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LUGARES EMBLEMÁTICOS DE NUESTRO PUEBLO Y ALREDEDORES
19. El Camino de Santiago (Cimadevilla y San Roque) (3)
Por Pepe Couceiro
En las inmediaciones de la Plaza de San Roque (ver fotografías), donde se inicia la calle Santa María, vivió la entrañable y afectuosa familia de nuestro amigo Luis Cela.
Al lado de la que fue casa de Luis, justo a la derecha del Hostal Restaurante St. James Way (ver fotografía), se localizaba la de Francisco (Quico) El Secano.
Precisamente en 1965, se celebraba en casa de Quico el cumpleaños de su nieto Toñín, para más señas el hijo de Gatuño, el actual veterinario. A esa fiesta asistieron un maravilloso elenco de amigos pertenecientes a algunas de las generaciones que más embellecieron el pueblo con su existencia, haciéndolo mejor en todos los sentidos (ver fotografía).
Cumpleaños de Toñín en
1965, en una de las últimas casas de la calle Santa María rodeado de almas irrepetibles de las que Luis Cela me
apunta gentilmente sus nombres: 1) Paco, marido de Celia; 2) Mari García,
hermana de Quino; 3 Luis Cela; 4) y 5) Vicente y su hermano; 6) María Antonia
Cela, hermana de Luis; 7) el inolvidable Fernando, hermano de Isidro Canóniga; 8)
Pepa, la tía de Toñín; 9) el gran protagonista del evento, Toñín; 10) Gelines la Santa; 11) Quino Garcia, hermano de
Mari; 12) Merce La Secana; 13) Araceli,
la madre de Toñín; 14) Gelines, la hija de Juanito; 15) Joaquín, hermano de
Gelines; 16) Beatriz, hermana de Paco y 17) el amigo Fonfo, el galardonado amigo
bodeguero en la actualidad. Fotografía del archivo de Luis Cela.
«No creo que tanto mi generación como las más próximas hayan podido ser más felices, y tampoco que pueda encontrar palabras para que definir fidedignamente las emociones sentidas de aquellos años en lo que siempre he considerado mi Barrio. Aunque nací en el foyo, enseguida nos trasladamos a la casa situada en el actual St. James Way, en su parte izquierda. Allí conocí personajes únicos como D. Francisco Abella (El Rubio), el constructor de estructuras metálicas y gran melómano, que nos daba unos conciertos memorables con su mandolina, tras aprender de las clases particulares que le daba exclusivamente el Maestro Solano, un virtuoso músico que venía exclusivamente desde Villafranca. Además de a D. Francisco, tuve la suerte de conocer a Dª. Severiana; a Dª. Perpetua y a D. Juan; a los padres de Los Cacahueses; a los padres de Los Litanes (Dª. Luisa y D. Antonio Sernández), y un largo etcétera.
La vendimia impregnaba todo de alegría y aromas inconfundibles, no en vano la calle Santa María estaba llena de importantes bodegas, como la de Perejón, la de Los Morales, la familia de Romanones, y ya, en la calle Cimadevilla, la de Los Riveros, la de David Gancedo, etc.
En el espectacular ambiente de la Plaza de San Roque tenía mucho que ver el poyo de la ermita, el lugar más importante de tertulias y donde adultos e infantes disfrutaban al máximo. Un momento importante fue la construcción del edificio por parte de D. Saturno, el padre de Pili, Toni y Merce, en el que había un buen número de personas trabajando, lo que infundió de un increíble ambiente a la zona durante todo el tiempo que tardó en construirse. Me acuerdo de las partidas de cachetina en el muro de la ermita, una especie de frontón en las que se disputaban un buen jarro de vino tras la jornada laboral vespertina y que acumulaban un buen número de espectadores que disfrutaban como si se tratara del más emocionante partido de futbol de nuestra Unión Deportiva Cacabelense.
Dª. Julia y D. Saturno abrieron en uno de los bajos laterales de su edificio, en dirección al Campelín, un bar tienda con una de las primeras televisiones del barrio, donde la gente se arremolinaba fuera del establecimiento, al estar repleto su interior, para poder ver los emocionantes capítulos de la novela de moda en esos momentos, El Conde de Montecristo, llevando incluso sus propias sillas, como si de otro Cine Litán se tratara.
