Roberto vistiendo el último mono |
Roberto González Valcarce, Motos Roberto, se jubila después
de más de cincuenta años dedicado a la reparación de bicicletas, motos y pequeña
maquinaria agrícola. Más de cinco décadas han pasada desde que Roberto, recién
cumplidos los trece años, se iniciase como aprendiz en el taller que tenía el
fallecido Ángel Sarmiento, Gelo, en los bajos de la casa del Pesquero de la
calle Carnicerías(posteriormente ocupados por Banco de la Coruña, luego Banco
de Bilbao y, ya en una nueva construcción, por La Caixa). Gelo trasladó el
negocio al local donde actualmente se encuentra establecida confitería La Golondrina y a su lado continuó Roberto formándose profesionalmente.
Encuentro a Roberto a la puerta de su taller con el típico
mono de trabajo, la funda que dicen algunos, y que ahora cuelga
definitivamente. Habrá mañanas que sin
darse cuenta baje de su vivienda a abrir el negocio. Son muchos años al pie del
cañón. Cuántos pinchazos, cuántos monos gastados desde aquel comienzo:
-Era la forma que
había entonces de aprender un oficio. Entrabas de chaval para ir aprendiendo
poco a poco, me explica.
A este chaval le llegó la hora de aprender otro oficio, el
militar. Y para tierras segovianas se fue para realizar el servicio militar y cumplir con la Patria, así se decía entonces,
en la Academia de Artillería.
A su regreso a Cacabelos se reincorporó al puesto de trabajo
por poco tiempo. Su matrimonio y la falta de acuerdo con las condiciones
laborales empujaron a Roberto a instalar un taller por su cuenta.
-Alquilé el bajo de la
casa del Marujillo, al lado de la Autoescuela Unión en la avenida de Galicia. Abrí
en el año 1972. Allí estuve hasta el
90, que fue cuando me vine para las Angustias.
Estamos en el interior de su ya clausurado negocio y le pido
que recuerde los talleres de bicicletas que hubo en Cacabelos.
-Los más antiguos
fueron el de Ubaldo(padre de Ubaldo Santín, pulpería Ubaldo) y el de
Mediavilla. Luego vinieron los de Gelo Sarmiento, Alfonso El Guarni, Coneja, el
mío y, poco tiempo, uno en la calle de los Peregrinos.
Me llama la atención que actualmente nadie continúe su
profesión en nuestro pueblo. Desde mi punto de vista, ajeno a este negocio, le
manifiesto mi extrañeza y más en la situación actual con tanto paro.
-Es muy complicado
ahora este negocio. Hay que reparar muchas marcas de bicicletas, motos y demás.
Las ventas se hacen muchas por internet y en las grandes superficies. Luego,
sí, vienen a que tú hagas las reparaciones para las que no hay recambios. Yo he
salido adelante reparando muchas motosierras, máquinas de jardinería y motos,
pero soy de los pocos que lo hacen. Uno que empiece ahora tiene que poner una
tienda con buenas condiciones y exige mucha inversión. Yo creo que el futuro
está en formar cooperativas, en una palabra, asociarse.
Antes se reparaban
muchas bicicletas y motos. A mí me ha venido muy bien el asunto de las máquinas
agrícolas para mantener bien el negocio.
Foto nostálgica: Roberto protegido por El Niño y Charli |
-¿Cuándo comenzaste a trabajar había tantas máquinas?
-No, al principio
solamente había reparación de bicicletas y luego alguna moto. Las máquinas
llegaron más tarde a medida que la gente se fue mecanizando para realizar los
trabajos del campo. Todos nos fuimos adaptando.
Le comento que él aprendió a reparar bicicletas, pero de
motores nada sabía.
-Las mismas casas que
me suministraban el material hacían cursillos. Íbamos con los gastos pagados y
así nos poníamos al día.
Durante todos estos años Roberto ha sido testigo directo de
los cambios y vicisitudes afines a su negocio. ¿Cuál era la reparación más
corriente y qué precio tenía?
-Lo más normal era
reparar pinchazos. Poner un parche costaba 20 céntimos de peseta(0’002€) y hoy
se cobran 3 o 4 euros. Entonces las cámaras se reparaban muchas veces. Además
muchas veces no las encontrabas nuevas. La necesidad obligaba.
Los primeros pasos en el taller de las Angustias |
No había tantas
bicicletas como ahora, pero eran el medio de transporte de muchos obreros que
iban a trabajar a Ponferrada a la Térmica o a la Minero, también a Toral, a Cosmos.
Luego llegaron los
ciclomotores en los años sesenta que vendíamos y reparábamos. Un ciclomotor
podía costar 9000 pesetas(54€).
¿Se pagaba al contado?
-Casi todo se financiaba,
pero no por el banco, llegabas a un acuerdo con el cliente y pagaba
mensualmente o cuando podía. Venía por el taller y te daba lo acordado. Hoy
sería imposible. Ahora todo va por el
banco, el nivel de ventas es mayor y no tienes capacidad financiera para
soportar las deudas.
¿Habría “pufos”?
-Bueno, ya sabes, los
clásicos. Algunos “se olvidaban” de pagar y otros es que de verdad no podían. Pero
generalmente la gente era buena pagadora. Nada más cobrar en la empresa o la
cosecha venía con el dinero.
La forma de vender y el trato con el cliente también han
evolucionado. Roberto recuerda:
-Había mucha
confianza. Muchas veces te encontrabas con alguien por la calle y te decía: te
voy a mandar al chaval a comprar una bicicleta que no pase de tanto y ya pasaré
yo a pagar. Otras veces la deuda te la pagaban en el bar cuando coincidías con
alguno tomando unos vinos o vendías una moto delante de la barra sin pasar por
el taller. Era un trato más personal.
Muchos años, muchos clientes, muchas historias que contar.
Ahora comienza una nueva etapa que Roberto tiene ya bien planificada: paseos en
bicicleta(no podía ser de otra forma), cuidado de la finca donde dice
entretenerse mucho, viajar, pasear…
-Y tomar un café
tranquilamente por la mañana contigo o con otros del pueblo, sin prisas.
Ojalá se cumplan tus deseos durante mucho tiempo. Por ti y
por la parte que a mí me toca.
un negocio o forma de vivir este que se pierde la verdad que dificil de entender que se acaben con las jubilaciones de gente como roberto
ResponderEliminarSe le va a echar de menos
ResponderEliminarTe lo has ganado Roberto. Ojalá disfrutes muchos años de una bien merecida jubilación. Eso sí, aunque jubilado alguna vez te tendremos que decir "échanos una mano que la bici o la moto no andan bien"
ResponderEliminarTe lo mereces y ahora a descansar y a disfrutar nos vemos.
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