DON
SANTOS
Por Antonio Esteban
No siempre la historia es
justa con sus protagonistas, -y todos somos protagonistas de nuestra propia
historia- pero en esta ocasión, sí lo
ha sido porque don Santos -don Santos
siempre fue don Santos en Cacabelos y no
el doctor Rubio- logró lo que muy pocos
logran: que su pueblo de adopción diese
su nombre a una calle y, con justicia, porque son muchos en la villa los que
han venido a este mundo de mentiras y
odios, gracias a él.
Y puesto que hablamos de
historia y de protagonistas digamos que esa historia cuenta que hace muchos,
muchos años Manuel Quiroga y Víctor Rodríguez se desplazaron a un lugar de Castilla
en donde vivía un joven médico, recién doctorado, que comenzaba a destacar en
la profesión para que viniese a ejercer aquí y velar por a salud de los
vecinos. Allí era tiempo de siega y encuentran al joven doctor, llamado Santos, nombre que, en el fuero
interno de Víctor y de Manuel hizo mella
ya que los santos, a veces, hacen
milagros y Santos -que se apellidaba
Rubio Rebolledo- aceptó . Dejó la
rastrojera castellana por la dulcedumbre del Bierzo y el secarral por las aguas del Cúa . Vino y aquí se quedó.
En este momento comienza
la leyenda, plagada de anécdotas que aún hoy se cuentan y seguirán contándose
mientras el mundo sea mundo.
Dicen que, en cierta
ocasión don Santos se desplazó a Madrid para consultar con Marañón una
enfermedad de estómago que padecía. Cuando regresó de la capital comentó a sus
amistades: “Fui a consultarme con él,
pero terminó consultándose él conmigo”. Así era don Santos. ¿Verdad?
¿Mentira? No lo sabemos. No lo sabremos
nunca. Eso forma parte de la leyenda.
Y ahí está, en la foto,
un hombre que no era de Cacabelos, en el puente con sus pantalones a la moda y
la pluma estilográfica en el bolsillo superior de la chaqueta. Elegante y serio
en su madurez.
Sirvan estas líneas apresuradas para recordar a don
Santos tal y como era.
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