domingo, 10 de mayo de 2020

LUGARES EMBLEMÁTICOS DE NUESTRO PUEBLO Y ALREDEDORES 11. El Campo de Fútbol




LUGARES EMBLEMÁTICOS DE NUESTRO PUEBLO Y ALREDEDORES
11. El Campo de Fútbol

Por Pepe Couceiro

Hablar de la historia del primer campo de futbol es inmortalizar el trabajo y buen hacer de muchas generaciones amantes de este deporte que, con gran pasión y pocos medios, consiguieron llevar a su equipo a las más elevadas cotas de gloria en un pueblo que no llegaba a los 4.000 habitantes. 

Foto del Campo de Fútbol de principios de los 70 con uno de sus laterales ya enteramente cubierto. Foto de autor desconocido (Una Historia en Azul, 2003).

Esta larga andadura se inició a principios del pasado siglo, disputando pequeños partidillos en los campos de San Bartolo, Las Angustias, Campo Nuevo, Edrada, Campelín. etc. Desde los que se pusieron en el papel de jugadores, hasta los directivos, utilleros, masajistas y espectadores, etc., todos formaron parte de este proyecto del que algunos no llegarían a conocer su glorioso final pero que, a pesar de ello, colmaron sus expectativas por el solo hecho de haber transitado el ilusionante camino.

De los cientos de practicantes de aquellas improvisadas competiciones campestres, solamente los jugadores de gran tesón y talento acabarían cumpliendo el gratificante y noble deseo de defender el color azul de su equipo. En recompensa, por cada victoria, un público entregado y agradecido los elevaba a los altares de la máxima notoriedad, premiándolos con todo tipo de vítores, algún que otro humilde regalo y unos bien merecidos cumplidos cada vez que se cruzaban con ellos por cualquier calle.

Pero vayamos a la historia. D. José-Cruz Vega nos narra en su documentado libro, Una Historia en Azul (2003), que las primeras patadas a un balón se dieron probablemente en la primera década de 1900. Por aquellos años un estudiante de derecho que cursaba estudios en la Universidad de Deusto (Bilbao) llevó a Cacabelos uno de los balones con los que ya se practicaba el futbol en buena parte de las provincias vascas. Y así, un cacabelense de anchas miras por nombre D. Santiago Fernández, junto a su grupo de amigos de El foyo, en uno de los prados de las Angustias propiedad de sus padres, se pusieron a golpear un objeto redondo cosido en cuero con el que irían descubriendo una de las mejores maneras de pasar el tiempo vacacional.

El número de jóvenes que se sumaba a este novedoso y atractivo deporte se hizo imparable por incontables motivos, entre ellos, el enorme placer que se sentía cada vez que se driblaba al adversario en un regate manteniendo el control del balón en los pies; si, posteriormente tras un afortunado cañonazo se introducía el esférico entre los dos objetos que señalaban los límites de una improvisada portería, el goce se hacía supremo ante las acaloradas y efusivas felicitaciones de los compañeros.

Los equipos de los barrios fueron desarrollándose tímidamente y comenzaron a enfrentarse entre ellos por un balón, cuando anteriormente dirimían las diferencias en batallas campales a pedrada limpia. Desgraciadamente la llegada de la absurda e irracional guerra lo paralizó todo. En la década de los 40 se reanudan las competiciones y en 1946 un grupo de inquietos e innovadores conciudadanos fundan la Unión Deportiva Cacabelense (UDC) con el campo de San Bartolo como humilde terreno de juego. En esas fechas un ilusionado y admirable vecino, D. Manuel Vázquez (el de Dª. Eudosia), comienza a ir, casa por casa, pidiendo dinero para equipar dignamente al primer equipo de futbol que se constituía en el pueblo.

A los pocos años una recién creada UDC comienza a competir con equipos de los pueblos aledaños como el Camponaraya, Villadepalos, etc., aunque no sería hasta 1948 cuando nos enfrentaríamos, por primera vez, al conjunto con el que conservaríamos durante décadas la máxima rivalidad regional, la Sociedad Deportiva Ponferradina, sobre todo en los años en los que ambos equipos militaban en la tercera división nacional.

