UN
BANCO, UN JARDÍN Y LAS MISMAS MOZAS DE SIEMPRE
Por Antonio Esteban
Las mismas mozas, sí, a las que hay que añadir a Gelines, la “Corina”, a la izquierda del grupo, con gabardina y lacitos blancos en el pelo que, a buen seguro, había colocado, amorosamente, aquella mañana, Dulcinia, su madre.
Las mismas mozas, sí, a las que hay que añadir a Gelines, la “Corina”, a la izquierda del grupo, con gabardina y lacitos blancos en el pelo que, a buen seguro, había colocado, amorosamente, aquella mañana, Dulcinia, su madre.
También las mamás de las
otras niñas habían colocado lacitos en el pelo e sus hijas. Era la moda y a
todas las mamás del mundo les gustaba que sus hijos /hijas fueran a la moda.
Hoy, sin embargo, son los hijos/hijas quienes imponen la moda, su propia moda,
a veces en contra de la voluntad de las mamás.
También el banco es
protagonista de nuestra historia, una historia que estamos contando, semana a
semana. Es el mismo banco en el que siguen sentándose las hijas de aquellas
mamás de entonces y el jardín es el mismo jardín en el que los magnolios
comenzaban a despuntar y aún no eran habitados por los cuclillos que desgranan
hoy su monótono cu-cucú cu- cucú.
Ellas son las mismas
mozas de otras fotografías que se dejaban fotografiar -valga la
redundancia- por Quico o por Isidro,
cronistas de la vida local que, igualmente, fotografiaban a las chicas en el
jardín, que subidas a las bolas -¡qué horrible palabra…¡- construidas por José Quiroga.
Esas mozas eran Marujina,
la hija de don Camilo, Nice Cela que nos cedió la foto y Mary Carmen, la de
Indalecio, arriba, y Milagritos que fue mi bailadora un día de Pascua y que era
sobrina de don Andrés, el Valenciano, Ana Mary Bastida y Marisa Palacios.
O sea, más o menos, todo
igual a hoy: banco, magnolios y mozas.
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