Los dos acólitos entonando preces sobre la carroza fúnebre de la sardina |
Una sensación extraña experimentábamos los cacabelenses esta
pasada tarde del Miércoles de Ceniza al celebrar el entierro de la sardina. Esa
sensación estaba motivada porque la tradición manda concluir los festejos
carnavalescos con esa disparatada ceremonia y sin embargo este año no hemos
celebrado aún el desfile del martes, suspendido hasta el domingo por la lluvia.
Con la caída de las primeras sombras de la noche fueron
llegando a la Plaza Mayor gran cantidad de viudas y viudos desconsolados para
acompañar a la sardina en su último paseo por la calles del pueblo. En una
elegante y (casi)discreta carroza realizó este postrer viaje con el auxilio
espiritual de dos fervorosos acólitos-no confundir con colitos-que no cesaron de
pregonar plegarias por su alma.
El dolor marca el rostro de esta pobre viuda |
Por una vez en mucho tiempo-y toco madera-las únicas gotas
que humedecieron el asfalto de las calles procedían del mar de lágrimas que
resbalaban por las mejillas de los piadosos y doloridos cacabelenses asistentes
al sepelio. Seguramente los exiliados estaréis informados de las múltiples
borrascas que han azotado esta tierra los últimos meses. ¿Veinte, treinta,
cuarenta, cincuenta…días lloviendo? Ya hemos perdido la cuenta. La historia
aquella de nuestro antepasado Noé con su arca y el Diluvio Universal de cuarenta días con sus
cuarenta noches lloviendo fue unha mexada
de can (en galego que é máis doce)
si la comparamos con la vivida aquí desde el pasado mes de diciembre.
Una vez finalizado el itinerario del cortejo llegó el momento
de decir adiós a la parrocha, pero no enterrándola, como sería lo natural. En
Cacabelos, bien acomodada sobre una plataforma en llamas, se
arroja al Cúa para que sus turbulentas aguas la guíen a un mundo mejor.
Y ya se sabe: el muerto al hoyo y el vivo al bollo. Todos
los asistentes regresaron a la Plaza Mayor para dar buena cuenta de decenas de
quilos de sardinas asadas-estas de verdad, de carne y espinas-con la ayuda de
unos buenos tragos de mencía para endulzar las penas. Penas que no son muchas
porque aún no llegó el final de la fiesta: el próximo domingo se celebrará por
la tarde el desfile suspendido ayer.
Tres generaciones de afligidos cacabelenses |
La tradición seguirá porque la semilla está brotando |
Héctor saboreando la sardina con sus abuelos |
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