LUGARES
EMBLEMÁTICOS DE NUESTRO PUEBLO Y ALREDEDORES
3.
La Plaza (1)
Por
Pepe Couceiro
Nuestra plaza mayor siempre
ha sido el centro neurálgico del pueblo, un amplio espacio impregnado de sutiles
emociones emanadas de las personas que participaban en los acontecimientos
lúdicos y festivos que en ella se celebraban asiduamente. Un lugar en el que, si
contemplamos secuencialmente las fotografías de su entorno en diferentes momentos
de su historia, podemos percibir las transformaciones que experimentaron tanto las
gentes como su decorado a una velocidad vertiginosa (ver fotos).
La Plaza Mayor en la primera década del siglo XX |
El ayuntamiento, probablemente en la década de 1890. |
En este lugar tan
especial, en las décadas de los 60, 70 y 80, los vecinos de todas las edades se
reunían para pasear, hablar o jugar. Con una extraordinaria energía, a una edad
infantil o adolescente, se formaban pandillas que disfrutaban con todo tipo de
juegos, desde aquellos en los que intercambiábamos cromos, nos jugábamos valiosos
cartones y apreciadas chapas, a otros en los que predominaban las carreras, o en
los que recibíamos tremendos golpes sin compasión y a los que respondíamos con
una de nuestras más falsas sonrisas. Sumidos en ellos, el tiempo se paraba,
hasta que algún amigo de la puntualidad o sensatez echaba una mirada al reloj
del ayuntamiento. En ese preciso instante esa energía que seguía con nosotros
desde que salimos a la calle y que parecía inagotable se esfumaba en segundos.
A una hora inquebrantable fijada por nuestros queridos y respetados padres tocaba
la cena y, por tanto, la retirada sin rechistar hacia los hogares respectivos
se hacía inevitable, aunque solo fuera por el aprecio que teníamos a nuestros
traseros.
La plaza en una de las ferias de 1906. |
Los soportales eran
territorio ocupado por mayores que aprovechaban para ejercitarse con interminables
paseos en cualquier época del año. Nosotros solíamos resguardarnos en ellos de
la lluvia y del gélido frío invernal de aquellos tiempos.
Durante muchos años tuve
la fortuna de llevar una vida feliz en una casa grande perteneciente a la
familia de mi abuela Nemesia. Por uno de los lados daba al sagrao, enfrente de la sacristía de la iglesia y, por el otro, a un
patio que todos llamábamos el corral
y que se comunicaba mediante un gran portón, que todavía perdura, con la plaza.
Con la llegada del buen
tiempo me escabullía cada tarde saliendo como toro de toril, dejando detrás de
mí el inconfundible y estridente sonido del portón cada vez que se cerraba. Frente
a mí se desplegaba un amplio espacio salpicado de magnolios y de grandes bolas
de cemento que flanqueaban las diferentes entradas hacia su escenario central.
Sobre estas peculiares y emblemáticas esferas macizas muchos nos bautizamos con
los primeros porrazos de nuestra incipiente vida.
Tanto en la plaza como en
los comercios se sentía bullir la vida. Haciendo un ejercicio de memoria, con
la inestimable ayuda de nuestro cronista mayor Carlos de Francisco, si me
pusiera a caminar en aquella época dorada bajo los soportales, comenzando en la
proximidad del ábside románico adosado a la iglesia, me encontraría con el
comercio del Señor Ángel, con sus artículos de menaje. A este establecimiento
le pondría varios de esos likes o corazones, que en la actualidad se
utilizan para poner de manifiesto que algo nos gusta en las redes sociales. Lo
haría sin dudar en recuerdo a una familia ejemplar y muy querida por todos (ver
foto). D. Ángel era el padre de Mayita, una chica de la que muchos nos
enamoramos irremediablemente, no solo de su belleza sino también de la sublime voz
que la acompañaba y con la que nos deleitaba cada domingo en la iglesia.
La
Familia Peña a mediados de la década de los 60. Con Mayita a la derecha y en la escalera de arriba abajo:
su hermana Mari Carmen, su abuela Pilar, su madre Pilar y su hermano agachado
Alberto (Tito). El niño de la gaita es Juanjo, uno de los hijos de Emilia y
Luso y el que abraza la madre de Mayita es Tino, cuyos padres tenían una
charcutería al lado del bar Venecia. Foto: Manuel Rodríguez.
