P, Luis Lago Alba |
CONFIDENCIAS,
A MODO DE TESTAMENTO, SOBRE LA VIDA, EL
AMOR Y LA MUERTE…
"Migajas
teológicas" al hilo de la celebración del XIV Encuentro de quintos del 42 al 48
Luis Lago Alba.
La “confidencia” es el acto más característico
de la amistad, decía el ilustre sabio P. Laín Entralgo. Así, pues, amigo
lector, toma estas confidencias mías sobre la vida, el amor, la muerte …y otros
temas como expresión de mi amistad.
Propongo mis
confidencias a modo de Testamento”, no a modo de “Decálogo para sesentones”
como hice otra vez, hace unos veinte años. Así titulé mis reflexiones con motivo
de la celebración de la primera fiesta de los quintos nacidos entre los años
1942- 45 en el municipio de Cacabelos, publicadas entonces en el
lamentablemente ya desaparecido semanario BIERZO-7.
Todos los quintos rondábamos entonces la edad de la jubilación; por eso el
primer imperativo del decálogo decía: “Vivid
con júbilo el tiempo de vuestra jubilación”.
Ahora somos convocados un año más a celebrar
la fiesta el primer fin de semana de agosto Varios de los participantes de
entonces no estarán presentes porque han acudido a la cita de donde no se
vuelve nunca y, pasados otros veinte años…: la fiesta habrá terminado.
No tengo autoridad
para proponer un Decálogo, sólo la amistad suficiente para ofrecer estas confidencias;
“a modo de testamento” o sea con la voluntad de ofrecer al lector mis experiencia
y reflexiones sobre el amor, la vida y…. otros temas.
Y,
como primer lector de mi texto, un consejo de lector a lector. Lee primero la
formulación de las diez confidencias – escrita en letra
negrita - dejando mis explicaciones,
mis divagaciones, demasiado largas y complicadas; si te quedan tiempo y ganas
puedes volver sobre ellas en una lectura posterior.
Ahí van, pues, mis “confidencias
a modo de Testamento”:
1.-VIVIR. Acoger la
vida con gratitud, compartirla con alegría, entregarla con generosidad.
De una vida vivida con agradecimiento surge el
impulso a compartirla en amistad y con alegría y entusiasmo, a entregarla con generosidad,
y nace la promesa y la esperanza de una vida digna, fecunda, feliz.
Se entrega la vida cada día, a Dios, a los
otros, y en el momento de la última entrega esta vida es acogida
definitivamente y transformada. Así, pues, todo comienza con la acogida
agradecida de la vida y todo culmina con la entrega confiada, esperanzada,
gozosa: “Quien entrega su vida la salva, quien la retiene para sí, la pierde”
dice Evangelio.
2.-AMAR: “Yo te acojo a ti, yo me
entrego a ti, yo te prometo”.
El
amor no es algo importante en la vida, es la vida de la vida; hay muchas
especies de amor e infinitas maneras de definirlo. Tres verbos bastan: acoger,
entregarse, prometer.
Yo te
acojo a ti con alegría tal como eres; yo me entrego a ti para que llegues a ser
lo que estás llamado a ser; yo te prometo estar siempre contigo en el camino
fascinante de la vida. Juntos subiremos
al monte del gozo; juntos descenderemos a cultivar la tierra y promover la vida;
juntos estaremos en el abismo del dolor si llega; y en la última despedida te
diré, nos diremos:” tu no morirás”. Porque “Amar a alguien es decirle: “Tú no
morirás” (G. MARCEL).
3.- CON-VIVIR: LA
FAMILIA, el hogar: vivir con los otros, por y para los otros.
Vivimos con
los otros compartiendo lo que somos y tenemos; por los otros, somos como somos gracias a ellos; para los otros, colaborando con ellos
para que lleguen a ser lo que están llamados a ser.
En la familia comienza la vida y es la
escuela donde se aprender a amar y a vivir.
En ella se viven las formas fundamentales de amor.
Amor conyugal: Dos personas extrañas, hombre y
mujer, se encuentran y se descubren llamadas a compartir la vida, a unirse tan
íntimamente los dos que se hacen una sola carne y así y acontece el milagro:
aparece una nueva vida, una tercera persona es procreada, no producida.
Amor de los padres: Amor entrañable, incondicional, de la
madre, que dice al hijo: hagas lo que hagas, seas como seas, yo te seguiré
queriendo; amor exigente del padre que advierte: te quiero, pero debes atenerte
a las consecuencias de tu conducta.
La fraternidad: el inicial amor narcisista e interesado de los
hermanos se transforma en amistad fraterna: amor dadivoso y recíproco, vivido
como comunión afectiva y solidaria.
