Un hermoso rincón verdaderamente añorado correspondiente a una de las casas de La Plaza de las Flores; la que, según me comenta Luis Cela, perteneció a D. Julio El Pataquero, padre de Tila y abuelo materno de Miguel Ángel El Rubio, el gran portero de la Unión Deportiva Cacabelense. Puede observarse como nuestro reputado artista Pedro Cotado supo extraer toda su belleza en este óleo de finales de los 70. Archivo de Manolo Rodríguez.
LUGARES EMBLEMÁTICOS DE NUESTRO PUEBLO Y ALREDEDORES
19. El Camino de Santiago (La Calle Santa María) (7)
Por Pepe Couceiro
Cada uno de los pródigos y bellos rincones de nuestro querido pueblo tuvieron su máximo esplendor en algún momento de su historia, y en el caso de la Plaza de las Flores es probable que éste se manifestara con todo su apogeo en los años 70, cuando nuestro artista local D. Pedro G. Cotado supo percibir y representar el encanto de sus casas en varios de sus lienzos, tal como lucían realmente en aquellos tiempos (Ver fotografía).
Hasta no hace mucho tiempo, tanto en la preciosa Plaza de las Flores como en buena parte de los patios de las casas de los pueblos de alrededor, podíamos ser testigos de la tradicional Matanza (ver fotografía). En esta casi desaparecida costumbre invernal era habitual la reunión de familiares y amigos para echarse una mano en las numerosas faenas que esa ancestral tradición aglutinaba. Finalizada la tarea, los propietarios de los tan benefactores animales, ya de cuerpo presente, agradecían la ayuda compartiendo en un picnic familiar sus partes más sabrosas.
Con una decoración algo vintage, observamos el techo del sótano de la casa de Cusa, en el que las lámparas han sido reemplazadas por ristras de chorizos, mucho más placenteras y brillantes, resultado final de la matanza de 1995. De izquierda a derecha: Dª. Luisa, D. Alfredo, Cusa, Pepe, Manuel y Linda. Archivo de Nieves González Barrio.
Nuestra querida peluquera y colaboradora Nieves González Barrio (ver fotografía) nos relata lo que representaba para ella la celebración de la noche de San Juan en el barrio que agrupaba La Plaza de las Flores:
«La especial noche de San Juan la celebrábamos todos los vecinos en la plazuela con una sardinada con panceta y chorizos, acompañando todo con el mejor de los vinos y de postre, las consabidas primeras cerezas de la temporada y las uvas en aguardiente. Hablar de ese día es hablar de mis queridos vecinos Alfredo y Cusa, de Alberto y Luchi, de Fiña y Paco (Perejón), de las Bolañas Quilile y Chola; muchos de ellos ya en el recuerdo (ver fotografía).
Nuestra colaboradora y amiga Nieves González asomada a su balcón en compañía de su hijo Manuel y de su madre Linda en 1987. Archivo familiar.
Celebrando la noche de San Juan de 1991. 1) Luisa; 2) Juan el Mineiro; 3) Alfredo El Mineiro; 4) Paco, Perejón; 5) Pepe; 6) Miguel; 7) Chola; 8) Carmen; 9) Fiña; 10) Sara; 11) Linda; 12) María; 13) Cusa; 14) Quilile y 15) Gelines. Archivo de Nieves González Barrio.
La tradición de ese día era robar por la noche los tiestos de las casas y trasladarlos a la Plaza del Vendimiador. Recuerdo un año en el que mientras preparábamos la cena comunitaria y los demás escuchaban la tuna, un nieto de Cusa abrió el portal y le llevamos todas las plantas que tenía, tampoco se me olvidará la tremenda bronca que nos echó. Luego saltábamos la hoguera y pedíamos los tres deseos. No faltaba el toro de fuego que siempre portaba Alfredo “El Mineiro” (ver fotografía).
Imagen de finales de los 50 en el jardín del Santuario de La Angustia, el día de Pascua y debajo del palco de la orquesta donde se vendían bebidas. De izquierda a derecha: D. Alfredo El Mineiro, al lado de su gran amigo D. Francisco Couceiro; D. Antonio Asenjo, padre de Manolo El Bisi; D. Vicente Cela y su mujer Dª. Emiliana; D. Valeriano; D. Antonio, el marido de Dª. Sagrario y, en el extremo derecho, D. Maximiliano Cela.
Entre risas y charlas amanecíamos en la calle y de esa manera también evitábamos que algún jovenzuelo del pueblo se llevara nuestros tiestos. Antes de retirarnos a dormir recogíamos unos cuantos capullos de rosas que metíamos en agua y al día siguiente, nos lavábamos la cara con ella, según nos decían rejuvenecías si se hacía esa noche; también poníamos en un vaso una clara de huevo, por la mañana te levantabas para ver tu maravilloso velero; personalmente todavía lo sigo haciendo. El fallecimiento de Alfredo puso punto final a la celebración de la noche de San Juan. Muchos de nosotros esperamos que alguno de sus nietos retome esa hermosa tradición para el que siempre será mi querido y maravilloso barrio».