A principios de los años 50 siguen desarrollándose y consolidándose los grupos de barrio (San Roque, La Carretera, La Plazuela, etc.), apareciendo una importante rivalidad entre ellos. En 1952 un puñado de vecinos, con la colaboración del ayuntamiento, adecúa un terreno en el barrio del Tablado en el que se construye el campo de futbol protagonista de este texto (ver fotografía), con una excelsa tribuna con capacidad de 300 personas, salas de vestuarios para ambos equipos y árbitro. En 1953 se inaugura este nuevo campo con un torneo en el que participaban la UDC, la Ferroviaria de León y el C.D. Huracán de Ponferrada. A lo largo de ese mismo año, y también por primera vez, la UDC se mide a equipos de la entidad de un Real Valladolid o de un Numancia.

El primer campo de futbol repleto de gente, probablemente a mediados de los 50, con la solitaria tribuna y la valla de bloques de hormigón rodeándolo. Foto de autor desconocido.
En la campaña 1954-55 comienzan a aflorar figuras cacabelenses que sus seguidores elevan a auténticos ídolos, como el caso de Antonio Mourelo o de Carlos Fernández (El Gallo). Sus excelentes virtudes futbolísticas llegan a oídos del Deportivo de la Coruña que ficha a ambos en 1955. 

El 9 de marzo de 2020 Carlos fue fichado por la liga más sublime, la celestial, en la que podrá disputar los partidos que desee junto a sus más admirados ídolos: Lev Yashin, Bobby Moore, Scirea, Garrincha, Luis Aragonés, Johan Cruyff, George Best, Eusebio, Puskás, Alfredo Di Stéfano….., quienes se habían apuntado a la misma antes que él. Nuestro añorado Carlos desde muy joven, además del reconocimiento como verdadero talento para el futbol, se convirtió, muy a su pesar, en un irresistible seductor; ya en su etapa más reposada obtuvo, por un lado, la enorme satisfacción de tener los mejores hijos que un padre hubiera podido desear y, por otro, a la mujer perfecta, la compañera ideal que supo comprenderlo y amarlo en sus esplendorosos y también complicado momentos iniciales, pero sobre todo en los finales, cuidándolo con verdadero amor hasta su último aliento. Después de su etapa futbolística y en una arriesgada apuesta personal se hizo con la bodega de sus sueños y, lo más difícil, crear caldos de gran reconocimiento en el mundo enológico. Ante estas circunstancias, ¿quién no hubiera firmado ese contrato de vida?
 En los alrededores de 1957 un grupo de chavales que entrenaba en el campo de San Bartolo funda el equipo de El Rayo, enfrentándose los domingos o los días de fiesta a equipos de los pueblos de alrededor. Entre sus componentes sobresalía un chaval de 16 años que, con el paso de los años, acabaría convirtiéndose en uno de los más grandes que ha dado el pueblo en este deporte: Ricardo El Relojero (ver fotografía). Los que tuvimos la suerte de verlo en acción podemos asegurar que nadie llegó a tocar el balón como él. Verlo danzar por el campo con el balón pegado a sus pies, sin que ninguno de los adversarios pudiera arrebatárselo, suponía un verdadero deleite para cualquier aficionado, incluyendo a los del equipo contrario. Un dato que reafirma lo dicho es que, en los años que duró su carrera jamás falló un penalti, y eso que era el que más repetía ese tipo de lanzamiento en los equipos por los que pasó. 

El equipo de El Rayo con Ricardo El Relojero, en el medio agachado, entre otros amigos amantes del futbol, en una toma realizada en el Campo de San Bartolo del año 1957. Foto del archivo de Ricardo Pérez
Dos años más tarde Ricardo iniciaba sus pinitos en la UDC con ficha falsa en la que figuraba que tenía 18 años cuando, en realidad, eran 16. En la siguiente fotografía realizada en el nuevo campo de futbol aparece junto a Carlos (El Gallo).