Amor de los abuelos que disfrutan de una nueva etapa de
su vida acompañando y cuidando a sus nietos, amor de los nietos que escuchan gozosos los relatos de los abuelos y tratarán
de realizar las ilusiones y los sueños que ellos les trasmiten.
Recitando el “Padre nuestro” en
familia descubrimos y somos iniciados existencialmente en el misterio del amor
y de la vida: Dios, que es amor y es Padre, y Madre, nos amó, nos ama, primero
y nos comunica la vida de hijos; existimos y amamos porque hemos sido amados
primero, sólo amando llegamos a ser plenamente humanos, y esperamos la victoria
definitiva del amor sobre el desamor, el pecado y la muerte.
Colaborando familia, la iglesia y la
escuela, y la calle, el niño va siendo introduciendo en la gran familia de la
humanidad: va formándose su personalidad, desarrolla sus facultades y descubre
los valores :“ Educar a una persona es entusiasmarla por los valores” ( E .Rojas)
4. – CON-VIVIR: EL
MUNDO, la casa de la fraternidad universal.
“Que no te deje indiferente la
alegría ni el dolor de la gente”.
La vocación de
todo hombre es convertirse en ciudadano y hermano, atento y responsable
de todos los habitantes de la tierra.
El amor humano y la caridad
cristiana descubren y desarrollan una dimensión social y política: la voluntad
de transformar el mundo en la gran casa de la familia humana, transformar la
sociedad, sus leyes e instituciones, de manera que todo ciudadano vea
respetados sus derechos fundamentales, le sean ofrecidos los medios y
condiciones para un desarrollo personal integral y pueda hacer la experiencia
de que la vida, su vida, merece ser vivida. Surge así la fraternidad universal inseparable
de la igualdad y la libertad, fuerzas motoras de la justicia y la paz.” La
solidaridad es el nuevo nombre de la paz” (Juan Pablo II).
5.- FELICIDAD, FECUNDIDAD, FIDELIDAD: nunca las
separes, pues la realidad termina uniéndolas (casi) siempre.
Existe en todo ser humano un anhelo
primordial de felicidad: más que un deseo es una promesa y una esperanza
constitutiva del espíritu humano.
La fecundidad y creatividad humana
es fruto de la diligencia y de la fidelidad del ser humano a su vocación, a los
valores en que cree y a las personas que ama. Y esa fecundidad es parte
constitutiva de la felicidad presente, siempre relativa, y promesa de una
felicidad plena en el futuro.
La fidelidad es, pues, la semilla que sembramos cuyo
fruto es la fecundidad y la felicidad
.
6.-LAS HERIDAS Y SU BÁLSAMO:
Sea tu bálsamo el agradecimiento y el perdón, jamás el resentimiento.
“El otoño siempre hiere” (R.
Guerra Garrido); en realidad hiere, o puede herirnos, cualquier tiempo, cada
momento que vivimos y “Cada uno esconde en su mundo íntimo su mejor instante, y
su hora más terrible” ( E. Evtuchenko)
Somos frágiles y vulnerables:
buscamos el cariño y las caricias, pero también encontramos en los otros y en
nosotros la indiferencia, la agresividad, el rencor, la incomprensión y la violencia
que nos hieren.
El resentimiento, el rencor
envenena el corazón y mata la vida, no puede, pues, aliviar el dolor de nuestras
heridas ni eliminarlo; sólo el perdón, el perdón ofrecido y el perdón
implorado, nos reconcilia, sana el corazón y renueva la vida. El perdón
auténtico va siempre acompañado del buen propósito y el mandato correspondiente:
no hagas daño, no hagas más pesada la carga difícil de la vida a tú prójimo.
En la oración cristiana después de pedir el
“pan nuestro de cada día” para poder vivir, inmediatamente pedimos, y
ofrecemos, el perdón para convivir como hermanos, hijos del mismo Padre.
“Gracias a la vida que me ha dado
tanto”: deberíamos saludar la llegada de cada nuevo día con un canto de
gratitud; el agradecimiento por el
regalo, por los regalos de la vida, es la raíz y el impulso del “per-Don” que
anula las deudas, que cura las heridas.
6.- SER Y TIEMPO: Cultiva tus recuerdos y vive de la esperanza, y de la
paciencia.
“Quien
espera el triunfo de la justicia o la venida de Jesucristo a la tierra vive más
intensamente que quien no espera nada (A .Moravia). La esperanza como pasión de
un futuro mejor transforma y enriquece la vida, la eleva. Se dice de la
esperanza que es la virtud, o la pasión, propia de la juventud, pues el joven
tiene mucho futuro por delante y mucha energía interior para transformar el
futuro, mientras que el anciano estaría condenado vivir del recuerdo.
