A VECES, LA PRIMERA COMUNION ERA LA ÚLTIMA
Antonio Esteban González
Y
era verdad -o es verdad- porque, a veces, se hacía la Primera
Comunión y ya no se hacía la segunda ni la tercera ni la cuarta, pero eso son
cosas que nadie puede evitar.
A
lo sumo se volvía a comulgar el día de la boda aunque yo recuerdo el caso de un
amigo mío, en Toral, que, cuando don Francisco, el cura -o don Julio, no sé- le ofreció la comunión, dijo: “Gracias, pero
no uso”.
Hoy
las cosas han cambiado. Hoy o se comulga o no se comulga. Si se comulga, las
niñas van vestidas de novia -sin perder
la inocencia- y los niños, cuando menos,
de almirante. (Creo que es más normal vestir a los niños trajes normales que
puedan usarse, después, los domingos y Fiestas de Guardar).
Quien
esto escribe vistió pantalón blanco y chaquetilla como la de los “maîtres” de
hotel o algo similar y que únicamente usé en una ocasión: el día de san
Cristóbal, acompañando al pendón parroquial. (Recuerdo -y permítaseme el recuerdo o la
nostalgia- que nos llevaron a visitar a
las amistades y estas amistades nos obsequiaban con billetes de cien pesetas,
nuevecitos, que nunca más volvíamos a ver y nos invitaban a merendar fresas con
vino y azúcar. Desde entonces odié las fresas con vino y azúcar y seguí amando
los billetes de cien pesetas.
Ese
día, también, llevábamos en las manos un libro de oraciones que no rezábamos
con tapas de nácar y un rosario, también, de nácar y nos sentíamos almirantes
de verdad, de navíos de velas desplegadas al viento de la vida y que,
precisamente, la vida hizo naufragar,
-el navío, los sueños de almirantes
y hasta la flota entera entre pecados de pensamiento de obra o de omisión-
pero la vida es así: es muy dura y, si no se lo creen, pregúntenselo a los dos
niños de la foto, que eran hermanos. Ella hacía la primera comunión y él, un
hombrecito en ciernes, miraba el futuro sin saber cuál sería ese futuro.
Eran Mundo Guerrero y su hermana Amparo.
Un
día feliz, seguramente, que, sin lugar a dudas, lo recordarán hoy. Y nosotros
con ellos.
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