Por Antonio Esteban
Los más ancianos de la villa aún recuerdan a aquel hombre bonachón, alto, de buena presencia y muy atento que regentaba una confitería -Confitería Lago- en los soportales de la Plaza Mayor, muy cerca de la sastrería de Antonio y en donde hoy está el bar Edén. Estos mismos ancianos que ya peinan canas, se acercaban, después de salir de la escuela, a la pastelería y pegaban sus caritas sonrosadas al cristal del escaparate en donde, perfectamente ordenados, había cañas, palmeras, pasteles de crema o de chocolate y grandes tarros con caramelos y, sobre todo, mazapanes que, seguramente Antonio Lago había aprendido a confeccionar en Villafranca -tierra de dulces- y que ahora exhibía su arte en Cacabelos junto con su mujer Esperanza con la que se había casado y sus dos hijas, una, también de nombre Esperanza y otra, María Victoria que, rápidamente habían trabado amistad con los vecinos, Pero regresaron a El Barco, en Valdeorras, en donde abrió un nuevo establecimiento. Aquí dejaron parte de su vida, naturalmente, y muchas gentes amigas que no lo han olvidado. Una foto más, nostálgica, que nos recuerda a un hombre que endulzó, en el buen sentido de la palabra, la vida de Cacabelos. Hoy lo recordamos.
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