En la casa de la estanquera, actual restaurante Maite, lo pasábamos tremendo jugando entre las plantas de tabaco del secadero. En la plaza y en las calles se jugaba a la billarda, participando incluso adultos en este juego no exento de riesgo, al banderín, a la caseta, al manro, tres navíos, etc., en un ambiente de indescriptible alegría y gozo».
Enfrente de la ermita de San Roque también vivieron los componentes de otra de las familias más conocidas y apreciadas, la de la amiga Isabel (ver fotografía). Isa heredó la boutique de Merce, en la calle de Las Angustias rebautizándola como Libra. El padre de Isa, Toño, era hermano de Francisco, el padre de Rosi Núñez, mujer de Luis Cela. Iremos comprobando, a lo largo de nuestro peregrinar por estas y otras calles del pueblo, hasta qué punto todo el pueblo se hallaba interconectado.
La entrañable y querida familia de D. Antonio y Dª. Toñita junto a sus hijos: Isabel (Isa), mi querido y añorado amigo Tito y Mari. Fotografía del archivo familiar.
Otra emblemática y maravillosa familia, ya mencionada por el amigo Luis anteriormente y que ayudó en la necesaria transformación del pueblo haciendo más felices la vida de los vecinos, la componían D. Saturnino Núñez Basante (Saturno) y su mujer Dª. Julia González Rodríguez (Julita), padres de las bienaventuradas y modélicas Pilar, Toni y Merce (ver fotografías), seres humanos a los que un buen número de vecinos han dado las gracias por haberse cruzado en su camino.
Dª. Julia y D. Saturnino con sus hijas Toni, Pilar y Merce, en la década de los 50. Foto del archivo familiar.
La guapísima Pili, de la que también hemos hablado en el post dedicado a la Plaza Mayor, delante del escaparate de la tienda de su tío Juan en 1966, donde estuvo varios años ejerciendo de dependienta, siempre rodeada y muy bien escoltada por un buen puñado de apuestos pretendientes. Foto del archivo familiar.
Tres jóvenes en su máximo esplendor a finales de los 60. La hija mediana de Dª. Julia, Antonia (Toni), muy bien acompañada de Vallano (izquierda), hijo de Dª Lela, y de Quino, el de Peña. Foto del archivo familiar.
Nuestra querida amiga Merce nos apunta, que Los Secanos nacieron en una casa situada en lo que es hoy La Moncloa, en la cual disponían de uno de los escasos lagares de vino del pueblo. D. Saturnino tenía varios hermanos: D. Juan (Juanín), que tenía la tienda de ultramarinos enfrente de la Iglesia Parroquial (https://castroventosa.blogspot.com/2020/01/lugares-emblematicos-de-nuestro-pueblo.html); Dª. Herminia, D. Miro y D. Francisco (Quico), del que hemos hablado al principio. En el caso especial de su entrañable tío Miro, Merce nos subraya que, a pesar de sus limitaciones, nos cuidó con dedicación.
La boda de unos apuestos amigos que formaban Merce y Toño en 1980. En medio, el inolvidable tío de la novia, Miro. Foto del archivo familiar.
Dª. Herminia, era la madre de mi querida tía Dª. Maruja (ver fotografía), de Dª. Herminia y de Dª. Mari Carmen. Mi tía se casó con mi querido tío, D. José López Vázquez, uno de los hermanos de mi madre, y tuvieron tres modélicos hijos de los que siempre se han sentido muy orgullosos, mis queridos primos Maite (ver fotografía), Arancha y Xavi. Por el otro lado de la familia, Mari Carmen y Herminia tuvieron a la amiga Rosi y a Antonio, respectivamente.
Dª. Herminia y su hija Maruja en la iglesia parroquial a principios de los años 60.
Cada verano, mis primas, primo y tíos regresaban a Cimadevilla, a la casa que fuera de su abuela y madre, respectivamente (ver fotografía). Este acontecimiento era muy ilusionante para mi hermana, mi primo hermano Jose y para mí porque ¡por fin! llegaban nuestros primos y tíos procedentes de un maravilloso enclave costero donde pasamos algunos de los veranos más dulces de nuestra infancia en su agradable compañía: San Sebastián.
Imagen de otro tramo de la calle de Cimadevilla con un peregrino circulando enfrente a la casa que fuera de Dª. Herminia, en la actualidad de sus hijas Maruja y Mari Carmen.
