miércoles, 1 de junio de 2016

Imágenes y recuerdos de Cacabelos (CCXXII)


Pepe Couceiro e Isidro Canoniga años ha


EL FOTOGRAFO FOTOGRAFIADO
 Por Antonio Esteban González
Juanito Valderrama escribió la letra de EL EMIGRANTE, en la servilleta de un restorán de Ponferrada. Lo sé, porque él mismo me lo contó en Lugo en el Hotel Lugo S.A., una tarde, antes de debutar con su espectáculo en el Gran Teatro y  conservaba la servilleta en su casa.
Ignoro  en donde puso palabras a MI PRIMERA COMUNIÓN, musicada por el  maestro Rescolles. Esta canción sonó  muchas veces en las emisoras de radio, durante el mes de mayo, cuando los niños vestidos de almirantes sin naves y las niñas de novias con galas imperiales, importantes para los papás y las mamás. Galas  impropias, pienso, como lo era el banquete  y  la parafernalia que oscurecía el verdadero acto en sí: comer el Pan de los Ángeles, como si los ángeles, que son espíritus puros necesitasen pan para alimentarse. Después, durante el banquete   Radio Juventud de Ponferrada  dedicaba MI PRIMERA COMUNION  a Pepito Pérez, de parte de sus padrinos Araceli y Juan y sus primitos Loli, Chari, Robertito, Claudia y Josemi y de los abuelitos José Ramón y Margarita y ya, al final, cuando los niños habían comido el helado de chocolate y la gente mayor se descorbataba, contaba chistes verdes y fumaba  puros con la voz, al fondo, de Valderrama se escuchaba aquello de “Un coro de serafines / hay en el Altar Mayor / que está mi niña tomando/ la primera comunión//. Ninguno de los comulgantes habíamos visto al coro de serafines, ni siquiera los monaguillos, pero nos lo hacían imaginar.
A mí, personalmente, me vistieron de blanco con corbata de lazo y zapatos  de charol  -que yo ensucié tan pronto como pude- y al terminar el banquete en el que degusté, por vez primera, “mortadela” me llevaron a casa de don Jacobo Hoëltz y de doña Juana que me dieron un billete  de cien pesetas que no volví a ver y me emborraché  -dentro de lo que cabe-  con fresas, vino y azúcar y de esta forma llegué a la Iglesia para recibir el diploma de Primera Comunión.
Así eran, hace años, aquellas primeras comuniones  -para algunos la primera y la última-  que, por lo demás, en poco se diferenciaban de las de hoy. Mucha parafernalia y poca religiosidad.
En la foto de hoy, vemos a un niño que, pasados los años, fotografiaría muchas primeras comuniones: Isidro, o sea, Sidrín, el fotógrafo, acompañado de Pepe Couceiro, los dos con caras de circunstancias porque, a lo mejor habían dejado, sin confesar, algún pecadillo sin importancia y les remordía la conciencia. Pecados que nos parecían mundos y que nos agobiaron durante algún tiempo, pero que no dejaban de ser pecadillos que uno mismo podía perdonarse con agua bendita: “Con esta agua bendita/ que tomo en mis manos / sean perdonados/ mis delitos y pecados//
La foto tiene muchos años, pero la primera comunión sigue celebrándose en el mes de mayo, como siempre.
Es una foto, como otras muchas, para recordar.

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