SAGRARIO
Por Antonio Esteban González
Hemos perdido muchas cosas y,
entre esas muchas cosas, -por citar una-
, diré que hemos perdido, por ejemplo, bautizar a nuestras hijas -quienes tengan hijas- con el nombre del santo del día.
Hoy pocas niñas reciben, con las aguas del
bautismo, el nombre de Anuncia o de Ascensión o de Pascua. O el nombre de la
abuelita, que casi era obligatorio: Virginia, Rosaura, Rogelia, Esperanza o
Teresa o nombres del calendario religioso como Regina, Adoración o Cruz
Hemos pasado del nombre clásico
María o
María Jesús o María de las Nieves
o María Antonia a Yurena, Ainhoa o -¡asómbrense¡- Penumbra. Yo he visto en un centro comercial
de Ponferrada a una empleada que respondía al nombre de Penumbra.
No puedo olvidar aquí a Carracedo, el pueblo de los nombres
imposibles en donde nos encontramos, tal como dejé escrito en mi libro
CARRACEDO, AÑOS CINCUENTA, con nombres
como: Gorgonio, Hildegundes, Benilde, Donilio o Universo.
Afortunadamente aún quedan
nombres que nos recuerdan otros tiempos como el de la novia cuya foto de boda traemos a las páginas de nuestro
cuaderno: Sagrario o Sagrarín que así se la conoce en la villa.
A fuer de sincero debo decir que
he visto pocas fotografías en donde aparezca una novia tan guapa como la de
esta semana y, si se me permite decirlo, tan emocionada como Sagrario, el día
de su boda con Toño que fue -hay que
decirlo- un día hermoso para ella, para sus familiares y para sus amigos.
Me gusta esta fotografía por un doble
motivo: es una foto de ayer con toda la dulzura de una novia y con toda la
seriedad de un novio y, sobre todo, con el sonido agradable de un nombre que se
ha olvidado en los bautizos: Sagrario.
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