HORACIO EN ISLA MARGARITA
Por Antonio Esteban González
Ante un vaso de vino
-de buen vino, porque Horacio, hijo de bodeguero, es buen catador de
vinos- la conversación fluye con
naturalidad.
-Este vino, Horacio,
-le digo- es de la bodega
particular de José Manuel Peral, de Quilós. José Manuel hace un vino como,
seguramente, le gustaba a tu padre, sin añadiduras químicas o, al menos, sin
muchas añadiduras.
-Tienes que presentarme a ese bodeguero -responde-
.
Horacio paladea el vino y yo
aguardo por sus palabras.
-¿Sabes? El vino es una de las cosas que eché de menos en
Venezuela, aunque hay alguna región vinícola que puede llegar a producir dos
cosechas, pero no es un vino de calidad como el nuestro. Allí, si quieres tomar
un buen vino en los restaurantes, te lo ofrecen de Argentina o de Chile. Las
cepas, ya sabes, fueron llevadas desde
España y se aclimataron al país y al ciclo estacional, pero no es lo mismo.
Nuestro vino, el vino español, es distinto y éste, -levanta la copa y mira, al trasluz, el color
pajizo del blanco que degusta- este vino
es excelente. Te lo dice el hijo de un bodeguero.
Hace una nueva pausa y retoma el hilo de la conversación.
-Sí. Eché de menos el vino de El Bierzo en Isla
Margarita. –dice para sí mismo-
-Háblame de la Isla, Horacio.
-Yo ya conocía Isla Margarita, que está a media hora de
avión de Caracas y a menos de quince kilómetros del continente. Está separada
de Venezuela por cuarenta kilómetros de mar. La elegí para intentar algún
negocio. La había visitado cuando Fernando Suárez, procurador a Cortes por el
Tercio Familiar en España y, posteriormente, Ministro, estaba muy relacionado
con el Cono Sur Americano. Me contrató como Relaciones Públicas para aquella
zona y allá me fui. No ganaba mucho pero
viajaba gratis. Esa es otra historia que te contaré en otra ocasión…
-Cuéntamela ahora.
Fernando Suárez, ministro del último gobierno de Franco |
-Verás: la familia de Fernando y mi padre eran amigos,
porque el abuelo materno de Fernando había pintado las vidrieras de la catedral
de León y mi padre lo conoció casualmente en una de las visitas comerciales que
hizo a la capital de la provincia y
Fernando conocía BODEGAS GUERRA. Cuando
presentó su candidatura a las Cortes como procurador a mí se me ocurrió
empapelar mi coche con carteles en los que se veía a Fernando y pasearme por
Ponferrada en donde iba a dar un mitin, sin avisarlo. Coincidimos en
Lazúrtegui. Me preguntó por qué llevaba su propaganda en el coche y le dije
quién era: “Soy hijo de don Antonio Guerra”, porque yo, cuando hablo de mi
padre siempre digo don Antonio. Desde aquel momento nos hicimos amigos. Después
vino lo de Relaciones Públicas con él y otros asuntos que no tienen mayor
importancia.
Hace una pausa.
-Pero te iba a hablar de isla Margarita que es un estado
insular de Venezuela, el único que recibe el nombre de Nueva Esparta.
CONTINUARÁ
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