Las
Hoces del Diablo, un
milagro de la naturaleza
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LUGARES
EMBLEMÁTICOS DE NUESTRO PUEBLO Y ALREDEDORES
6.
Las Hoces del Diablo
Por
Pepe Couceiro
En un rincón escondido de la sierra de los
Ancares se encuentra este regalo que brinda placer y deleite a todos los que lo
descubren. Un capricho de la naturaleza formado por rocas suavemente pulidas a
modo del más bello mármol que el río Ancares ha cincelado durante milenios hasta
conseguir ese incomparable cauce por el que discurren elegantemente sus bravas
y cristalinas aguas en una perfecta armonía de sonidos y formas.
Tanto a mis amigos como a mí nunca nos han
faltado excusas para acercarnos a este lugar, presumir del mismo delante de invitados
prendidos de su belleza cuando se contempla por primera vez, superar el reto de
un baño en sus gélidas aguas y experimentar el placer cuando sales de ellas divinamente
tonificado.
Con cada visita a este admirable rincón y
salvada la complicada operación de aparcar en las inmediaciones, nos
encaminamos al lugar por el lado izquierdo de la carretera acercándonos a
Candín, bajando a un prado cerca del río (ver foto) en el que podemos escoger
dos rutas, aunque sin marcas visibles que nos puedan servir de guía.
El prado al lado de Las Hoces completamente helado durante la estación invernal, con el río Ancares a su paso |
Si la travesía la realizamos durante la
estación invernal y el caudal del río nos impide bordearlo, escalaremos varios
metros la montaña que se encuentra al otro lado de un pequeño arroyo que vierte
sus aguas al Ancares, justo al lado del mencionado prado. Podemos sortear el
reguero saltándolo con brío, o mejor de forma más sensata, colocando una piedra
grande y llana en medio con el fin de apoyar firmemente uno de nuestros pies y
dar el brinco definitivo. Después de una empinada subida iniciaremos el
descenso hacia las hoces que ya atisbaremos desde lo alto. La bajada es complicada
por su inclinación, razón por la que la realizaremos con el calzado adecuado
para evitar resbalar y llegar rodando antes de tiempo.
Después de una llevadera subida comenzamos una inclinada y resbaladiza bajada que conduce a nuestro objetivo. Al fondo y abajo ya pueden percibirse Las Hoces. |
En verano podremos acceder por la ruta más corta
y sencilla, rodeando el curso del río por su margen izquierda sin mojarnos. Llegados
al lugar lo normal es que nos encontremos solos, circunstancia que podemos
aprovechar para darnos un placentero baño como Dios nos trajo al mundo. Una vez
vestidos podemos darnos paseos más allá de los límites que nos alcance la vista
o hacernos espectaculares fotos que causen la envidia de familiares y amigos.
En el atardecer, la luz dorada proporciona un mayor realce al lugar |
Los bellos pliegues rocosos se suceden como un divertido juego de movimientos y transformaciones constantes a lo largo de milenios |
Como en la vida, tras los tramos de turbulencia siempre llegan los serenos remansos |
La belleza de los rápidos a nadie deja indiferente |
Tras franquear este singular paraje, las aguas
del río Ancares se fundirán con las del Cúa (en las cercanías de Espanillo) y
juntas alcanzarán nuestro pueblo para satisfacer altruistamente las más
esenciales necesidades de sus gentes. Con la llegada del verano, rodeándonos de
sus aguas en los agradables baños bajo el puente, no seremos conscientes de que
una fracción de las mismas, a solo unos kilómetros al norte, formaron parte de
uno de los cuadros más hermosos que puedan describirse: Las Hoces del Diablo.
Gracias Pepe por la bella evocación de un paraje que me trae recuerdos de los buenos ratos pasados con los amigos. Excelente descripción.
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