TODO
CAMBIA / NADA CAMBIA
Por Antonio Esteban
Les voy a confesar un
secreto inconfesable. Claro que, si fuera inconfesable, no lo confesaría. En
todo caso es un secreto y, si son capaces de guardarlo, guárdenmelo.
Esta mañana me levanté
inspirado -la inspiración llega en
cualquier momento- y comencé a escribir
un relato para enviar a un conocido certamen literario llamado LA
SONRISA VERTICAL.
En el concurso únicamente
pueden concursar -valga la redundancia-
relatos sicalípticos, palabra cuyo
significado no explico para que consulten el Diccionario. Y ahí está el
secreto: en la palabra sicalíptico.
El relato cuenta la
historia de un joven escritor -no soy
yo- obsesionado por la letra “v”.
Y, en eso andaba, cuando recordé que no había preparado mi artículo
semanal para el blog, un blog que
tantas alegrías literarias me proporciona. Inmediatamente abandoné el relato;
busqué en el archivo una foto y escribí el texto que ahora están leyendo: TODO CAMBIA / NADA CAMBIA.
El Cúa, por ejemplo, no
cambia. Sigue discurriendo manso o bravo bajo la puente, desde hace siglos.
Elita, sin embargo, ha cambiado y Esmeralda ha cambiado y Lucía, la hija de
Esmeralda, ha cambiado.
A veces se cambia para
bien y, a veces se cambia para mal. Y, en ocasiones, únicamente se cambia. Ni
para bien ni para mal. Se cambia.
No hago más
circunloquios. Los dejo con una hermosa fotografía en color sepia, de ayer, y
retomo el relato que comienza así: “Conocí
a Virginia Vasconcelos Voces, violinista de Vigo, vieja, voluminosa y virgen en
Vitigudino…”.
Un relato en el que prima
la letra “v”.
Los escritores, a veces,
somos así de retorcidos.
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