Con el cierre de Calzados
Carballo “La Carretona” Cacabelos en general y la Plaza Mayor en particular pierden
uno de los comercios más emblemáticos de los últimos setenta años.
Varias generaciones de
cacabelenses y de pueblos de la zona se calzaron en ese establecimiento que
dirigieron Antonio Carballo García y su mujer Celia González Puerto. Era este un
matrimonio que complementaban sus personalidades a la perfección a la hora de
atender al cliente: la de Celia, acompañada por su amabilidad, dulzura y
paciencia, se sumaba la aparente seriedad de Antonio que destilaba socarronería
e ironía. Son varias y muy divertidas las anécdotas suyas que se cuentan.
Fue este un comercio en el que,
creo recordar, trabajaron hasta tres empleadas a la vez. Conchi Vázquez ha estado al cargo los últimos
años, incluso después del fallecimiento de Antonio y Celia, manteniendo la
amabilidad y seriedad –Precio fijo anunciaba un letrero del interior-, emblemas
de la casa. Se abastecía de un gran
almacén situado en la calle Santos Rubio y contaba con un viajante –hoy se
llamaría delegado comercial- que se encargaba de visitar a clientes de la
provincia y otras limítrofes.
Imagen de 2016. La liquidación total anuncia el cierre |
Seguramente muchos recordaréis
con cierta nostalgia las botas Gorila que adquiríamos allí y la pelota de goma
de regalo que acompañaba a cada par. Y quizá también tendréis en la memoria
unas pegatinas anunciando en los cristales de la puerta un calzado o medias ASTA.
Censurábamos en la niñez lo que nos parecía una falta de ortografía: don
Marcelino nos había enseñado que la preposición hasta siempre se escribe con h.
Anuncio en el programa de Pascua de 1941 |
Calzados Carballo era el nombre
oficial al que se le añadía “La Carretona”, apodo heredado del abuelo, Ángel
García, un gallego que después de recorrer cientos de ferias en una carreta
(una carretona) cargada de hilos, bramantes, botones… se aposentó en Cacabelos.
Poco a poco el paseo por los
soportales de la Plaza Mayor ha dejado de ser aquel que conocimos desde la
niñez. Uno tras otro han ido echando el candado los comercios de “toda la vida”.
En esos mismos que ahora quedan huérfanos de la zapatería, se sucedían por un
lado la frutería de Pili Folgueral, la droguería de Rafael, los comestibles de
Maruja la de Carín, Herminio y, ya en la esquina, Amanda. Por el otro lado y
después de Cruz estuvo la ferretería de Manuel Ovalle que mantuvieron abierta
sus hijas hasta la jubilación.
Ahora llega al menos una buena
noticia. En los próximos días se abrirán de nuevo las puertas de esta última –ferretería
Ovallle- con el traslado a ese local de Bicibelos.
Las estanterías repletas en otras épocas, fueron vaciándose en los últimos meses.
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