Siguiendo la ronda descubriríamos
seguidamente un amplio local perteneciente a la familia de los Burgueño que era
atendido por Dª. Emilita y su hermano D. Ignacio en el que se vendían telas,
prendas íntimas, etc., junto a una zona destinada a las revistas y material
escolar. Carlos me recuerda que en ese recinto varias generaciones, incluyendo
la suya, se dejaron sus ahorros para poder disfrutar de aquellos gloriosos ejemplares
del Capitán Trueno, Jabato, Pulgarcito, etc. Continuando nuestro camino nos
encontraríamos con el comercio de confección de Herminio, que luego se trasladaría
junto a la tienda de ultramarinos de Amanda y cuyo local se convertiría en
zapatería tras ese traslado. Con el paso del tiempo esa zapatería fue adquirida
por el popular Kaniska, que, como recordaréis los contemporáneos, también ofrecía
servicios de sonido y orquesta para las fiestas de los pueblos.
En la esquina se
encontraba la tienda de confección del D. Manuel, el alcalde; luego llegaríamos
a la ferretería de El Rubio; a la farmacia de D. Eusebio, padre de Carlos De Francisco, la
cual perteneció con anterioridad a D. José Garrido, el abuelo del ilustre
escritor D. Raúl Guerra Garrido. En ese caminar daríamos con la droguería de
Dª. Sara, la hermana del alcalde, en cuyo local se instaló, más tarde, el
comercio de D. José Sarmiento y anteriormente el primer banco Central que cerró y volvió a abrir años después metros más allá.
En el lugar que hoy ocupa
el banco Herrero, hace años se asentaba el Despacho Central de la RENFE, cuyo
antiguo edificio regentaba el abuelo de nuestra querida amiga Tere la Tarula, y que era conocido como don
Carlos, cuando ejercía de administrador don Arsenio. Carlos de Francisco me
apunta que cuando Omar hizo su casa, en ese mismo sitio, puso una zapatería a su
mujer, Mercedes, que luego redujo a lo que hoy es la churrería. En el resto del
local se ubicó el banco Herrero, en la actualidad, Sabadell.
La ferretería de Lucio
(Vega o Pispís) se abría paso a continuación, una humilde tienda a la que, sin
dudar le asignaría varios de mis likes
porque era atendida maravillosamente por su hermana Anuncia y su hija Ana (ellas
ya saben lo bien que lo hicieron). Le seguía una sucursal del banco de
Santander en el local que hoy es el bar de la Villa. En ese local los padres de
otro popular cronista de nuestro pueblo, el célebre Garay, ubicaron una tienda
de electrodomésticos durante poco tiempo.
Una vista general de la plaza, probablemente alrededor de 1920. |
Tras la confitería la
Golondrina (hoy Edén), aparecía la sastrería de D. Antonio García y la
carnicería de D. Manolo el Corino que
su hijo Manolo transformó en droguería tras el fallecimiento de su padre y pasar
a ser, estos dos últimos locales, la actual relojería Marcos.
Una vez cruzada la calle Ángel
González nos topábamos con el emblemático comercio de Guerra en el cual, y
según me cuenta también Carlos, Dª. Carmen, una dama villafranquina dignísima y
muy competente manejaba con destreza una preciosa caja registradora. Adosado al
Ayuntamiento estaba la Fonda de la Corina, que más tarde se llamó Bar El Aperitivo.
Después de cruzar la
calle de acceso a la Plaza Mayor desde la carretera, Amanda y Florencio
tuvieron inicialmente un bar que posteriormente transformaron en ultramarinos.
En su fachada (ver foto), D. Luis Litán exponía los carteles de las películas
que se exhibirían próximamente en su cine. Este establecimiento también se
llevaría varios likes por mi parte
como un merecido reconocimiento a Amanda, una mujer, como precisamente D. Luis calificaba
sus mejores películas, FUERA DE SERIE.
Continuará……..
Fachada
de la casa de Amanda en 1958, cuya tienda situada en el bajo, también tenía
acceso desde la plaza Mayor. Curiosamente en el primer plano aparecen unos
jovencísimos Ramón Asenjo y Pilar Fernández, mi añorada y queridísima prima Pili
acompañando a una amiga, como si el destino también quisiera jugar a este
misterioso juego llamado vida.
Un enorme placer leer estas líneas, que nos hacen recordar y meditar
ResponderEliminarGracias Pepe,que recuerdos desde la distancia, muy emocionante
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