Plantilla de la UDC en 1959 en el primer campo de futbol. De pie y de izquierda a derecha: Senén, Clarete, Félix, Enrique, Negrín y Tito. Agachados: Quico, Valeriano Valín, Ricardo, Carlos, Aguirre y Toño El Madrileño. Foto del archivo de Ricardo Pérez.
En los años siguientes Ricardo es fichado por otros conjuntos situados en la tercera división, como lógico y natural proceso de ir acumulando experiencias en equipos de mayor categoría. Mientras tanto, la UDC sigue creciendo en Primera Regional con Alberto Rodríguez de entrenador. En la temporada 1965-66 reaparece el equipo tras dos temporadas sin competir por el escaso apoyo de los aficionados y sin que nadie diera un paso al frente para encargarse del club. Probablemente esta situación fuera el revulsivo para que, en la temporada 1967-68 se alcanzara, por primera vez en la historia, la tan ansiada tercera división con jugadores como Manolo Capazos (también con el papel de entrenador, aunque en la fase de ascenso tomó las riendas Omist), Amador, Cela, Dario, Banderas, Eduardo, Eliseo, Encinas, Fernando, González, Quino, José Luis, López, Manolo, Mariano, Ponce, Tirso, Xe y un sobresaliente jovencito llamado Juan Carlos Montes que con 16 años iniciaba una fulgurante carrera. Montes se convirtió, de la noche a la mañana, en otro de los grandes por sus extraordinarias dotes. Los clubes de los equipos grandes de la primera división comenzaron a fijarse en él; sobre todo, en cómo cabeceaba el balón delante de la portería a la salida de un saque de esquina o en la forma con la que emprendía aquellas veloces galopadas con un perfecto control del balón en las que era inalcanzable para cualquier defensa. Sé de buena tinta que, en la actualidad, entrena y juega como los ángeles más allá de las nubes. 

Algunos de los jugadores con los que se logró el ansiado ascenso a tercera por pimera vez en la historia (temporada 1967-68). Entre ellos un joven Juan Carlos Montes agachado tocando la copa. También reconocemos de pie a unos jovencitos Quino y Cela, dos aguerridos defensas que defendieron como nadie los colores del club. Agachados podemos reconocer a un luchador Tirso y a otro extraordinario portero, Fernando. Foto de autor desconocido (Una Historia en Azul, 2003).

En la temporada 1968-69 vuelve Ricardo para consolidar el equipo en tercera y en la siguiente 1969-70 se consigue reunir la que muchos consideran la mejor plantilla de la historia de la UDC que formaban Arturo, Batalla, Berros, Cela, Caramés, Darío, Eduardo, Expósito, Guti, Quino, Larraz, Lorita, Montes, Nino Cubelos, Picos, Ricardo, Robles, Rubio, Tirso y Vigal (ver fotografía). En ese año Demetrio González presidía el club y Panchulo ejercía de entrenador. En la misma temporada, y como hemos señalado anteriormente, el jugador Montes es pretendido por clubes como el Barcelona, Real Madrid, Burgos y Gijón, aunque finalmente opta por el Sevilla, poniéndose a las órdenes de su entrenador, un tal Merkel. Antes de quedarse en la capital hispalense tuvo que volver a Cacabelos a recoger los bártulos y, de esa manera, pudo jugar el último partido con esta excepcional plantilla contra el Alavés que, por aquel entonces, entrenaba un tal Ferenc Puskas y que se ganó gracias, precisamente, a dos goles de Montes. Ese año, a pesar de realizar una magnífica temporada ocupando la undécima posición de la tabla, la UDC perdió la categoría debido a una reestructuración que abarcó a todo el futbol español.

Algunos de los jugadores con los que se consiguió el ascenso por segunda vez a tercera división en la temporada 1969-70. Foto del archivo de Ricardo Pérez.

