Para conocer los orígenes del Museo
Arqueológico de Cacabelos (M.A.R.C.A.) habría que remontarse a los primeros años
de los 60, cuando un pequeño grupo de entusiasmados jóvenes se dedicaban a
recorrer los campos cercanos armados de pico
y pala en una apasionante búsqueda de tesoros ocultos que fueron testigos
de la fascinante vida y costumbres de las civilizaciones que les precedieron.
Fachada del Museo Arqueológico
de Cacabelos (M.AR.C.A.) en 2009.
Aquellos apasionados cacabelenses fundaron en
1964 la Sociedad
Centro de Recreo y Expansión San Florencio con sede en el pueblo y
logotipo propio (ver fotografía).
Logotipo de la Sociedad
Centro de Recreo y Expansión San Florencio.
Manolo Rodríguez me indica que el nombre de San Florencio alude al que fuera primitivo abad del Monasterio de Santa María de Carracedo, el
que eligieron como santo patrón, circunstancia que reflejaron en sus estatutos,
en los que incluso se determinaba el día en el que le honrarían con todo tipo
de festejos, actos culturales, misa, etc. Manolo desconoce si las pretendidas
celebraciones llegaron a hacerse realidad o solo eran meras intenciones. En su acta
fundacional también figuraban ambiciosos objetivos como, por ejemplo, promover el conocimiento y el estudio
del pasado de Cacabelos y de toda su comarca, crear un fichero de datos,
hacerse con todo tipo de documentos, organizar viajes o estudios, hacerse con
una biblioteca de temas especializados, organizar excavaciones, conferencias,
exposiciones, divulgar las actividades, realizar publicaciones en una revista
propia, etc. Podían ser socios todos
aquellos que tuvieran entusiasmo y amor a estos estudios. A la Sociedad se la conocía cariñosa y
familiarmente como Peña El Pedrusco
cuyo presidente y verdadero impulsor fue D.
Eumenio García Neira (Meño)
(ver fotografías).
D. Eumenio García Neira, a la derecha, junto a D. Leandro Fdez. en Santiago de Peñalba en agosto de 1973. Foto del archivo de Manolo Rodríguez. |
En los comienzos de la
Sociedad también figuraban mi padre y
mis tíos como socios fundadores, junto a otros compañeros de los que Manolo recuerda
algunos nombres: D. Antonio Garay, D. Baldomero (Pirucho), Parra, D. Félix
Pitareco (padre de Dory), D. Tino El Moreno, etc. Su actividad era
frenética buscando lo antiguo, obviamente siempre que tuviera interés para ser expuesto
en el que sería el primer museo de Cacabelos, objetivo este en la que las
mentes de sus miembros trabajaban sin parar sobre dónde ubicarlo y cómo
organizarlo. En esos apasionantes inicios los más activos
aprovechaban algún que otro fin de semana para subirse al vehículo de uno de ellos
y, con las básicas herramientas formadas por picos, palas, rastrillo y criba,
se acercaban a los lugares donde alguien les había chivado que se había
destapado alguna piedra rara. Los
lugares más concurridos por estos bienintencionados, pero rústicos rescatadores
de la historia eran el entorno de La
Edrada; el paraje conocido como Terra
do Ouro, asentado al final de la calle Elías Iglesias; el área correspondiente
a la fuente de San Esteban y la Peña del Castro (Castro Ventosa). De todos ellos se exhumaron toda clase de vestigios,
desde la tosca cerámica celta a la llamativa y bella terra sigillata
romana (ver fotografía), pasando por monedas de importantes emperadores,
lápidas y piedras de granito con reveladoras inscripciones, etc.
El yacimiento más prolífico era el paraje de La Edrada, al lado del cementerio (ver
fotografía). Allí, de niño, siempre acudía acompañando a mi padre cuando había algo
importante que desentrañar. Los historiadores coinciden en que en esa zona se
asentó el importante municipio romano de Bergidum
Flavium, según D. Manuel Gómez Moreno, población prerromana y
romana tardía localizada inicialmente en Castro
Ventosa pero que, en la época alto Imperial, se trasladó a la zona baja, a
orillas del río Cúa (1). Según la arqueóloga, Dª.
