AMANDA, FLORENCIO Y SUS VÁSTAGOS
Antonio Esteban González
Un buen día Florencio le dijo a Amanda si quería casarse con él -o eso es lo que se supone- y Amanda le dijo -naturalmente- que sí, que quería casarse con él, que es lo
que suelen decir las mozas casaderas, porque hay mozas que nacen para ser
monjas y solamente se casan con Dios. Y se casaron porque, por aquellos
entonces, las parejas que no se casaban
caían en pecado de concubinato, que es un pecado muy feo que impide
recibir los sacramentos y ser enterrado en sagrado. Así que Florencio y Amanda
se unieron en el santo vínculo del matrimonio y tuvieron hijos y un buen día,
cuando los hijos eran mayores decidieron ponerse delante de una cámara
fotográfica para ser recordados por las generaciones venideras.
Siguieron trabajando en una tienda de ultramarinos que era
una manera decente de llevarse el pan a
la boca y tuvieron vástagos o, como diría una culta ministra vástagos y una “vástaga”: Berta, una de las flores más
hermosas del jardín de la villa.
Además de Berta, del matrimonio, nacieron Víctor, Luís y
Miguel Ángel que, si hubiese querido, se hubiese convertido en un cantautor
importante a nivel regional, pero no quiso y dejó abandonada la guitarra -un poeta diría que la dejó llorando- en un
rincón de su casa.
Esta es, pues, una foto que nos recuerda otros tiempos y a
una familia del pueblo. Es una foto, también, entrañable, como todas las fotos
que aparecen en esta sección, que está a punto de convertirse en centenaria.
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