Para muchos, la mejor plantilla de la historia con la que la UDC disputó varios partidos durante la temporada de ascenso 1969-70. De izquierda a derecha de pie: Larraz, Cela, Expósito, Quino, Caramés y Batalla. Agachados: Tirso, Ricardo, Berros, Picos y Robles. En este excepcional equipo faltaría Montes, que salió del club a mitad de temporada fichado por el Sevilla, hecho que supuso la incorporación de Berros y Expósito. Foto del archivo de Ricardo Pérez.

En la temporada 1970-71, de nuevo en la Regional Preferente, se incorpora Luis Raimóndez (Luso) y Miguel Ángel Lago (Rubio) dos jugadores que marcaron una brillante época en el club como delantero y portero, respectivamente (ver fotografías). 
A los que se nos dio por ser porteros de niños, entre otras razones por lo guapos que nos veíamos con guantes y rodilleras, queríamos parecernos a Miguel Reina si eras del Barcelona, a Antonio Betancort si eras del Real Madrid o, como era mi caso, a José Ángel Iribar, si eras del Bilbao. Cuando conocimos al Rubio, un joven portero que jugaba en la Unión y que sin ninguna dificultad volaba varios metros por encima del suelo para acabar bloqueando un balón imposible en una artística palomita, todos quisimos parecernos a él.
Luso era un malabarista del balón, un cacabelense repleto de talento que encandilaba a todos los aficionados. Era frecuente que, con sus rápidos y desorientadores regates dejara por tierra a los defensas y ellos, en su frustración, trataran de detenerlo bien golpeándole, derribándole o, de la manera más frecuente, empleando ambas argucias a la vez. 

Otro de los grandes jugadores de la UDC, Luis Raimóndez (Luso) en el primer campo de futbol. Acudir a los partidos para verle jugar ya era suficiente motivo para abonar placenteramente una entrada. 

 
Plantilla de la temporada 1970-71 con el portero Rubio (de pie a la derecha) como debutante y reemplazo de Fernando (segundo por la izquierda). Foto de autor desconocido (Una Historia en Azul, 2003)
En la temporada 1971-72 Luso es tentado y convencido para irse al Sevilla; en esa misma temporada comienza a dejarse ver otro de los grandes, esta vez una infranqueable muralla defensiva: Francisco Soldán, más conocido como Pinilla (ver fotografía). Solo con su presencia en el once titular calmaba la ansiedad de los aficionados por lo que suponía de ser una garantía incontestable; para muchos el Franz Beckenbauer de la Unión. Muchas victorias se las debemos a este defensa único.

Equipo de la temporada 1971-72 en la división Regional Preferente. De pie y de izquierda a derecha: Esteban, Quindós, Pinilla, Manolo, Darío, Ojea y el técnico Nino. Agachados: Quiscolo, Ricardo, Simón, Luso y Casquero. Foto de autor desconocido (Una Historia en Azul, 2003).
En aquellas inolvidables tardes nos reuníamos una cantidad ingente de vecinos repletos de ilusión para ver ganar a nuestro equipo. La pandilla de amigos del que esto escribe nos encontrábamos en plena pubertad en los 70 y, si el cine era un lugar donde se activaban nuestras más sanas emociones, asistir al campo de futbol excitaba nuestros más bajos instintos de competitividad, enaltecidos en mayor medida cada vez que nos pitaban un penalti injusto.
En nuestra particular percepción nos parecía que, en cada duelo que se disputaba en casa, nuestro querido equipo tenía que enfrentarse, además de al equipo contrario, a otro que formaban el arbitral, lo cual nos frustraba sobremanera. Aquellos incidentes provocaban sumarnos al vocerío que emitían los compatriotas adultos que, no pocas veces, eran nuestros tíos, padres, abuelos, etc., algunos de los cuales acababan en las dependencias del cercano cuartel de la Guardia Civil por lanzar alguna que otra lindeza u objetos de mayor solidez al árbitro o a los jueces de línea.
En la temporada siguiente (1972-73) la UDC, bajo la presidencia de D. Francisco Amador y la dirección técnica de Caramés, otro de los grandes que pasaron por el equipo, se vuelve a jugar una fase de ascenso contra el Ciudadela de Menorca sin conseguirlo (ver fotografía).