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Mi buen amigo Gustavo Abelaira también vivió cerca de esta plaza y, posteriormente, en la calle de Las Angustias, de la que también nos contará algunos de sus preciados recuerdos. Junto a sus padres D. Gumersindo Abelaira (Sindo) y Dª. Emilia Carballo (Milo) (ver fotografía) disfrutó unos cuantos años viviendo justo en el callejón que se ve a la derecha de la imagen del cuadro de La Plaza de las Flores.
Gustavo Abelaira junto a sus padres Milo y Sindo en la Fiesta de la Vendimia de 1982. A la derecha en alegre conversación las amigas Luli y Rosi. Archivo desconocido.
Sus recuerdos abarcan a todo el barrio, algunos de ellos indelebles en su memoria y que amablemente nos recuerda:
«Mi infancia se desarrolló al lado de la Plaza de Las Flores, en una casa con patio (corrala) en la que vivíamos 3 o 4 familias. En la plaza, aparte de Dª. Lucrecia (Cusa), Dª. Linda, recuerdo a Ilde el barbero, al que odiaba porque me daba con el mango de madera cuando terminaba. Con especial cariño recuerdo a Dª. Isidora, porque me regaló mi primera caja de bombones en mi comunión; curiosamente, años después, acabé dándole clase en Mondoñedo (Lugo) al hijo de su chófer. De esta calle me viene a la memoria la casa de D. Alberto y Dª. Luchi, donde jugaba con Luli; la de los Ruano, la de Quilile y Chola; la de Dª. Elvira y sus hermanas y la calleja del Risco, donde disfrutamos de grandes correrías y multitud de aventuras. En ese sentido siempre que me traslado a aquellos tiempos me llega el agradable aroma del tabaco en los secaderos y el dulce olor del pan recién hecho en La Espiga de Oro, donde jugaba con Susi, Luli y María Fernanda, entre otros. Mi primera pandilla estuvo formada por Alfredo, el marido de Nieves, Faustino Udaondo y yo mismo.
En nuestras correrías sin fin se forjó gran parte de nuestra personalidad y luego, con ella y por ley de vida, nos desperdigamos lejos de esos decorados y vivencias que nunca olvidaremos».
Mi amigo Víctor, hermano de Pili y Santos, hijos de D. Manuel y de Dª. Josefa, abrió el restaurante El Apostol a principios de los años 80, uno de los locales de restauración de mayor éxito del pueblo y que todavía sigue manteniendo la misma vitalidad (ver fotografía).
No podía faltar la icónica imagen del peregrino transitando por alguna de las calles, en este caso la Santa María en un verano de 2009. Al fondo, el restaurante El Apostol y más cerca, al lado de la Plaza de Las Flores, la casa de Dª. Lucrecia (Cusa) y D. Alfredo (El Mineiro).
Cuando la noche se cierne sobre esta calle, emerge una nueva perspectiva de su belleza, sin perder un ápice la que presume a la luz del día (ver fotografía).
Fotografía nocturna de las casas anteriores en dirección a la Plaza de las Flores en 2015.
Los Bolaños fueron otra de las familias ejemplares de esta calle tan llena de vida y de fluidas relaciones. Dª. Ángeles Fernández Méndez y D. Manuel Rodríguez Rodríguez trajeron al mundo a sus cinco hijos de los que solo sobrevivieron dos hijas: Mª. Ángeles Rodríguez Fernández (Quilile) y María de las Nieves (Chola) (ver fotografías), quienes marcaron un bonito período en el pueblo para la satisfacción de todas las gentes que las conocieron. La primera una gran escritora y poeta, la segunda un alma vieja que los azares de la vida encaminaron a cuidar de su hermana con el mayor de los desvelos. Bolaño, como me apunta mi amigo Manolo Rodríguez, era el apellido del abuelo paterno de ambas hermanas, D. Ramón Rodríguez Bolaño.
La agradable y bondadosa Chola (izquierda) charlando con mi hermana Pilar, en el centro, y con mi mujer Marina en 2018.
Los versos y escritos de Quilile (ver fotografía), que Chola guarda como auténticos tesoros, han sido producto del amor sentido por su padre, por su querido pueblo y sus gentes, dedicándoles varias páginas de su altruista libro Estampas y Vivencias del Siglo XX, ensalzando también el Camino de Santiago a su paso por la calle donde siempre vivieron:
Es mi pueblo tan famoso,
en pasado y en presente,
que quisiera mencionaros
una por una su gente.
Yo viví en Santa María,
en Camino de Santiago,
su Ruta es la Xacobea
y tiene ¡años y años!
Y desde mi celosía,
observo van desfilando
cientos de peregrinos
con su ruta hacia Santiago,
a caballo,
en bicicleta,
¡o caminando, caminando!
para abrazar al apóstol
en su fiesta, cada año.
Y al pasar por mi ventana
oigo que van murmurando,
hablando de nuestro pueblo,
¡y sigo y sigo escuchando!
y “…qué pueblo tan pintoresco,
qué lindo,
qué hospitalario”,
llenándonos de piropos
y ensalzando nuestro rango.
