El cuadro de la semana de
la Retrospectiva de José Carralero elegido por el Ayuntamiento es “Troncos quemados”. Es comentado por el
prestigioso escritor y director de periódicos Luis María Ansón.
Este artículo, que publicó con motivo de la
concesión a Carralero del galardón BMW de Pintura, lo titula:
“Paisajes del
alma”
Entre la
llama y la ceniza se produce la insurrección del color en los paisajes de la
tierra y del alma que José Sánchez-Carralero lleva al lienzo estremecido. El
esplendor del incendio empalidece a veces en los lejanos campos y se hace
rescoldo oscuro. Es el hombre ante la
Naturaleza, el pincel ante la orgía de los colores rojos y cárdenos y sepias y
melancólicos y azules y atroces y llenos de sombras y de luces y de pasiones.
Es la explosión del abstracto subliminal que se hace figuración en los campos y
los montes, en los altivos ríos y las charcas inundadas. Es, como escribió
Cirlot, la emergencia de lo patético, creciendo como oscuro incendio desde los abismos
del ser.
José Sánchez-Carralero fractura las líneas,
contorsiona colores, busca la espiral y el torbellino, se recrea en el barro
engendrador, se enfrenta al huracán, se hace él mismo paisaje descoyuntado. Es
un Munch de la atormentada tierra. Es un Rouault sin cristos ni pecadores. Es
un Kokoschka en sus zarzas más ardientes. Suena en los paisajes de Carralero la
música de Schönberg aunque con nostalgias de Mahler. Los colores corrompidos en
la paleta se enfadan para expresar los borbotones de la Naturaleza. Los
paisajes de Carralero, incluidos los urbanos, son paisajes en harapos, con
intuiciones “tachistas”, con tendencia irremediable a la disolución. El pintor
está lejos del éxtasis arremolinado de Van Gogh. Carralero vive en una sociedad
agria y se limita a poner el espejo de su paleta delante de ella. No hace
literatura ni idealismo. Retrata el alma de su tiempo en paisajes sin
fronteras, ante los abismos del temor y el temblor. “La Naturaleza para el
artista, ha escrito, ha de ser eterna, imprescindible, inagotable y viva fuente
que lo alimenta”. Es verdad. Sólo que Carralero le ve a través del alma en
carne viva con el lenguaje plástico de la pasión enmarañada. Es el Artista que
lucha desesperadamente, inútilmente tal vez, por un lugar en el sol, por
instalarse en la eternidad.
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