LUGARES EMBLEMÁTICOS DE NUESTRO PUEBLO Y ALREDEDORES
18. Las Médulas
Por Pepe Couceiro
En pleno corazón del Bierzo una joya declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997, la más visitada y admirada de las incontables que esta comarca luce orgullosamente, es conocida desde tiempos inmemoriales como Las Médulas. Una extensa área sembrada de picachos que reproduce, casi como antaño, el resultado de una descomunal erosión a la que los todopoderosos romanos de la antigüedad en su incansable y obsesiva búsqueda del preciado metal dorado sometieron durante casi dos siglos a las imponentes montañas diseminadas por la zona.
Los visitantes que acuden por primera vez a este rincón quedan sobrecogidos cuando se asoman repentinamente al mirador de Orellán y se dan de bruces con un paisaje que parece sacado de otro mundo (ver fotografía).
Vista panorámica de Las Médulas en la actualidad. |
Antes de convertirse en la mayor explotación aurífera a cielo abierto de la antigüedad, este lugar ya era un yacimiento del que se beneficiaban sus oriundos pobladores, lo mismo que hacían con otros de menor dimensión ampliamente desperdigados por la comarca como los de La Leitosa, Castropodame y los Cáscaros de Pradela (1).
En esa época mucho les costó a aquellos locos romanos, como diría Obélix, conquistar los pueblos norteños de la península durante el siglo I a.C. Entre los que habitaban una amplia zona, que englobaba al Bierzo actual, se encontraban los aguerridos astures, una mezcolanza de pueblos celtas y preceltas (2) (ver fotografía).
Rincón del M.A.R.C.A.) dedicado a los astures. |
Ni haciéndolo a propósito los geniales A. Urdezo y R. Goscinny, creadores de las fascinantes aventuras de Astérix y Obélix, se hubieran acercado tanto a la realidad cuando, al inicio de cada historieta, comenzaban con el siguiente texto en el que solo hemos cambiado las palabras GALIA por HISPANIA y GALOS por ASTURES y CÁNTABROS:
Estamos en el año 50 a.C. Toda Hispania está ocupada por los romanos….¿Toda? ¡No! Una franja poblada por irreductibles astures y cántabros resiste todavía y siempre al invasor. Y la vida no es fácil para las guarniciones de legionarios romanos en los reducidos campamentos en el interior de la conflictiva región.
Para comprobar que esa realidad de la que hablábamos supera la ficción dejemos que hable el prestigioso historiador romano del siglo II, Lucio Anneo Floro:
En el occidente estaba ya en paz casi toda
Hispania, excepto la parte de la Citerior,
pegada a los riscos del extremo del Pirineo ,
acariciados por el océano.
Aquí se agitaban dos pueblos muy poderosos,
los cántabros y los astures, no sometidos al Imperio.
Las alusiones de Estrabón, geógrafo e historiador griego, con relación a los astures y otros pueblos de esa zona, tampoco tienen desperdicio:
Todos los montañeses hacen una vida sencilla, bebiendo agua, durmiendo en el suelo y llevando el pelo largo como las mujeres... Toman sus comidas sentados, haciendo alrededor de la pared bancos de piedras. Durante la bebida bailan en rueda acompañados por flauta y corneta o también haciendo saltos y genuflexiones... Todos llevan generalmente capas negras y duermen sobre pajas envueltos en ellas. Las mujeres llevan sayos y vestidos con adorno floral. Usan recipientes de madera, como los celtas..., despeñan a los condenados a muerte y a los parricidas los apedrean fuera de la ciudad o del confín... Ponen a los enfermos junto a los caminos, como hicieron los egipcios en el pasado, a fin de consultar a los viajeros que hubiesen padecido un mal parecido. Su sal es rojiza, pero machacada se vuelve blanca. Tal es la vida de los montañeses, es decir, como he dicho de los pueblos que ocupan el lado septentrional de Iberia: los Galaicos y Astures y Cántabros hasta los Vascones y el Pirineo. Ya que es idéntica la vida de todos ellos... El carácter inculto y salvaje de aquellos pueblos se explica no sólo por su vida guerrera, sino también por su situación apartada... También el territorio de algunos con su pobreza y sus montañas debió aumentar tal falta de cultura. Nadie dirá que viven con aseo los que se lavan con orina, que se conserva podrida en tinajas y con ellas enjabonan los dientes ellos y sus mujeres, como se dice también de los Cántabros y sus vecinos.