Inés Díaz Álvarez, en las continuadas excavaciones de ese yacimiento se
han hallado restos arquitectónicos relacionados con la vida doméstica, destacando
una importante red de colectores alto imperiales destinados a la evacuación de
aguas residuales tanto domésticas como del edificio termal próximo. Su
construcción es de gran solidez, a pesar de su abandono, y refleja la
importancia urbanística otorgada a dicho lugar que, por otro lado, ofrece
restos de Época Bajo Imperial, Visigoda, Pleno y Bajo Medieval cristiana (2).
Cartel señalando el yacimiento de La Edrada. |
Los estudios numismáticos ponen en evidencia de
la gran riqueza del lugar, habiéndose recogido abundantes monedas, muchas de
ellas rescatadas por la Sociedad, de emperadores como Augusto (del
27 a.C. al 14 d.C.), Tiberio (14-37), Claudio (41-54), Vespasiano (69-79), Domiciano
(81-96) (ver fotografía), Trajano (98-117), Adriano (117-138), Antonino Pío
(138-161), Septimio Severo (146-211), Galiano (260-268) y un largo etcétera. Díaz
Álvarez sitúa la ocupación romana de este yacimiento desde mediados del
siglo I al V d.C. (2).
Para los ilusionados componentes de la Peña,
con el abundante material acumulado de todas las épocas desde que iniciaron su
actividad en 1964, era prioritario encontrar un lugar donde alojarlo, ordenarlo
y, finalmente, exponerlo al público. Manolo recuerda que aquellos pensamientos
se hicieron realidad en la primera exposición organizada en el bajo de la casa del hermano de Meño,
D. Antonio el Sastre; de allí pasó definitivamente
y durante un largo periodo al ayuntamiento antiguo, en el mismo local donde
estuvo situada la cárcel, detrás del edificio (ver fotografía).
Vista de una parte de la única sala del museo de Cacabelos en la década de los 60 y 70, detrás del antiguo ayuntamiento. |
Manolo Rodríguez se
unió al grupo de improvisados arqueólogos y comenzó a trabajar con Meño unos 4 años después de fundar la Sociedad, en el momento que iniciaba
sus estudios de Historia (ver fotografía).
Me recuerda su
participación junto a mi padre en unas excavaciones de tumbas, antes de llevarse
a cabo la ampliación del cementerio. Luego formaría parte del equipo en el que varios
amigos estuvimos a las órdenes del catedrático D. Tomás Mañanes en Castro Ventosa (https://castroventosa.blogspot.com/2019/11/lugares-emblematicos-de-nuestro-pueblo_15.html); también participó en las realizadas en la
finca La Villeira de Canedo; en la recuperación
de restos antiguos de casas, como una portada del siglo XV de estilo gótico
flamígero de la calle Santa María, escudos de piedra de diferentes casas
nobiliarias, etc. En este punto Manolo me señala que entre Meño y él mismo, con el escaso dinero recaudado de las donaciones
de los propios socios, trataron una de las veces recuperar una moneda de plata
de Eduardo III, cosa que consiguieron por 2.000 de las antiguas pesetas y, en
otra ocasión, un precioso escudo de la casa de los Villafranquinos, esta vez sin fortuna en las negociaciones con sus
propietarios.
Era tal su ardor por
conseguir recuperar piezas antiguas sobresalientes que, en varias ocasiones, llegaron
a ofrecer nuevas columnas de hormigón con tal de recuperar las romanas que,
junto a sus bases y capiteles, sujetaban terrazas, soportales, etc., con el
propósito de mantenerlas a buen recaudo. Desgraciadamente, para los amantes de
un patrimonio tan valioso, muy pocas veces tuvieron éxito en sus altruistas y loables
intenciones (ver fotografías).
Auténtica joya románica que, al igual que otras que formaban parte del
patrimonio municipal, tampoco lograron que se quedaran en el pueblo. Esta se corresponde
a una pequeña ventana ubicada en uno de los laterales de la antigua Casa Guerra que daba a la actual calle Ángel González. Foto de Manolo
Rodríguez.
