LARGO VIAJE A LAS TRINITARIAS (II)
Por Antonio Esteban González
Bilbao no era Bilbo ni San Sebastián, Donosti ni Vitoria,
Gaztelu. O, a lo mejor, sí. No sé. No sé si en aquellos momentos las capitales
de las provincias vascas -hoy la palabra
“vasco” se escriben con “b”- se decían
en lenguaje abertzale. Por eso, no sé, ahora mismo, si decir que nuestras niñas
se fueron a estudiar a Bilbo o a Bilbao con las monjitas de la Santísima
Trinidad y de los Cautivos, que así se llamaban y cuyo origen se pierde en la
oscuridad de los siglos.
Las “Trinitarias”
-dicen las Enciclopedias- llevan
en el hábito una cruz “patada”, cuyos extremos presentan un ensanche que se
asemejan a patas, en dos colores: azul y rojo sobre fondo blanco.
Nuestras niñas, en un largo viaje, se habían ido a vivir con
las Trinitarias que tratarían de enseñarles, además de educación, a coser, a
ser mujeres de provecho y, sobre todo, a custodiar, por encima de cualquier otra cosa, la pureza. Es decir,
nada de novios, nada de bailes y nada de
besos más o menos castos o más o menos robados, que bien sabido es, como dice
el refrán, que ”besos y abrazos no hacen
muchachos, pero tocan a vísperas”
Don Dámaso -sotana y
gafas- un buen día montó en su
SIMCA -creo que era un SIMCA- y en un largo viaje por Castilla, se plantó
en Bilbao llevando, para las mozas, regalos de la familia lejana y buenos
consejos y se trajo, a su regreso, la
nostalgia de la raíz perdida.
Así que, ahí las tienen con su medalla sobre el pecho, bajo
el cobijo paternal del sacerdote: Toñita, la del “Napi”, Manola Arroyo,
Esperancita, la hija del “Capador”, Julita Sarmiento, Pili Puerto, Maribel Pestaña, Cristina Peña, Maribel, la
del “Molino”, Tere Costero Sarmiento, Manoli González, Gelines y Emilia
Morete, alguna ya desaparecida y muchas
-casi todas- peinando canas y disfrutando
de sus nietos.
Una foto que, seguramente las trasladará a otros días en los
que soñaban ser, quizás, lo que no llegaron a ser.
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