RETRATO DE CURA CON SOTANA, MEDICO CON CORBATA Y SEÑORITA
Por Antonio Esteban González
Los curas, antes, vestían sotana, que era prenda incómoda,
pero obligatoria. Recuerdo, a este respecto, un concurso que organizó, allá por
los años sesenta, EL ALCAZAR, un diario madrileño que murió cuando la libertad
comenzó a ser libertinaje.
EL ALCAZAR convocó
-decía- un concurso para dar
nombre al traje que comenzaban a usar los curas, dejando a un lado la sotana:
constaba de chaqueta, más o menos oscura, pantalón y una especie de camisa negra
o gris con alzacuellos blanco. EL ALCAZAR pidió a sus lectores que se
pronunciasen para bautizar aquel traje: ganó una palabra que a mí,
personalmente, no me gustó: “clergyman” y no me gustó, porque a aquel concurso yo había mandado una
palabra que, evidentemente, no tuvo éxito: “vestheomo”, que procedía de
“vestido”, “Theo” (Dios, en griego) y “homo”, hombre, en latín o sea, “vestido
del hombre de Dios”. Demasiado complicado.
Don Celso nunca llegó a vestir, creo, “clergyman”, ni
siquiera en momentos como este en que degustaba una merienda en la oficina de
Jesús Gallego, padre. (Don Santos, por su parte, médico al que acudían los
cacabelenses para buscar remedio a sus males y de grato recuerdo, lucía
corbata).
Lo que yo no sé es qué hacía en esa merienda Maruja
“Cataña”, en compañía de un sanador de almas y un sanador de cuerpos, a no ser
que la hubiesen invitado a merendar para dar realce al evento.
La sotana de don Celso, más que la corbata de don Santos, me
ha dado pie, hoy, a este comentario del que no he quedado satisfecho, pero
sirva, como pie de foto.
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