miércoles, 23 de septiembre de 2020

Imágenes y recuerdos de Cacabelos (CDXIX)

 

TENIA QUE DECIRLO…

 Por Antonio Esteban

No sé si lo escribí alguna vez. Tal vez, sí. O, tal vez, no. No lo sé. Así que, esta semana, aprovecho la ocasión y lo escribo: mi tía Carmen, que de Dios haya, quería que yo, un día, ejerciese como abogado. Mi padre la reconvenía. “El niño será comerciante como yo, Carmen” le decía a su hermana. Mi opinión no servía: yo quería ser escritor -ya en aquel entonces-  o dibujante como Manuel Gago el de los tebeos de EL GUERRERO DEL ANTIFAZ o PURK, EL HOMBRE DE PIEDRA. Finalmente, ni una cosa ni otra. Al final me quedé en escribidor de historias que, como decía alguien, nadie lee. O, sí. No sé, porque, a veces, las ideas se enrocan y no logro unir frase y frase en oraciones compuestas. Cuando lo logro, tras eliminar muchas, sonrío. He logrado un texto casi a mi gusto. Casi…

Recuerdo esto porque la foto que hoy presentamos tenía que haber tenido, -valga la redundancia-  como pie, un texto que serviría, más tarde para un ejercicio lingüístico y fallé. No hubo texto. No supe coordinar o subordinar bien las frases y todo quedó en agua de borrajas.

Aunque no se lo crean, esta foto, como todas las fotos, tiene su historia y casi cincuenta años a sus espaldas. Mucho tiempo. Medio siglo y muchas de las señoras que aparecen en ella ya no están entre nosotros. Eso es lo que han ganado. No conocieron la pandemia o ¡quién sabe…¡, tal vez hayan conocido cosas peores.

De izquierda a derecha: Lita y Gelines Quindós, las únicas supervivientes. Después Lucía Espinosa de Rosón que invernaba en el HOTEL MIRALRÍO  y, a su lado, Manuela y Maruja Quindós, madre e hija. Sentada Encarnación Ares Fouz, dama de compañía de Lucía Espinosa.

La historia de la fotografía no tiene importancia.: el banquete de una comunión en Vega de Valcárcel. Solo eso.

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