Re-
COR- dar es como dar siempre de nuevo nuestro corazón a las personas que queremos
acogiéndolas y recogiéndolas tiernamente en él, y es revivir en este instante los momentos de la vida que
merecieron ser vividos y que alcanzan así una nueva actualidad, alcanzan su plenitud.
Cultivar los recuerdos significa reavivarlos transformándolos no en nostalgia
de la vida pasada sino en esperanza, en la esperanza básica de que todo lo que
hemos vivido es sólo una promesa de una plenitud en nuestro futuro y en el futuro absoluto de Dios.
Así
pues toda vida, la del joven y la del anciano, se enriquece e intensifica con
el recuerdo y la esperanza. Y no está el
hombre en el otoño de su vida condenado a vivir de sus recuerdos mientras el
joven vive de la esperanza; más bien la esperanza entusiasta, impaciente e
idealista del joven si es auténtica está destinada a transformarse en el
anciano en esperanza paciente, magnánima y perseverante.
La esperanza es inseparable de la paciencia, ”que todo lo alcanza”, o son la misma
dama con vestidos diferentes: “La
paciencia es la esperanza vestida de diario, la esperanza es la paciencia
vestida de fiesta”: no está mal el dicho.
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Y
ahora una divagación: puedes ahorrártela, amigo lector.
Recordar y esperar son dos formas diferentes
de vivir nuestra temporalidad, el tiempo constitutivo de nuestro ser.
“Somos
el tiempo que hemos vivido”, piensa el anciano, cargado de años y se sumerge en
el recuerdo de los buenos momentos vividos. “Somos el tiempo que nos queda” proclama
el joven rebosante de energías y de esperanza y concluye: la mayor generosidad
con el presente y el pasado es entregarse con entusiasmo al futuro. “Somos el
tiempo del momento presente”: el pasado se ha ido, el futuro no llegó todavía. Vive
con intensidad el instante presente: la mayor generosidad con el pasado y el
futuro es entregarlo todo al presente, enseña el sabio.
6.- VIVIR Y MORIR: pre-morir, renacer:
Recuerda que vas a morir, vive intensamente.
“Nuestras vidas son los ríos que van a
dar en el mar que es el morir” (Jorge Manrique)
La muerte
siempre está cerca, a un solo paso: “Puedes morir hoy, en este instante quizá.
Por eso: vive este día con ilusión y entusiasmo como si fuera el primero de tu
vida, con seriedad y responsabilidad porque puede ser el último, con intensidad
como si fuera el único.
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(Y ahora divagamos de nuevo): Esta noche
duérmete pensando que tu sueño es como una pequeña muerte: se cierran los ojos
y desaparece la luz que contemplaste por primera vez en el momento de nacer; será
como pre-morir; mañana tus ojos,
abiertos de nuevo, contemplarán otra vez la luz de este mundo: será como un
renacer o como un resucitar. Y llegará una última noche y te introducirás en su
oscuro seno pero le seguirá un nuevo y definitivo despertar: será la
resurrección, renacer a una vida nueva, transformada, Mientras tanto escucha y
medita el mensaje: “Con la muerte la vida no termina, se transforma”.
Dormir y despertar son
símbolos que nos posibilitan una especie de experiencia, simbólica, del pre-morir,
renacer y resucitar. También, o sobre todo, la muerte de los seres queridos. Cuando
muere uno de ellos desaparece de nuestros ojos su figura, termina su
apariencia, su aparecer visual y, a la vez, su presencia interior, que siempre
nos habitaba por el amor, se renueva radicalmente, se hace infinitamente más
intensa, más profundamente interior y, por otra parte, nosotros comenzamos, a
habitar de forma nueva en el mundo del
absoluto misterio a donde pasan a morar definitivamente las personas amadas al
morir. La vida no termina, se transforma: de manera definitiva la vida de los
que abandonan esta tierra; de manera nueva e incipiente la vida de quienes
permanecemos unidos a ellos por el amor.
9._DIOS CON NOSOTROS: creer, esperar,
amar. Reserva cada día un instante para Dios.
Dios es el fondo, la cumbre y el
horizonte último de nuestras aspiraciones infinitas y relaciones profundas. El hombre es un ser
de relaciones, creado para el encuentro: se realiza plenamente en la apertura y
encuentro con otro tú personal cultivando las actitudes de acogida y entrega mutuas. Dios es el Tú personal
absoluto en cuya acogida y entrega mutua el ser humano alcanza la plenitud de
ser.
