UN
DOMINGO CUALQUIERA EN LA PLAZA MAYOR
Antonio Esteban González
Tal
vez aquel domingo no fuese un domingo cualquiera -o quizás, ni siquiera, fuese domingo y el
calendario señalase un Lunes de Pascua- para estos cinco mozos que escuchan,
atentamente a “Negrín” Trigales. (En realidad, a “Negrín” Trigales lo escuchan
solamente tres de sus amigos porque Negrín parece -nos parece-
que está cantando aquello de “las barandillas del puente se menean
cuando paso, a ti solita yo quiero, a las demás no hago caso” o lo que se solía
cantar en la villa: “Al llegar a Cacabelos, lo primero que se ve: la Virgen de
las Angustias y los molinos, al pie”. Y “Negrín” si es que lo cantaba, lo
cantaría con voz recia y varonil. O tal vez no cantase nada y tratase de
explicar algo. Habría, en todo caso, que preguntárselo a él.
Lo
que sí sabemos es que Santiago -el
hermano de Amílcar- estaba más ocupado
mirando la cámara de Quico, el “Curioso”, enfundado en una gabardina
moderna - a las gabardinas modernas, en
aquel entonces se les llamaba “trincheras” y Carlitos, el “Gallo” que ya
apuntaba maneras dándole al balón aún no sabía que el destino lo llevaría a
jugar en el deportivo de La Coruña, cuando el deportivo aún no era “Depor”. Tampoco sabemos qué pensaban Roberto “Lizáfaro” y Ernesto.
Y
llegó el futuro y no cambió el entorno
que rodeaba a los cinco amigos. Ahí siguen los bancos de madera que han conocido
soles y vientos y los árboles se han hecho adultos. Ya nada es igual, aunque
parezca aquel ayer de una foto sin fecha sea igual al hoy. Ni siquiera ellos
mismos son los mismos: ni Santiago es el mismo ni Carlos es el mismo ni Roberto
ni “Negrín” ni Ernesto.
Ojalá,
si llegan a ver esta foto, no sientan la nostalgia rondándoles el corazón
porque la nostalgia, a veces, es mala consejera.
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