miércoles, 15 de agosto de 2012

Recuerdos e imágenes de Cacabelos (XII)



TOÑO EN OTOÑO

                                                                                        ANTONIO-ESTEBAN GONZÁLEZ
Porque era Otoño. Seguramente, sí, era otoño y en ese otoño estaba Toño. Toño, el Pepito, amigo de otro Toño: Toño, el Pardal. Y digo, decía, que era otoño por el tipo de ropa que usaba Toño, el Pepito: chaquetón largo y chaleco de punto que, además, estaban de moda.
Toño está apoyado en las barandillas del puente y fue fotografiado por el retratista Cipriano, como así le llamaban algunos, sobre todo aquellos que bajaban de la montaña: Cipriano, el retratista, porque, además era de ley que así le llamasen.
Los otoños en Cacabelos son -y eran- dulces como las uvas que siempre crecieron en  las viejas cepas de los altos de San Clemente o en El Castrillón o en San Bartolo o en Barrediños en donde maduran perfectamente con los últimos soles de otoño y, si los otoños son dulces  -que son dulces-  las tardes son lentas y altas hasta que el sol, perezosamente, se duerme más allá del Malvís, en Villafranca, aún más allá de Piedrafita y más allá de Fisterra y la mar atlántica.
Las gentes  -Toño, por supuesto- cuando se retrató, sabía esto y apuraba, como se apura un buen vaso de vino, los últimos días propicios, con los árboles tristes a su espalda y el Cua, manso, corriendo bajo los puentes.
Hoy, -las gentes de hoy- hemos olvidado muchas cosas y entre esas muchas cosas, hemos olvidado los otoños, el sabor de un racimo recién cortado o el sabor de la manzana Reineta o de la manzana Verde Doncella, pongo por caso y, por eso, recupero estos recuerdos  como pie de foto.
Aquellos otoños eran propicios para visitar bodegas y cantar canciones de bodega y de vino o de viñas. Toño me contaba/ cantaba una que sigue cantándose aún: "Al otro lado del río tiene mi padre una viña. Ni la cava ni la poda, vendimiar sí la vendimia" que tenía su continuación, como era lógico, en una copla de amor  -amor y vino o vino y amor-  que dice: "Subí a lo alto la Aquiana por ver si amanecía. Como era tan de mañana, imposible se me hacía levantarme de tu cama y pasarme a la mia".
Toño  -este Toño-  como su amigo del alma, el otro Toño, el Pardal, un día voló lejos, pero dejó aquí su corazón y a él vuelve  -a su nido- cuando es otoño o cuando agosto expira.

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