TOÑO
VEGA
Por Antonio Esteban
Toño
Vega era albañil, oficio importante, antes de ponerse de
moda las casas prefabricadas.
Ayer, los albañiles -los buenos albañiles, los que, casi,
calculaban a ojo las medidas- no necesitaban
planos para construir, por ejemplo, un alpendre. Era suficiente un metro de
madera y su experiencia y en un plis plas lo levantaban, y aún se conservan en
pie, hoy.
Toño
Vega era un albañil que siempre tenía trabajo, aunque el
trabajo fuese una chapuza. Era igual. Toño
sabía que, a veces, una chapuza era tan importante como levantar un muro
para delimitar una finca y la gente confiaba en él así que, un buen día, como
tenía trabajo, decidió mudar de estado. Tocaba casarse y matrimonió con su
novia de siempre: con Florinda, la moza que había robado su corazón porque los
albañiles también tienen su corazoncito… Florinda, además, sabía hacer una
tortilla de patatas, un caldo de berzas o planchar el traje de pana de los
domingos.
Toño,
por
si alguno de mis lectores no lo recuerda, era hermano de Avelina, madre de
Mundo Guerrero, el ebanista y hermano, también, de Angustias, de Laila, de Josefa,
de Gerardo, de Sildo, de Carola, de Rosa y de Teresa. Familia numerosa. Por
aquellos días abundaban las familias numerosas ya que hombres y mujeres
entretenían sus ocios trayendo hijos al mundo para mayor gloria de la Patria
que los premiaba con un carné de familia numerosa.
Un buen día Florinda y
Toño decidieron fotografiarse para dejar un recuerdo a sus hijos, cosa que nos
ha venido muy bien a los que tratamos de contar, en fotografías, la historia de
la villa. Y aquí están.
Sirva la imagen de hoy
para recordar al albañil Toño Vega y
a su mujer Florinda.
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