El inicio de la calle de Las Angustias en 2017 en una nocturna captura fotográfica.
LUGARES EMBLEMÁTICOS DE NUESTRO PUEBLO Y ALREDEDORES
19. El Camino de Santiago (La Calle de Las Angustias) (13)
Por Pepe Couceiro
Siguiendo nuestro incesante y placentero recorrido nos detenemos un instante para que nuestro amigo colaborador Roberto Carballo nos cuente una simpática anécdota protagonizada por la inolvidable y benefactora vecina de la calle de Las Angustias, Dª. Ovidia, de aquella todavía soltera, y por otro personaje muy popular en el pueblo conocido como Cachirulo:
«De Cachirulo oí contar que era una suerte de intelectual de nuestro pueblo. Era poeta y gozaba de popularidad en este arte, además de participar activamente en política.
A Dª. Ovidia los de nuestra generación la conocimos ya de mayor, pero de joven era una de las numerosas mozas cacabelenses que llamaban la atención por su belleza. Infalible a la misa diaria de ocho, no había rosario, hora santa y evento religioso al que no asistiera.
La historia entre ambos nos la refirió a mi padre, a Conchi Vázquez y a mí, Toñito Gancedo, “El Romo”, hermano de David “El Romo”, en el local de nuestra zapatería, pues aparecía por allí todas las mañanas a darle al palique.
Debían de ser los años veinte del siglo pasado y entonces, como casi siempre, la política en España estaba muy revuelta y nuestro pueblo y comarca no eran excepción. Como señalé anteriormente, Cachirulo estaba metido en política, pero muy decepcionado con ella. No recuerdo su filiación concreta.
El hecho de que Dª. Ovidia fuera beata, no supuso ningún inconveniente a los ojos de Cachirulo porque, según dicen, estaba muy enamorado. A buen seguro que este “juglar” le habría compuesto y entregado alguno de sus poemas que expresamente le había compuesto con auténtica dedicación, y también que a ella todas esas declaraciones de amor le parecieran indecorosas y muy atrevidas.
Un día, al salir Dª. Ovidia de un oficio religioso en la Iglesia de la Plaza, Cachirulo la abordó en el atrio y algo le dijo a la hermosa dama, ¿quizá una declaración de amor? El caso es que nadie oyó lo que se le dijo, pero lo que sí, en toda la plaza, el sopapo que le arreó Dª. Ovidia sin ninguna contemplación. Tras tal inesperado hecho, el hombre, dolorido, pero todavía con alma de poeta, sólo acertó a decir:
“DE TUS MANOS DE ROSA, CUALQUIER COSA”
Dicen que se alejó triste y cabizbajo y que su desengaño amoroso unido a la decepción con la política fueron las causas por las que decidió emigrar para América buscando, con la escasa esperanza que le quedaba, un mundo nuevo en el Nuevo Mundo.»
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A la Casa de Dª. Ovidia le seguía la de Dª. Marina y sus hijos, D. Fernando, Dª. Elisita y Dª. Conchita (ver fotografías).
Y en este punto, las circunstancias de actualidad me obligan a hacer un alto en el camino para dedicarle unas palabras a uno de nuestros queridos vecinos, recientemente de gira vacacional por la otra orilla; estoy hablando de José Luis Correa. Tanto José Luis como su gran amigo de siempre, Amador, el primero con 17 años y el segundo con 21, arribaron al pueblo desde su querida capital andaluza en 1963 para construir la cooperativa de Cacabelos con la empresa Dragados y Construcciones. Con la máxima ilusión de su esplendorosa juventud, su irresistible porte y el acento y la simpatía del sur en poco tiempo se hicieron al pueblo logrando seducir a dos de las más guapas e inteligentes cacabelenses: Conchita (ver fotografía) y Cruz, respectivamente. Amador nos habla de su querido compañero como una de las mejores personas que ha conocido, el más prudente y comedido de los amigos, quien poseía la secreta pasión por la escritura; a buen seguro que desde su marcha a ese lugar azul se halla imbuido en ella, dedicando las más hermosas palabras de amor a los que más ha querido, con el ansioso deseo de mostrárselas en el sublime e inenarrable próximo encuentro.
La boda de Conchita con José Luis Correa. El feliz evento tuvo lugar en la década de los 70, en compañía de sus respectivas madres, Marina (izqda.) y Carmela. Foto del archivo familiar. Las jóvenes y atractivas cacabelenses Maria José, la mujer de Manolo Rodríguez (izqda.) y Conchita, en los alrededores de 1961, en una fotografía tomada por Quico El Curioso. Foto del archivo familiar.
María José y Conchita mostrando que la felicidad y la simpatía son conceptos independientes de la edad, tratando de imitar el posado que se hicieron 56 años antes (ver imagen anterior), pero esta vez en 2017, con ocasión de la 1ª Quedada para conmemorar aniversario de Fotos Antiguas que tan exitosamente organizaron Dory y mi prima Gutis. La niña detrás de María José es Laura su preciosa nieta (hija de Cristina), la que le añade, si cabe, más simpatía y ternura a la escena. Foto del archivo de Manolo Rodríguez.
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Ya más abajo, la familia de Los Sierra, la que fuera tan importante durante los años de mi infancia. D. Gaspar, un vecino de Sobrado y Dª. Celina, quien heredó la casa de su padre el Sr. Sierra, junto a sus tres hijos, Gaspar, Eulogio y Fidel vivían en un gran edificio con una preciosa galería (ver fotografía). En esa casa participé de emociones únicas con mis carismáticos amigos Eulogio y Fidel a quienes les envío un fuerte abrazo allá donde se encuentren.
El caserón con galería que habitaron en su día la familia de D. Gaspar y Dª. Celina, junto a sus hijos Gaspar, Eulogio y Fidel en los años 60 y que, en la actualidad Ángel, el hijo del añorado e inolvidable Gelo, restaura con evidente buen gusto y verdadera pasión.
En el local colindante a la casa de Dª. Celina, donde se localizaba el bar Las Vegas, el amigo Luis Cela me recuerda que hubo una fábrica de gaseosas perteneciente a D. Ricardo Lobato (ver fotografía) donde se envasaban en botellas cuyo cierre era una canica de pito.
La calle antes de afrontar el tramo de las bellas casas adosadas al M.AR.CA. se corresponde con la del Dr. Genadio, irreconocible en la actualidad en relación la que disfrutamos de niños en la década de los 60 (ver fotografía).
La transformada calle Dr. Genadio en la actualidad que nos conduce de nuevo al barrio de la Reguera.
En esta calle también abundan casas nobles (ver fotografía), como la actual sede del M.AR.CA., en el mismo lugar donde anteriormente estuvieron las bodegas ROFEMAR (ver fotografía) y, a su lado, otro de los edicifios ilustres que engalanan algunos de sus tramos.
La casa señorial arropando la sede del M.AR.CA. en 2009, donde vivió la familia de D. José El Cartero y de Dª. Dolores y también Dª. Josefa, La Loba Marina y D. Manuel. En el bajo de la casa había un taller de reparaciones de televisiones que regentaba el Sr. Plácido, como podremos contemplar en otra imagen en el siguiente capítulo.
Trabajadores de las bodegas ROFEMAR en la década de los 60. Foto del archivo de Nieves Fernández.
Continuará………..
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