Entrañable fotografía de esta conocidísima familia cacabelense |
LOS
“MELEROS”
Antonio Esteban González
Uno
no siempre está inspirado para poner pie a una foto, pero lo intenta como
ocurre en esta ocasión. Y esto es lo que ha dado de sí, hoy, el pie de la
fotografía.
Los
ancareses -como los maragatos- eran gentes de caminos largos, ásperos y
difíciles. Y también de largas ausencias del hogar. Eran gentes viajeras: se
dedicaban al comercio, obligados por los pobres rendimientos de la agricultura
en su tierra en donde es -o era- tradicional el cultivo de la berza para
preparar el caldo ancarés del que hablaremos en otra ocasión.
Posiblemente
en ese comercio - además de la cera o el
aguardiente- estaba la miel y yo no sé
si el señor Emilio o la señora Pura -los
“Meleros”- procedían de los Ancares -Candín arriba- o era algún antepasado suyo que vendía miel
y encontró en Cacabelos, -como otros- lugar oportuno para vivir y, de ahí, el
nombre de “meleros”, nombre que llevaban
-y llevan sus descendientes- con
orgullo.
Yo
no sé, tampoco, -aprovecho para
decirlo- si la palabra Ancares -permítanme la pedantería- proviene de
la palabra latina “ancarius” que
significa asno o animal de carga, que era, precisamente, el medio que tenían
los ancareses para vender sus productos, pero, sea lo que fuere, aquí tienen
hoy a Emilio y Pura, un matrimonio prolífico: once hijos: Josefa, Emilio,
Alberto y Gelita -ya fallecidos- Dolindo, Tomás -también fallecido- Pura, Suso, Amalia -muerta-
Lolo y Fermín.
Una
familia de ayer que hoy recordamos y con agrado.
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