TENIA QUE DECIRLO…
Por Antonio Esteban
No sé si lo escribí alguna vez. Tal vez, sí. O, tal vez, no. No lo sé. Así que, esta semana, aprovecho la ocasión y lo escribo: mi tía Carmen, que de Dios haya, quería que yo, un día, ejerciese como abogado. Mi padre la reconvenía. “El niño será comerciante como yo, Carmen” le decía a su hermana. Mi opinión no servía: yo quería ser escritor -ya en aquel entonces- o dibujante como Manuel Gago el de los tebeos de EL GUERRERO DEL ANTIFAZ o PURK, EL HOMBRE DE PIEDRA. Finalmente, ni una cosa ni otra. Al final me quedé en escribidor de historias que, como decía alguien, nadie lee. O, sí. No sé, porque, a veces, las ideas se enrocan y no logro unir frase y frase en oraciones compuestas. Cuando lo logro, tras eliminar muchas, sonrío. He logrado un texto casi a mi gusto. Casi…
Recuerdo esto porque la foto que hoy presentamos tenía que haber tenido, -valga la redundancia- como pie, un texto que serviría, más tarde para un ejercicio lingüístico y fallé. No hubo texto. No supe coordinar o subordinar bien las frases y todo quedó en agua de borrajas.
Aunque no se lo crean, esta foto, como todas las fotos, tiene su historia y casi cincuenta años a sus espaldas. Mucho tiempo. Medio siglo y muchas de las señoras que aparecen en ella ya no están entre nosotros. Eso es lo que han ganado. No conocieron la pandemia o ¡quién sabe…¡, tal vez hayan conocido cosas peores.
De izquierda a derecha: Lita y Gelines Quindós, las únicas supervivientes. Después Lucía Espinosa de Rosón que invernaba en el HOTEL MIRALRÍO y, a su lado, Manuela y Maruja Quindós, madre e hija. Sentada Encarnación Ares Fouz, dama de compañía de Lucía Espinosa.
La historia de la fotografía no tiene importancia.: el banquete de una comunión en Vega de Valcárcel. Solo eso.
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