EN BUSCA DEL TIEMPO
PERDIDO
Por Antonio Esteban
Permítaseme tomar prestado a Marcel Proust el título genérico
de una de sus obras. Me pareció oportuno porque ellas eran jóvenes, tenían la
juventud por bandera y la luz de los quince
-o dieciséis o diecisiete años-
encendida en la mirada y, además, esperaban, porque a esa edad siempre
se espera lo mejor y ellas, naturalmente, esperaban lo mejor de la vida. Esperaban,
como no podía ser por menos, al príncipe azul que las haría cabalgar a lomos de
su corcel blanco para llevarlas al país de las maravillas.
Lo que ocurre es que los príncipes azules casi nunca pasan
cerca de las jóvenes ilusionadas. Lo hacen, dicen los cuentos de hadas, cerca
de los castillos desde sus propios palacios que es en donde esperan las
princesitas de verdad. Pero la ilusión no se pierde. Está ahí, aunque los príncipes
no siempre se detengan y, a veces, pasen de largo. Tampoco importa mucho.
Habrá, seguramente, otros príncipes que quizá no tengan sangre azul, pero que
se detendrá; se bajarán del caballo; las subirán a la grupa y las llevarán al
altar.
Eso, al menos es lo que esperaban las tres mozas
elegantemente vestidas, una de ellas incluso con cintura de avispa que era lo que se llevaba en aquellos tiempos.
Ahí las tienen rozagantes, elegantes y vivas. Como ayer.
Manolita López, sobrina de Gemiro, el Polo, María Elena, la
hija de Vicente y de Isolina y Gutis, la mamá de Emilio.
Una foto de ayer que, seguramente, pondrá sonrisa de
nostalgia en los rostros de las tres mozas de la villa, cuando se contemplen
como en un espejo sin azogue. La vida tiene siempre estas sorpresa:. verse,
años después, tal y como eran.
No hay comentarios :
Publicar un comentario