“Superior summo meo, intimior
intimo meo” escribió san Agustín: totalmente por encima de lo más elevado
en mí; más interior e íntimo que lo más íntimo mío. Dios, absolutamente
trascendente y lejano, se hace presente en todos nuestros instantes invitándonos
a gozar de su presencia amistosa e íntima. Eso es la verdadera religión:
“ligar”, religarse amistosamente con El, experimentándonos religados a quien es
el fundamento y el impulso y horizonte de todas nuestra aspiraciones y
relaciones, porque cada relación con un tú humano evoca el Tú eterno y desemboca
en Él. Por eso la verdadera religión hace que aflore lo mejor que se esconde en
el corazón humano. ………..
(Comienza otra divagación): A quien escucha su voz interior, Dios
le dice: Yo soy tu Dios: no temas, confía: eres aceptado: yo soy tu pastor, tu
aliado, tu Padre y amigo. Yo te acojo como hijo bien amado en mi Hijo
unigénito, y si te comportaras como un hijo pródigo, confía: mi misericordia es
infinitamente superior a prodigalidad. Yo me entrego a ti: te entrego a mi Hijo
para que puedas ser hijo en el Hijo, y te entrego a mi Espíritu, para que derrame
mi amor en tu corazón, transforme tu ser, y puedas amar como eres amado y entres
en la comunión de vida t del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Yo prometo acoger tu entrega cada día y
última entrega y así podrás contemplarme cara y ver lo que el ojo humano nunca vio:
la gloria de Dios y tu propia gloria. Y
el creyente cristiano responde a Dios, con su voz interior: Yo te acojo y
reconozco como mi Dios, mi creador, salvador, aliado, amigo y acojo tu creación
y tus creaturas, a todos los hombres como hermanos como hijos tuyos; yo me
entrego a ti a tu creación, a Tu Hijo, a tus hijos; yo te prometo y espero
abandonarme confiadamente a ti ahora y en la hora final ……………………………………………………………………….
Por la fe reconoce y
acoge el hombre a Dios como Padre en Jesucristo y acepta las promesas y
exigencias de su amor. La caridad es comunión afectiva de amigos entre Dios y
el hombre: el creyente comienza a amar como Dios ama y se convierte en testigo
e instrumento por medio del cual el amor de Dios se hace presente, manifiesto y
activo en el mundo. Por la esperanza tiende el creyente hacia la plenitud de la
fe en el encuentro cara a cara con Dios, hacia la plenitud de la Caridad en la
comunión definitiva con Dios.
10.- CELEBRAR. ¡Es
Domingo, el día más luminoso, más hermoso: ” De su hoguera brilla toda la
semana”. (Himno de Laudes): (
No) trabajar, descansar, celebrar.
El hombre trabaja durante la semana: cultiva la tierra, transforma
el mundo, promueve la vida y así desarrolla sus facultades, se realiza y
perfecciona como persona, y gana el pan “con el sudor de su frente”
El Domingo el hombre descansa y goza de su ocio y tiempo libre. No
transforma el mundo, lo contempla y se extasía con su belleza, redescubre el
rostro de sus seres queridos: juega, canta, danza: se “recrea” con la belleza
del mundo y de alguna manera se recrea a sí mismo.
Y el domingo el hombre CELEBRA: ¿Qué haces poeta? Celebro”, responde R.
Mª Rilke. Todo hombre es poeta: vive poéticamente cuando embriagado por la
belleza del mundo, alaba, agradece y bendice. Homo oeconomicus que trabaja, homo
ludens que juega, el ser humano es también el hombre festivo que celebra.
En la liturgia cristiana la
celebración culmina en la comunión:
escuchando la palabra y comiendo el pan
de vida el hombre entra en una especial comunión de vida con Dios y con los hombres: con los
miembros de la pequeña comunidad local que celebra, con la familia de la Iglesia universal, con toda
la humanidad que es la familia de Dios, también con los hermanos que pasaron
por la muerte hacia la casa del Padre que celebran ahora la liturgia celeste: nuestra
liturgia eucarística es sombra y símbolo, una participación misteriosa de la
liturgia celeste.
La comunión de la Iglesia en la
eucaristía y la misión en el mundo. La comunión de los corazones y la solidaria,
fraterna, comunicación de bienes es lo que constituye la primitiva comunidad
cristiana donde “todos tienen una sola alma y un solo corazón”, comparten la
mesa y la vida de manera que “no hay necesitados entre ellos”, y así la pequeña
comunidad que celebra se convierte en germen, símbolo y anticipación de la nueva humanidad reconciliada, transformada,
solidaria, fraterna. La misa celebrada en la Iglesia se prolonga en la misión
en el mundo ( Hch. 2,42-44ss; 4,32-36).
Luis Lago Alba
Salamanca: luislago@org
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