R.I.P. Erundino Fernández Gutiérrez (Almacenes El Valenciano)

En esta despedida definitiva de Erundino no quiero ensalzar sus valores como marido, padre y amigo. Esos los tenía en cantidad y a quienes tuvisteis la suerte de conocerlo qué os voy a descubrir.

Pero sí quería referirme a su faceta como profesional. A su dedicación al comercio durante más de setenta años que, aunque ya jubilado, pienso que nunca dejó de ejercer mentalmente.

 Siendo casi un niño -un mozalbete se decía entonces- dejó las orillas del Torío leonés para trasladarse a Cacabelos como aprendiz en un comercio. Aquí había tomado las riendas de una tienda de ferretería y otros artículos su tío materno don Andrés Gutiérrez.  Llevaba el nombre de El Valenciano por el origen del anterior dueño y había estado, antes de su ubicación definitiva en la Avenida de Galicia –anteriormente José Antonio-, en los soportales de la Plaza Mayor.

Y así, desde aquellos inicios de “pinche” para todo fue aprendiendo los fundamentos y entresijos del comercio que él supo adoptar a su personalidad. Años bajo la dirección de su tío y otros, hasta la jubilación, con la batuta en su mano, pero siempre portando muy alto el emblema de la honradez y de la seriedad.

Erundino era un vendedor, claro está, el objetivo de su profesión de comerciante no es otro que vender. Pero siempre primaba para él que el cliente supiese la calidad del producto que llevaba y lo justo de su precio, sin regateos. No le importaba dedicar todo el tiempo del mundo a dar con esmerada educación explicaciones e información aun del objeto más barato de la estantería. Lo importante, el cliente, porque, como afirmaba muchas veces “si ha quedado contento, volverá.

Y si a un buen talante y saber estar tras el mostrador, se le suman buenas dotes expresivas gracias a la buena dicción con acento leonés nunca olvidado y un amplio y preciso vocabulario, tendríamos delante a Erundino, integrante de una raza de comerciantes ya en extinción.

D.E.P.