
Cuando hace pocos días os contaba el origen de los magnolios de la Plaza, imaginaba la gran importancia que debió tener el interés de Celia Rodríguez para hacerlos llegar a nuestro pueblo y que crecieran solemnes frente a su domicilio familiar. Ahora descubro, gracias al recordatorio de su defunción, que bien poco pudo ella disfrutar de los emblemáticos árboles. Si se plantaron en 1939 y Celia murío en 1940, quizá ni tuvo tiempo de contemplarlos desde los balcones de su casa materna, como, pensamos, era su deseo.
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