Foto en la actual avenida de la Constitución |
PETRONILA Y TERESA
Por Antonio Esteban González
Ni Teresa era Teresa ni
Petronila era Petronila para las buenas
gentes de la villa, que las veían pasear carretera arriba/carretera abajo hasta
que el mozo que habría de hacerles batir desacompasadamente sus corazones se
acercase. Y, lo que son las cosas: el mozo que hizo latir el corazón de una de
ellas, no era cacabelense y, ni siquiera, berciano. Llegó a ella lejos de nuestras fronteras, pero la vida, a
veces tiene estas cosas que uno ignora cuándo comienza a latir con más fuerza el
corazón. Y a pesar de llamarse
Petronila, en su caso, que no es un nombre romántico como para decir a una
chica: “Petronila, te quiero. ¿Quieres compartir conmigo el resto de nuestras
vidas?” Petronila, naturalmente, dijo
que sí ya que ¿qué otra cosa podía decir una moza enamorada al mozo que la
rondaba con buenas intenciones?
Tampoco la otra jovencita que
pasea del brazo de su amiga y mira con disimulo la cámara del retratista, tuvo
problemas a la hora de encontrar compañero, porque, a decir de quienes la
conocieron, siempre tuvo mucho gusto para vestir.
Su mozo despachó gasolina en
Ponferrada, en un surtidor, lo que le sirvió para preguntarle a una novia si
quería compartir ilusiones o lo que fuese, durante el resto de su vida. Y ella,
Teresa, naturalmente, dijo que sí.
Y, como decía alguien en un
programa de Televisión. “Hasta aquí puedo decir…”. O sea, no digo más. Les toca
ahora a los lectores de este cuaderno adivinar quiénes están detrás de los
nombres -nombres verdaderos- de Teresa y Petronila. Les daré un dato más:
una de ellas aún vive entre nosotros; la otra hace algún tiempo que se ha ido
de este mundo, pero sus amistades y sus familiares aún la recuerdan. ¿Las
recordarán nuestros lectores? Escriban y dígannos quiénes eran.
El ganador o la ganadora se
llevará un libro escrito por quien firma estos artículos y si es más de
uno/una, hacemos un sorteo. ¿De acuerdo? Pues hasta la semana que viene.
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