Estrabón. Geografía, 3, 3, 7 y 8.
La historia pone de manifiesto la dificultad para hacerse con esta estratégica región con salida al mar, hasta el punto de que tuvo que ser el mismísimo emperador Augusto el que tomara las riendas de la contienda, la única que dirigió personalmente durante su mandato. Diferentes cronistas de la época mencionan la trascendencia tanto militar como política de estas guerras, llamadas astur-cántabras, concluyendo que fue superior a todas las que el imperio había emprendido (ver fotografía). El arqueólogo e historiador granadino D. Manuel Gómez Moreno señala que una de las causas de estos conflictos fueron las riquezas mineras de la zona, entre ellas y principalmente el oro, básico en el nuevo sistema monetario implantado por el emperador Augusto (3).
Otro de los centros de exposición del M.A.R.C.A. que nos informa sobre la dificultad de las tropas romanas para hacerse con las plazas de la zona.
Aquellos nativos que habitaron y lucharon bravamente por estas tierras probablemente nos legaron parte de su genética y carácter. El protagonismo histórico que tuvieron entre los años 50 y 16 a.C. podemos constatarlo en la siguiente breve cronología extraída de varias fuentes, entre ellas, Wikipedia (Guerras Cántabras):
- En el 50 a.C. solo astures y cántabros mantienen su independencia con Roma.
- En el 26 a.C. Bergidum, la ciudad astur de Castro Ventosa, es conquistada (ver fotografía).
La historiadora y arqueóloga cacabelense de la pedanía de Quilós, Dª. Inés Díaz Álvarez, en uno de sus trabajos menciona a Bergidum Flavium como un municipio romano y centro administrativo y político de las explotaciones auríferas de Médulas y del resto de la comarca (4).
Maqueta de Castro Ventosa expuesta en el M.AR.CA. con la disposición de los asentamientos prerromanos, romanos y medievales a lo largo de su historia. |
- En el 25 a. C., Augusto entrega a los astures de Brigantum el campamento de Asturica Augusta (actual Astorga) en premio por su ayuda. Además, reparte tierras en los llanos a los aliados. No obstante, los astures se unen posteriormente a los cántabros en una defensa común.
- En el 22 a.C. se pone cerco de Monte Medulio (para algunas fuentes, pero con controversia, las actuales Médulas). En esta batalla los cántabros, rodeados por un cerco de 15 millas, prefieren la muerte antes que la esclavitud.
El ilustre escritor y diplomático villafranquino D. Enrique Gil y Carrasco, en su libro Viaje a una Provincia del Interior, alude al Monte Medulio en estos términos: La miserable aldea es la que tiene el nombre de las Médulas y la montaña es probablemente el Monte Medúleo, uno de los más ricos almacenes de oro que la Naturaleza abrió a los romanos en este suelo, testigo de su grandeza y de sus crímenes (5).
- Probablemente a partir del 19 a.C. se inicia la explotación de Las Médulas durante los años en los que los romanos comenzaron a hacerse con el control de la zona.
- En el 18 a.C. los cántabros crucificados cantan himnos de victoria desde la cruz; las madres prefieren matar a sus hijos antes de que sean capturados.
- En el 16 a.C. los cántabros supervivientes tras la conquista son obligados a abandonar los castros y a asentarse en los valles.
Como nos indica nuestro historiador, colaborador y amigo D. José Antonio Balboa: la explotación de estos yacimientos, que como “ager publicus” eran de propiedad estatal, utilizaba mano de obra indígena sojuzgada y, probablemente, “damnati ad metalla” (condenados a las minas). Un recuerdo de estos últimos se quiere encontrar en la leyenda, recogida en la zona, que alude a la presencia en las Médulas como minero a Barrabás, aquel judío al que Pilatos liberó de la muerte en la Pascua en que Jesús era conducido al Gólgota para su crucifixión (6). Pese al tópico de miles de esclavos, probablemente no hubo esclavos en las Médulas; la mayoría de los trabajadores fueron indígenas sometidos, como comunidades dediticias que eran, al tributo de un trabajo semiforzoso, por lo que su libertad estaba muy limitada, pese a ser jurídicamente libres (7).