Mi admirada amiga Merce nos cuenta lo que significó para ella vivir aquellos años de niña y adolescente en San Roque:
«El primer recuerdo del barrio, que profundamente me llega al corazón, es el de todos los vecinos. Siempre he pensado que ha habido poca gente tan buena como la de este barrio. En la tienda los conocimos a todos, sus necesidades, sus problemas, su voluntad y esfuerzo; todos ellos muy honestos y buenos pagadores.
Para mí, mi diosa era mi madre, una persona que hacía el bien sin mirar a quien. Cuando estuvo enferma, solo un mes en mi casa, todo el barrio que abarcaba San Roque, Cimadevilla, Santa María, etc., absolutamente todos los vecinos preguntaban por ella y, en cuanto se enteraron que tenía un problema de tragar sólidos, de un día para otro aparecieron en la tienda, en cuestión de minutos, 30 cazuelas de caldo.
Me acuerdo mucho de la Sra. Lela, de la Sra. Carmen, entre otras razones porque fui muy amiga de sus hijas, de María Antonia Cela, de Rosi Núñez y de lo mucho que disfrutaba cuando dormía en su casa. También me acuerdo de Dª. Ignacia, una persona humilde con una cultura prodigiosa; de Dª. Perpetua, de Dª. Adela (La Cachela), casada con D. Manuel, el de Las Vegas, y de su gran inteligencia, con quien me pasaba horas escuchando sus historias; de la suegra de D. Ángel El Practicante, Dª. Carolina, de haber estado en su casa tantas veces; de D. Luis Litán y de mis amigas Luisi y Pili, las de D. Luciano; pero sobre todo de Dª. Ermitas, otra de las personas con más cultura que he conocido en el barrio, además de ser una gran poeta (https://castroventosa.blogspot.com/2014/01/ermitas-en-el-recuerdo.html), aunque desgraciadamente poco conocida. Dª. Ermitas era madre de Elita y Rosendo, el popular cantautor y músico que tantas veces ha alegrado la vida de nuestros mayores (https://castroventosa.blogspot.com/2020/02/rosendo-continua-sus-recitales-por-las.html).
Las fiestas de San Roque, al menos para mí, eran las más importantes del pueblo. Me acuerdo de una de hace muchos años cuando mi madre consiguió varios premios en los bailes regionales participando junto a mi tío Militos.
Hasta 1980 mis padres tuvieron una tienda (la de Dª. Julita) de ultramarinos en los bajos de nuestro edificio en plena plaza de San Roque, donde también mi padre tuvo la bodega bar con una de las primeras televisiones del pueblo. A partir de aquel año mi hermana transformó aquella tienda en el primer supermercado del pueblo (EL NAPI), aprovechando la experiencia adquirida en los años que estuvo con mi tío Juan. El nombre era en honor de sus hijas Natalia y Pilar».
En nuestra apasionada exploración por los residentes de este bello rincón del pueblo no podíamos olvidar a una familia de incansables luchadores, la que formaron D. Luis Vázquez y Dª. Flora Pestaña junto a sus hijos Marisol, Maricarmen, Flora, Luisa, Jose, Isidro y Miguelín (ver fotografías).
D. Luis Vázquez y Dª. Flora Pestaña. Foto del archivo familiar.
Dª. Flora, un ejemplo de lucha y pundonor a lo largo de su vida. En la imagen preparando las ristras de ajos en la plazoleta aledaña a la Plaza de San Roque. Foto del archivo familiar.
Esta muy respetada y encantadora familia residió en Cimadevilla, donde nacieron sus hijos, trasladándose posteriormente al barrio de San Roque. En ambos sitios dejaron huella indeleble de su bondad, humildad y generosidad. Con dos de ellos tuve la fortuna de cruzarme en sus respectivas existencias, con la de mi querida, alegre y generosa Flora (ver fotografía), quien cuida como nadie de su hermano Miguelín; y con la de mi querido y, por fortuna, emparentado primo Isidro (ver fotografía anterior).
Una bellísima Flora en su juventud en aquel inolvidable año de 1980. Foto del archivo de Flora Vázquez.
Tanto estas como otras muchas familias que vivieron en este barrio fueron ejemplo de fortaleza, tenacidad, empatía y humanidad, razones suficientes para que muchos vecinos les hayan otorgado, ya de por vida, su cariño y admiración.
Continuará………
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