jueves, 19 de enero de 2017

Imágenes y recuerdos de Cacabelos (CCLIV)



Obras de encauzamieto y construcción del paseo


EL CÚA, AYER
Por Antonio Esteban González
Nace el Cúa en las altas breñas de Fornela o Forniella, entre nubes y nieves  -leo en la web vegadeespinareda.com-  a la sombra de los capudres, árbol también llamado serbal de los cazadores y azarollo, perteneciente a la familia de las rosáceas y nace a la sombra de abedules, madroños, acebos y carqueixas que, según el padre Sarmiento es planta medicinal eficaz contra los catarros y bronquitis.
Y nace en la Fuente del Romero, cerca del pueblo de Guímara y del puerto de Cienfuegos, entre León y Asturias, en una campa cenagosa donde crece el algodón de los pantanos, un junco delicado y en peligro de extinción.
Desde su nacimiento serpentea entre riscos y vaguadas formando el valle de Forniella  , Fornela en dialecto berciano, un dialecto que estudió Dámaso Alonso.
El caudal del Cúa aumenta con el agua de arroyos como el Couso, el Fervienza, el Vagal Verde, el Fresnedo o el Río del Faro.
Aguas abajo de Espanillo y antes de llegar a Quilós se une con el Ancares y tras sesenta y un kilómetros desemboca en el Sil entre Toral y Requejo.
En el Cúa podemos encontrar la trucha arco iris, uno de los pocos hábitats de este ejemplar y, además, la boga del Duero, el gobio, pez que carece de vejiga, la rana patilarga, el cangrejo, el martín pescador, la garza real, el cormorán grande, el mirlo de agua o la nutria, animal que este escribidor vio en alguna ocasión cercana a los sauces que bordean sus orillas.
El Cúa también es un río que bajó oscuro, casi negro, durante muchos años. Arrastraba carbón que era recogido en sus orillas por gentes de la villa que se ayudaban de la recogida de carbón para vivir. Entonces era un río triste. Ahora es un río diferente. Un río que sigue acunándose bajo los arcos de nuestra puente.

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