El número más probable de trabajadores en las Médulas podría rondar entre las 500 y 1000 personas al mismo tiempo, suponiendo una población en toda la Zona Arqueológica de las Médulas, donde se documentan numerosos lugares de habitación en época romana, de unas 1.700 a 4.800 personas en los momentos de mayor actividad (8).
Los yacimientos de todo el NO hispánico tuvieron su mayor apogeo entre los años 30/40 del siglo I y finales del siglo II/principios del III; es decir, entre 160 a 190 años, en los que se removieron entre 525 a 625 millones de metros cúbicos de tierra; en Las Médulas unos 100 millones. En ese tiempo se extrajeron en el Bierzo un millón de kilos de oro, cifra que el arqueólogo del CSIC D. Javier Sánchez Palencia rebaja a unos 230.000 kilogramos, siendo Las Médulas un yacimiento de poco rendimiento (de 5.000 a 10.000 kg. de oro en los 160/190 años) por ser de una ley bastante baja (de 50 a 100 mg/m3 en los cálculos más optimistas) (9). Si barajamos la cifra dada para Las Médulas, no parece que fuera una producción importante tras casi 200 años de trabajo, pero hay que tener en cuenta que, al no haber sindicatos y emplear el látigo como castigo, la rentabilidad de cualquier empresa romana estaba asegurada.
Con una ingeniosa técnica para la época de la que hablaremos más adelante extrajeron el preciado polvo de las montañas mediante un continuo lavado hasta convertirlas en los actuales y atractivos farallones de tierra roja que se hallan desperdigados por la zona (ver fotografías).
La incuestionable belleza de los farallones se pone de manifiesto en esta imagen actual |
Resultado de lo que quedó de una gran montaña sometida al brutal e incesante lavado |
Las especies autóctonas como carrascas, encinas y robles no tardaron mucho en abrirse paso invadiendo la zona tras ser abandonada la explotación en el siglo III. El castaño, introducido por los romanos, no tarda en dispersarse, cubriendo el entorno rápidamente, como si de una especie nativa se tratara (ver fotografía).
Las formas de los castaños de la zona son inconfundibles, algunos de ellos centenarios |
Las Médulas, como cualquier obra monumental de la antigüedad, podría simbolizar la dualidad, un concepto inherente a nuestras toscas percepciones físicas; frente a la cara de la portentosa voluntad humana tenemos la cruz de su egoísmo y extrema crueldad. En muchas ocasiones nos quedamos embelesados delante de las más bellas obras erigidas por las culturas de todos los tiempos sin percibir el coste humano, directo o indirecto, habido tras ellas. En el asunto que nos ocupa, frente a la esclavitud, tortura, espectáculos sangrientos, hambruna y guerras, anteponemos y nos quedamos con sus maravillosos templos, acueductos, mosaicos, teatros, anfiteatros, puentes y escenarios como Las Médulas, aunque, en este caso, su deslumbrante decorado final no formara parte de los objetivos de los que gobernaban.
En el curioso e ingenioso sistema de extracción de minerales conocido como Ruina Montium o Arrugia (10), se derruían los montes por la fuerza combinada del hombre y el agua para, más tarde, también con agua, lavar aquellos desmontes (compuestos por arcillas, gravas y cantos rodados), obteniendo el oro por decantación.
El agua procedente de los riachuelos o del deshielo de las elevadas montañas nevadas era embalsada en zonas altas; al mismo tiempo, la montaña a la que se pretendía someter a lavado, se minaba con una intrincada red de pozos y galerías de secciones diversas, abiertas a diferentes niveles, pero comunicadas entre sí por las que, posteriormente, el agua era conducida desde los embalses mediante una red de canales (corrugi), muchas veces abiertos sobre la roca viva, de cientos de kilómetros de longitud que todavía pueden contemplarse en la actualidad. El agua, al ser introducida con fuerza por la pronunciada pendiente en las recién horadadas galerías, iba desgastando sus paredes hasta ocasionar su desmoronamiento. En ocasiones la esperada caída de tierra no se producía, dejando enormes cuevas u oquedades (ver fotografías) (11).