Instantánea de la misma
portada, probablemente realizada por el mismo fotógrafo que capturó otra de las
imágenes expuestas en esta serie (https://castroventosa.blogspot.com/2020/01/lugares-emblematicos-de-nuestro-pueblo.html) con el mismo ambiente de feria y que fuera realizada
en 1906. Fotografía obtenida del libro Álbum
del Bierzo (3).
|
De las veces que
asistí acompañando a mi padre al primer museo y a fuerza de escuchar
repetitivamente sus improvisadas charlas como guía, me fui quedando con la
copla y, al final, cuando él no estaba disponible por su trabajo, y a pesar de
mi recalcitrante timidez, acababa solo ante el peligro delante de los
visitantes, recitándoles con las mismas palabras que había escuchado en boca de
mi progenitor, enseñando las piezas en el mismo orden.
Roberto Carballo me cuenta que un día que
pasaba cerca del museo, vio la puerta abierta y, como niño curioso, entró encontrándose
a mi padre enseñando la sala a un profesor universitario. El caso es que este
profesor debía saberse muy bien el proceso de fosilización y, aprovechando la
presencia de un inesperado alumno, comenzó a explicárselo al bueno de Roberto, teniendo
entre sus manos una de las piezas de carbón que habitualmente permanecían arrinconadas
en una de las esquinas de la sala y en la se veía perfectamente la forma de una
hoja de helecho. Acabada la lección del profesor, mi padre le preguntó:
- ¿Entendiste la explicación Robertín?,
contestando este muy educadamente:
- ¡Si, si, perfectamente!
Tanto Manolo como yo
mismo nos acordamos de un bargueño del siglo XVII o XVIII que, en mi caso
particular, disfrutaba enseñando a las visitas y amigos porque, por arte de
magia, les hacía aparecer un compartimiento secreto en uno de sus fondos.
En este pequeño cajón sus propietarios (Los
Canajos) guardaban celosamente sus más preciadas joyas y, en este sentido Manolo
me contó que cuando ese mueble bellamente decorado con incrustaciones de nácar
se cedió al museo, encontraron en esa ubicación oculta unas cuantas joyas
olvidadas que fueron devueltas prestamente a sus propietarios. El bargueño procedía,
curiosamente, de una casa cercana a la actual sede del museo, concretamente de
la anterior a la de Dª Maruja La Ancaresa
(mujer de D. Camilo).
Derribado el
Ayuntamiento antiguo, el museo pasó a la parte posterior de la Plaza de Abastos y, una vez construido
el bunker consistorial, se habilitó
su sótano para exhibir sus piezas más importantes en 1983.
Continuará……..
Gran artículo, Pepe!!
ResponderEliminar¡Un gran artículo de Pepe Couceiro!
ResponderEliminarSólo veo un error, donde dice "Doña Inés Díaz, actual directora del Museo", ya que la misma no es directora del MARCA, que lo sigue siendo Doña Silvia Blanco Iglesias, a la que deseamos una pronta incorporación para retomar las magníficas actividades que se han llevado a cabo en el Museo bajo su impecable y ejemplar gestión.
Y, por cierto, con ganas de seguir leyendo y aprendiendo de las vicisitudes de nuestro querido Museo Arqueológico, de lo que se debe hacer y de lo que no, que últimamente es lo que al parecer prevalece.
Un abrazo y reitero mis felicitaciones a Pepe (También a Carlos, que sigue adelante con esta maravilla de blog aunque le pongan infinitos palos chungos en sus ruedas)
Jose Yebra
Muchas gracias José y perdón por ese error, ya le he indicado a Carlos que lo corrija.
EliminarDe nada Gustavo! Siempre será un placer contaros cosas del pueblo con la ayuda de mis amigos colaboradores.
ResponderEliminarEnhorabuena Pepe. Como todos tus artículos, éste tiene el valor de revivir y rescatar del olvido personas, hechos y lugares que tienen un valor para nosotros. Un fuerte abrazo con mi agradecimiento.
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