La muerte nunca es motivo de alegría, pero casi dan ganas de gritar un ¡y...olé! por Anuncia. Su recuerdo está en todas las épocas mi vida,;desde mis primeros pasos por los soportales donde tenía su ferretería, hasta la última vez que la vi, por cierto, no hace mucho. Siempre tuve la sensación que Anuncia no envejecía, me parecía verla siempre igual; muy activa en sus labores caseras y al frente del negocio, además de conservarse físicamente aparentemente inalterable.En cierto modo era la admiración de todos; pasaban los años y Anuncia seguía al pie del cañón con toda la lucidez.¡Cómo realizaba mentalmente el precio a cobrar! Nunca necesitó calculadora.
Ha muerto a los noventa y nueve años gozando de una salud envidiable durante toda su vida y apenas unos días con la enfermedad que la habría de llevar al final. Así merece la pena vivir y de ahí mi brindis que para nada quiere ser irrespetuoso, más bien todo lo contrario.
Desde hace unos días tenía pendiente un encuentro con ella para enseñarle una fotografía antigua de unos personajes cacabelenses y que ella me pudiese identificar al ser una de las más longevas vecinas y conservar perfectamente sus cualidades mentales. Ya no será posible el encuentro en esta vida.
D.E.P.
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