En primer plano Ricardo y Quindós y en segundo Tirso, camino de disputar la fase de ascenso a tercera en la temporada 1972-73 enfrentándose al Ciudadela (Manorca). El ascenso no pudo lograse pero el viaje fue toda una experiencia por la cantidad de anécdotas que se sucedieron. Foto de Ricardo Pérez.
Tras varias temporadas realizando un honroso papel en la regional preferente, en la temporada 1977-78, bajo la presidencia de nuevo de D. Demetrio González, la UDC vuelve a tercera división con Berros como técnico y jugador (ver fotografía), categoría que mantendría hasta la temporada 1983-84 bajo la presidencia de Francisco Amador. En la plantilla de ese año sobresalen jugadores como Abel, Álvaro, Arsenio, Cholo, Cela, Cuadra, Ferrete, José María, Juanjo, Luso, Óscar, Pedro, Pedro I, Pedro III; Pinilla, Polo, Román, Rubio, Tinín, Vilas, Yebra y el propio Berros. 
 
José Antonio Berros, probablemente el mejor cazagoles que haya tenido la Unión, recaló en sus filas mediada otra de las temporadas en las que el equipo logró el ascenso (1969-70). Procedía del Sevilla donde llegó a jugar con Montes. Mientras este se quedó en la capital andaluza, Berros fue cedido a la UDC donde, gracias a una guapa cacabelense permaneció en el pueblo unos cuantos años más siendo pieza fundamental en la consecución de importantes victorias. Si el numero de alegrías de los aficionados se midiera por el número de goles marcados, Berros sería uno de los más aclamados.

Algunos de los jugadores que lograron el ascenso, por tercera vez  a tercera en la temporada 1977-78 con Berros como entrenador y jugador y un joven recién llegado de Sevilla D. Francisco Amador quien sería varios años presidente del club en esta categoría. Foto de autor desconocido (Una Historia en Azul, 2003).
 
Aficionados cacabelenses disfrutando haciendo ruido bajo una de las tribunas a mediados de los 70, probablemente en uno de los momentos en los que el equipo se hallaba en tercera división. Podemos reconocer a Nino, El Rubio, Gatuño, etc., entre otros muchos. Foto de autor desconocido (Una Historia en Azul, 2003).


En abril de 1978 comienzan las obras en el Campo de futbol para ampliar las escuelas; mientras tanto, el equipo juega y entrena en otros campos hasta la finalización del nuevo. La Unión mantiene durante los años siguientes unos excelentes resultados y, tras un largo periodo, llega el momento de construir el actual campo de la Edrada, pero esa sería otra historia.
Por aquella Unión Deportiva Cacabelense pasaron muchos jugadores, además de los que se aparecen en las fotografías. Todos ellos se dejaron la piel tratando de conseguir la victoria cada tarde de domingo. Desde estas líneas deseamos que sepan que nos hicieron muy felices y que gracias a ellos buena parte del pueblo llegó a paladear momentos únicos de gloria, tan necesitada en aquellos tiempos en los que ansiábamos, más que nunca, creeer en nosotros mismos. 

NOTA: Deseo dar las gracias a Ricardo Pérez El Relojero, por su tiempo y amabilidad a la hora de proporcionarme datos relacionados con sus experiencias personales; a mi primo Ramón Asenjo por asesorarme en relación a algunas fechas de aquellos años y, especialmente, a D. José-Cruz Vega, por su completo y elaborado libro Una Historia en Azul (2003) del que se ha extraído la secuencia histórica de los hechos relatados.

1 comentario :

  1. En una de las fotos esta mi suegro Francisco Combarros Marqués creo que le llamaban Guirre en su época de futbolista no Aguirre........saludos a toda la gente que ve esta página......y a los que la hacen......

    ResponderEliminar