EL PODER DE LA MIRADA
Por Antonio Esteban González
Hay miradas que lo dicen todo y que expresan, mejor que lo
que pudieran expresar las palabras
-valga la redundancia- las
palabras más expresivas. Quiero decir que la mirada de Ramón o la mirada de
Carmen son lo suficientemente expresivas. No hacen falta palabras. Por eso
dicen los periodistas gráficos y todos aquellos que nos dedicamos a juntar
letras que una imagen vale más que mil palabras. Yo diría aún más: una mirada
vale más que diez mil palabras o que las palabras que pueda contener un
Diccionario y esta foto es prueba de ello. Uno podría haber titulado hoy, la
sección, con este título: DOS MIRADAS y mis lectores se hubieran ahorrado leer
los cuatro párrafos
Fíjense en los semblantes: tanto Carmen como Ramón parecen
embelesados -embelesar es un verbo que
significa cautivar con los sentidos-
Carmen con los ojos entrecerrados y la mano apoyada en el pecho de
Ramón, como era costumbre entre novios porque, cuando uno no era novio de la
chica y la sacaba a bailar, ella le decía: “¡Cuidadito…¡.¡Que corra el aire…¡”.
¡Que corra el aire…¡”. Y tenías que separarte. En el caso de Carmen y Ramón,
no.
Carmen, muy elegante y como era habitual en las chicas de
ayer, llevaba una medalla al cuello y unos pendientes modernos y Ramón, con su
traje y su corbata a cuadros haciendo juego también muy a la moda.
La verdad es que Carmen y Ramón -o Ramón y Carmen- forman una bonita pareja que, como otras
muchas parejas de ayer, se dejaron fotografiar en un baile y que, al final, se
casan y como ayer, también, fueron felices y comieron perdices y a mí no me
dieron porque no quisieron.
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