miércoles, 19 de agosto de 2020

Imágenes y recuerdos de Cacabelos (CDXIV)




DANIEL PERAL

 Por Antonio Esteban

Daniel Peral -lo digo de antemano-  no tiene parentesco alguno con José Luís Perales. Apostaría -y no me gusta apostar-  que Daniel nunca oyó hablar de José Luís entre otras cosas porque se ocupaba únicamente de los suyo y lo suyo era trabajar las viñas y cumplir su jornada laboral en la Térmica, en Ponferrada, en donde gozaba de la confianza de sus jefes. Posiblemente si José Luís y Daniel se hubiese conocido Perales hubiera compuesto alguna canción al vino de Peral.

Daniel vivía en Quilós y su pequeña bodega era lugar de reunión para amigos que degustaban, en amena conversación, unas rodajas de chorizo de la tierra y un vaso de buen vino, criado en cuba de madera de moral.  Su vino adquirió fama lejos de aquí y eran muchos los amigos de sus amigos que lo solicitaban.

Buena herencia -el vino-  para su hijo que sigue elaborándolo como lo elaboraba su padre. Lo dice, claramente, en sus botellas: “Este vino de excelente paladar es uno de los grandes retos que tengo asumidos en mi pequeña bodega. Trabajo mis viñedos sin usar herbicidas ni productos sistémicos”.

“Sigo arando la tierra como siempre se hizo y abonándola con materia orgánica y mi filosofía sigue siendo la misma que emplearon mis antepasados”.
“Eso es el verdadero camino de lo auténtico. No hay otro”.

Y acierta. No lo hay.

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