Pepe, el cuarto de pie por la derecha, cuando jugaba en el Arenas |
Con unos días de retraso me llega
la triste noticia del fallecimiento de este amigo entrañable y un enamorado de
Cacabelos hasta la médula. La última conversación telefónica que mantuvimos el
pasado mes de febrero, me dejó la terrible sensación de ser una despedida, como
fatalmente así se ha confirmado.
Murió en Madrid a los 85 años de
edad. La infancia y los primeros años jóvenes de Pepe -Pepe Macurro- transcurrieron en Cacabelos donde sus padres
regentaban el famoso Bar América. A los
16 años se trasladó la familia a vivir a Vigo. Nunca dejó de mantener contacto
con el Bierzo y con su pueblo. Regresaba siempre que podía, incluso trabajó una
temporada en la vecina Ponferrada antes de trasladarse a Madrid para fijar allí
su residencia definitiva. En la capital de España se convirtió en un empresario de reconocido prestigio.
Su familia era su razón de vivir:
Carmina –su mujer-, sus hijos Pepín y Telmo y, estos últimos años, el pecho se
le ensanchaba al hablar con merecido orgullo de sus nietos que tantas
satisfacciones ya le proporcionaban.
Cacabelos era otro gran amor. Aquí disfrutaba con los buenos amigos que
conservaba; algunos, compañeros de los equipos de fútbol en los que militó en
los años jóvenes. Amor éste que compartía con el Atlético de Madrid. Pepe era
un colchonero incondicional y supo trasmitir la pasión por ese club madrileño
a toda la familia.
D.E.P.
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