Y qué decir de los frutos,
de los que siguen hablando
“…qué cereciñas tan rojas,
qué pan tan esturruxado,
qué callos tan cocidiños,
qué pulpín y qué morapio”.
Y vive Dios que no miente,
ni se lo están inventando,
porque el vino de mi tierra,
es el mejor del mercado.
Hay vinos jóvenes,
viejos, pero de solera y rango.
Hay Mencía,
hay valenciana,
hay godello,
hay moscatel,
y hay tan alto plantel
con tan variados puestos,
que hasta un tintorro
y un cava,
que resucita a los muertos.
Y caminan y caminan,
pasando el puente romano,
saludando a la Virgen
y su bello Santuario,
y al Cristo crucificado
que inspira gran devoción,
en esa preciosa imagen
el gran Cristo del Perdón.
Y si alguno se fatiga
por su salud o cansancio,
el hogar del peregrino
proporciona su descanso.
Y así es nuestro Cacabelos,
muy alegre,
hospitalario,
y lleno de grandes amigos,
los trescientos días al año.
Con nuestras autoridades,
a todos, pues, invitamos
a compartir nuestras fiestas,
nuestro todo,
como lo hacen hoy y siempre,
los mejores ciudadanos.
Quilile leyendo uno de los poemas de su libro en 2017. Archivo de Carlos de Fco.
Chola, también me habla con mucho cariño de su padre D. Manuel (ver fotografía), de la modélica educación que ambas recibieron de un hombre profundamente honesto, quien se hizo a sí mismo regentando una tienda de calzado (ver cartel del calendario) ubicada en el local donde actualmente se halla la mercería de la amiga Cruz en la Plaza Mayor.
D. Manuel Rodríguez, un maravilloso padre para Chola y Quilile; debió serlo por los frutos conseguidos en su descendencia. Archivo familiar.
Calendario publicitario de la tienda de calzados Casa Bolaño de los años 50. Archivo familiar.
La casa actual donde vive la amiga peluquera Nieves González, según me cuenta Lita La Tarula, perteneció en su día a su abuela Dª. Victorina García y a su abuelo D. Silvino. De su matrimonio nacieron: Dª. Luisa; Dª. Manolita (ver fotografías), la maravillosa poetisa y maestra cacabelense, quién también vivió unos cuantos años en esa casa, y Dª. Maruja (madre de Cesitar, Elías, Lita, y Tere), la abuela materna de nuestra colaboradora amiga Tere La Tarula.
Dª. Manolita López en 1950. La gran poeta cacabelense al lado de su hijo Pepín, su suegra Dª. María y su segundo marido D. Enrique López. Archivo de Quique López.
Dª. Manolita muy bien acompañada por sus dos hijos: Pepín, agarrada a su brazo y Quique, en uno de los muchos homenajes que recibió tan merecidamente, en este caso en los primeros años de los 90. En esa, a buen seguro, excitante jornada también la acompañaban su hermana, Dª. Maruja, y detrás, en la puerta de su droguería, nuestra amiga y colaboradora Lita La Tarula, sobrina de Dª. Manolita e hija de Dª. Maruja. Archivo de Tere La Tarula.
Dª. Manolita escribió un 22 de octubre de 2002 el siguiente evocador poema dedicado a su amiga y vecina Quilile y que también figura en el libro mencionado:
Como un cuento
Era tu amor un fabuloso cuento
que un hada a media voz iba narrando,
y tu alma de ilusión se fue extasiando
al ver resplandecer su firmamento.
¡Ay! con qué ansia esperabas el momento
de percibir a tu puerta llamando
al héroe del cuento, que anhelando
tus besos se acercase a ti sediento.
¡Y así, día tras día, tú soñando….
gritando al mundo que era a ti ese gozo
igual que lo es el pan para el hambriento!
Cuanta paciencia, esperando, esperando.
Pero la muerte inauguró el sollozo
en la última página del cuento.
Quilile: Los poetas sentimos
como nadie los desgarros de los seres más
queridos. El tuyo me corre por las venas.
¡Siempre a tu lado!
¡A vuestro lado, en el recuerdo!
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Según me recuerda nuestra amiga Luli, en esa misma casa también residieron Luso (D. Luis) y Dª. Emilia (ver fotografía), cuando en los bajos lo hacían Dª. Ricarda e Ilde, el barbero.
Una de las parejas más guapas del pueblo, y no solo externamente, Dª. Emilia y D. Luis en 1950, quienes fueron residentes unos años en la Calle Santa María. Archivo familiar.
El cautivador tramo de la calle Santa María, al que nos hemos referido, durante las fiestas de San Roque de 2012. En este caso nos percatamos del ambiente festivo, con romanos incluidos, con la gente dirigiéndose a la plaza del mismo nombre para echarse un baile, entre ellos a la entrañable y querida pareja formada por D. Manuel (Cacahués) y Dª. Daisy, felizmente reunidos en el otro lado. A la izquierda la casa donde vivió la gran poetisa cacabelense Dª. Manolita López, actual casa de Nieves González y, a la derecha, en primer plano, donde todavía viven las entrañables Quilile y Chola.
Continuará………………
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