SARA TURMALEDO
Por Antonio Esteban González
Sara o Sarita era todavía, una adolescente de mirada tierna, cuando
se hizo esta foto de estudio, vestida de japonesita, a lo Madame Butterfly.
Sara era hermana de
Antonio Tormaledo, personaje que, en la historia gráfica de la villa, que, semana
tras semana, relatamos, ya hizo acto de presencia cuando hablamos del HOTEL MIRALRIO.
Sarita vivió, pues, en nuestra villa; paseó sus calles,
callejones y callejuelas y se enamoró de nuestra forma de ser, tanto es así que
pintó, en seda, tres casullas que regaló a Nuestra Señora de la Quinta
Angustia.
Dos de esas casullas, que es vestidura litúrgica que se pone
el sacerdote sobre las demás -amito, alba, cíngulo, manípulo y estola- cuando celebra el sacrificio de la Misa,
aún se conservan en el Santuario y tienen un valor muy apreciable. La tercera
formó parte de la mortaja de don Justiniano Fernández, cura de Carracedo que
murió al desprenderse el badajo de una de las campanas, un día de Pascua,
cuando la Virgen era procesionada, allá por los años veinte del siglo pasado,
un día de Pascua. (Este badajo, al parecer, fue sancionado por la Iglesia y
hasta hace muy poco tiempo se guardaba en el Santuario).
Pero la historia de Sara Turmaledo, las casullas y el badajo,
no acaba aquí. Al relatar yo esta anécdota de la muerte del cura, ante un grupo
de amigos, uno de ellos dijo: “ Mi padre era uno de los monaguillos que
volteaban la campana aquel día y, asustado, al igual que sus compañeros, al ver
el cerebro del cura esparcido por el atrio y a una niña herida por el mismo badajo, huyó en
dirección a Arborbuena ocultándose durante todo el día”. Alguien que presenció el suceso añadió, más tarde, que don
Justiniano, llevaba, oculta en la sotana, una pistola que apareció al levantar
el cadáver.
Es esta una pequeña historia que añadimos a otras historias
que ya hemos contado y que seguirán conformando la Historia, con mayúsculas, de
nuestra villa.
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