GENTE
MARAVILLOSA
Ricardo
El Relojero
Por
Pepe Couceiro
Es un gran honor
presentar esta nueva serie con una de las personas más populares y queridas que
ha dado nuestro pueblo: Ricardo Pérez González, El Relojero; y bien digo, que
ha dado nuestro pueblo porque, aunque nació en Figueiredo, una pequeña aldea de la Ribeira Sacra (Lugo) en 1943, siempre se ha considerado cacabelense
hasta la médula.
Ricardo en la actualidad, exhibiendo todavía su seductora mirada a los 76 años. |
Las múltiples
coincidencias por las que este hombre bueno acabó tomando tierra en nuestro pueblo
se iniciaron con su abuelo, también relojero. Según nos cuenta Ricardo, a su abuelo
le quedó en la retina un pequeño pueblo llamado Cacabelos colmado de una febril
actividad, cuando un día en el que se celebraba la feria de la Cruz de Mayo recaló
temporalmente en él, fijándose en un detalle que tendría una trascendental
repercusión para el futuro de ese pueblo y el de sus habitantes: ¡no había
relojeros!
El padre de Ricardo
trabajaba entonces en la fábrica de armas de La Coruña y sus médicos le
aconsejaron alejarse lo antes posible de tanta humedad por el bien de su salud.
Fue esa causa, sumada al detalle observado por su padre aquel día, lo que les
hizo dar el gran paso de sus vidas migrando al Bierzo. Nadie se imaginaba
entonces que un virtuoso del fútbol, pero también de la bondad y simpatía, llegaba
a Cacabelos con tan solo unos cuantos meses de vida y que ya de joven comenzaría
a aportar grandes dosis de vitalidad y nobleza en la atención a cualquier
cliente que se acercara a su tienda.
Ricardo
en su primera comunión alrededor de 1950.
En cuanto Ricardo comenzó
a mostrar sus dotes balompédicas en un conjunto de chavales cacabelenses
llamado El Rayo, un directivo del Deportivo de la Coruña residente en
Cacabelos quiso llevárselo a ese equipo situado en la máxima categoría del
futbol nacional. Aunque su padre, D. Jesús, no puso reparos, su madre, Dª. Emilia,
algo más pragmática, creyó que lo mejor para su hijo, con tan solo 16 abriles, era
que se quedara en el pueblo aprendiendo el oficio familiar.
D. Jesús y Dª. Emilia
supieron inculcarle un puñado de valiosos principios de los que tanto escasean
hoy día. Era frecuente que Ricardo presenciara cómo sus padres ejercían la
generosidad y empatía con los clientes, ganándose su fidelidad para siempre.
Con esta ejemplaridad cualquier hijo trasladaría esos valores a su vida, y en
el caso de nuestro protagonista, también lo hizo de forma sobresaliente a sus prácticas
deportivas.
Varios directivos de la Unión
Deportiva Cacabelense, entonces en la categoría regional, le propusieron
comenzar a jugar en el equipo local, pero en ese momento optó sabiamente por otros
equipos cercanos que militaban en la tercera división, como la Ponferradina o el
San Pedro, ambos de la misma localidad. Luego le tocó hacer el servicio militar
en El Ferrol, enchufado como asistente del capellán por D. Antonio,
el sacerdote encargado muchos años de la iglesia de las Angustias. Finalizada
la mili fichó por el Laciana y posteriormente por el C.D. Bembibre, ambos también
en tercera. En 1969 la Unión Deportiva Cacabelense ascendió por primera vez a
tercera, evento que haría decantarse a Ricardo para formar parte de su equipo
preferido, iniciándose a partir de ese momento una exitosa e ininterrumpida carrera
de 7 años.
El futbol le absorbió
gran parte de los años de su juventud consiguiendo logros de gran calado, sobre
todo para un pueblo cuyas gentes estaban tan necesitadas de una alternativa a la
prolongada monotonía que aprisionaba sus vidas. Con el ascenso a tercera, junto
con algo más difícil de conseguir, mantenerse dignamente en la categoría durante
varios años, nos hizo sentirnos importantes y fue aquel momento en el que, para
una buena parte del pueblo, el futbol comenzó a ser algo de primera necesidad emocional.
Ricardo
siendo ya un prodigio del balompié, exhibiendo su formidable talento en el
manejo del balón.
Cumplidos los 33 años
llegó cierto día en el que su cuerpo le susurró que ya era el momento de dejar definitivamente
la práctica del futbol. Aunque ese hecho le supuso cierta frustración, su
férrea voluntad y un excelente estado físico fueron determinantes para combatirla
e iniciar una nueva etapa disfrutando de otras aficiones igualmente deportivas,
aunque menos exigentes, como la caza, la pesca o el senderismo, en este último
caso, incluso a niveles de alta competición.
En
sus inicios como andarín o excursionista en el lago de La Baña, en la
Sierra de Cabrera (León).
Otra
de sus aficiones preferidas: la caza, en una toma de agosto de 1996.
Una
de las aficiones favoritas de Ricardo, la pesca, junto a algunos amigos en
Órdenes, un municipio de La Coruña, en los inicios de la década del 2.000. En
el día que capturaron 14 truchas del tamaño que muestra la fotografía en el que
la más pequeña llegó a pesar 3,5 Kg. De izquierda a derecha: Ángel el médico,
Ricardo y los hijos del primero (Angelín y Borja).
Cena
de hermandad con el Club de Pesca Ribera
del Cúa, cada uno de los componentes luciendo el trofeo ganado en un
concurso del club en el que Ricardo fue ganador absoluto. Identificamos a la
derecha a uno de los mitos que ha dado el futbol de nuestro pueblo, a la vez
que un excelente pescador que nos dejó hace algunos años: Juan Carlos Montes.
Un inesperado día la vida
le zarandeó bruscamente. Tras un dilatado periodo de tranquilidad en su
existencia tuvo que arremangarse y comenzar una lucha sin cuartel para salvar su
vida en unos duros, pero posiblemente también aleccionadores años. Tras una
nueva victoria en su extenso historial, me comentaba con gran convicción que fue
su devoción por la Virgen de las Angustias y la práctica deportiva lo que
hizo inclinar la balanza y seguir acompañándonos unos cuantos años más para su satisfacción
y la nuestra.
Formando
parte de los primeros miembros de la cofradía del Santo Cristo de la Plaza y
Virgen de las Angustias de Cacabelos. De izquierda a derecha: Andrés, Teresa,
Maruja, Ricardo, Tere La Porreta y Maruja La Ancaresa
Nunca podremos agradecer
suficientemente al destino por habernos permitido conocer a una persona de tal
excepcional calidad humana. Estaréis conmigo en que supone un gran placer
encontrarnos con él en cualquier situación y lugar. Esa sensación que nos hace sentir
tan bien cuando entablamos una conversación en la que percibimos, de manera
incuestionable, su sincero cariño y amistad.
No hay comentarios :
Publicar un comentario