LOS SASTRES TAMBIÉN TIENEN SU CORAZONCITO
Por Antonio Esteban
Quiero decir que los sastres también se enamoran . ¿Por qué los sastres no podían enamorarse?. ¿Quién iba a impedírselo?. Ni siquiera el mucho trabajo que tenían ya que, por aquellos entonces, todo el mundo quería un traje para estrenar en su momento: en domingo de Ramos, por ejemplo, que no estrenaba -como dice el refrán- quien no tenía pies ni tenía manos o para una boda. El día de la boda, el novio estrenaban traje, un traje de chaqueta cruzada, elegante que hacía juego con la corbata que le regalaba el alfayate -alfayate es palabra clásica que quiere decir sastre- o para un entierro . Todos guardamos en el armario un traje oscuro para acompañar al difunto. En las primeras comuniones es diferente. Parece como si no fuese necesario. Y quien estrena traje -de almirante de navíos sin mar, los chicos o de novia sin novio, las niñas- son los comulgantes. Pero, se me ha ido el santo al cielo o la pluma a otros derroteros. Iba diciendo que los sastres como Luso se enamoraban y aquí, en la villa, hubo muchos sastres y todos se enamoraron y se casaron y tuvieron hijos. Dar puntadas en una americana, hacer solapas -cosa difícil- o tomar medidas, no les impedía soñar con el amor. Los sastres tenían su corazoncito y se enamoraban y salían de paseo con sus novias en bicicleta. Ahí está el ejemplo de Luso que contempla con arrobo a Sita, su novia. Luso tenía derecho a enamorarse. Y se enamoró,
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