Es un adiós desesperado. Los llantos y gemidos atronaban la
noche cacabelense. Tanto era el dolor por la triste despedida de la sardina.
En la carroza fúnebre municipal se llevaron muerta la sardina
por las calles de Cacabelos al son de la lastimera marcha que la charanga Los
bercianos interpretó ininterrumpidamente durante todo el recorrido.
Finalmente, la comitiva llegó a la orilla del Cúa y a sus
frías aguas fue arrojado el pescado para iniciar el último viaje. Tanto
plañideros y plañideras, como los afligidos sinceramente por tan sensible
pérdida, regresaron a la Plaza Mayor para dar buena cuenta de los cien kilos de
sardinas asadas ofrecidas por el Ayuntamiento.
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