La entrada a la gran cueva de Las Médulas. Una inmensa cavidad artificial causada por el agua |
La Gran Cueva de Las Médulas en una vista desde su interior. |
Una de las oquedades por las que se pasaba el agua que llegaba conducida por canales desde los embalses. En este caso concreto esa galería aguantó y los visitantes pueden pasear por ella y contemplar el paisaje desde su mirador-
Vista que se extiende desde la anterior entrada. Podemos avistar el mirador de Orellán a la izquierda. |
La gigantesca cantidad de agua empleada en el lavado a lo largo de tantas décadas acabó generando un lago en la parte más baja de la zona, al que se le conoce como El lago de Carucedo (ver fotografía), en referencia al pueblo del mismo nombre al que pertenece el territorio.
Lago de Carucedo generado por las aguas del lavado de la tierra de Las Médulas, arriba y al fondo de la imagen. Foto Isidro Canóniga. |
Pasó el tiempo y con él el gran decorado inexorablemente fue transformándose, se levantaron poblados mineros, villas, explotaciones agropecuarias, calzadas. Sin embargo, como comenta Balboa, esta romanización del Bierzo fue en gran parte ocultada por las fuentes antiguas, que son muy parcas en proporcionar datos sobre esta minería, a excepción de Plinio (11). Probablemente esto se explique por el interés de las autoridades romanas en ocultar y proteger de curiosos el oro del noroeste (7).
Otra vista de Las Médulas y su entorno. |
Aunque este peculiar paraje haya sido originado por una salvaje destrucción humana, nunca dejará de fascinarnos; no solo por su inconfundible e hipnotizadora estética, sino por cómo, en la mente de cada visitante, se activa la visión de un viaje en el tiempo en el cual, ineludiblemente acaban trasladándose a aquella época, imaginándose como protagonistas formando parte de alguno de los dramáticos papeles que se desempeñaron en aquella monumental obra de no ficción iniciada hace más de 2.000 años y mantenida en cartel la friolera de dos siglos.
AGRADECIMIENTOS: A José Antonio Balboa por las valiosas fuentes bibliográficas facilitadas, así como por la información procedente de su excelente libro “Las Médulas de Carucedo, un paisaje de Leyenda” y a Isidro Canóniga por su hermosa fotografía del lago. Muchas gracias por vuestra generosidad.
BIBLIOGRAFÍA:
(1) La bibliografía sobre la minería del oro en época romana es muy abundante. Puede verse una buena relación en SÁNCHEZ-PALENCIA, F.J.; FERNÁNDEZ-POSSE, M.D.; FERNÁNDEZ MANZANO, J.; OREJAS, A.: La zona arqueológica de Las Médulas. Junta de Castilla y León, 1996, del que están tomados muchos de los datos referidos al yacimiento de las Médulas.
(2) A. PEREA y F.J. SÁNCHEZ-PALENCIA (1995): Arqueología del oro astur. Orfebrería y minería. Caja Asturias, Oviedo, 116 p.
(3) El oro fue, desde Augusto, la base del sistema monetario romano: 1 aureo (moneda de oro de 7,8 g) era igual a 25 denarios (moneda de plata), 100 sestercios (moneda de aleación u oricalco) y 400 ases (moneda de cobre).
(4) DÍAZ ÁLVAREZ, I. (2006-2008). Bergidum Flavium, encrucijada viaria. Cacabelos (León). Boletín do Museo Provincial de Lugo, 13: 69-78.
(5) E. GIL Y CARRASCO (1839): Viaje a una provincia del interior.....
(6) DÍEZ ALONSO, M.: Mitos y leyendas. Edición del Diario de León. León, 1994, pág. 32.
(7) BALBOA, J.A. (2003): Las Médulas de Carucedo, un Paisaje de Leyenda. IEB, Ponferrada, 203, 117 pp.
(8) SÁNCHEZ-PALENCIA, F.J (Editor) (2000): Las Médulas (León). Un paisaje cultural en la Asturia Augustana. León, p. 263.
(9) SÁNCHEZ-PALENCIA, F.J.: “Las Médulas, un paisaje cultural, patrimonio de la humanidad”. Revista León, Casa de León en Madrid, nº 351, 1998, p. 8-12.
(10) También se le denomina Fucarona. En Médulas existe el topónimo O Focaron, paraje en el que desemboca el agua del lago Sumido, que sale hacia el Chao de Maseiros y el pantano de Peñarrubia.
(11) C. PLINIO SECUNDUS: Naturalis Historia, XXXIII, 66-78.
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