LA
VERDADERA HISTORIA DE JOSÉ QUIROGA GARCÍA (I)
Por Antonio Esteban González
La
habitación es tranquila y acogedora. La luz del sol entra, tamizada, por una
persiana corrida a medias y, también, amortiguados, los ruidos de la calle.
Hay dos
cómodos sillones frente a un televisor apagada. Muchas cintas de vídeo y algún
libro. Y cuadros por las paredes. Es la casa de Pepín Quiroga Vega, hijo de
José Quiroga García y nieto de Ricardo Quiroga López. Su padre, José Quiroga
García era contratista y esta es parte de su historia.
Yo tenía
ganas de charlar con Pepe, entre otras cosas, porque su conversación es amena y
puede hablar, con conocimiento de causa, de plantas medicinales, tema que me
apasiona o de fotografías, pero en esta ocasión quería que me contase algo
sobre la vida de su padre, alguna de cuyas obras aún puede verse en Ponferrada
o en el cementerio de Villafranca del Bierzo.
La vida
de José Quiroga García podría llenar un libro y puede ser tan interesante, para
nuestros lectores como aquellos capítulos que escribí aquí sobre Juan José Domínguez,
el falangista ejecutado por Franco o la pequeña historia de Burgueño.
-Pues, sí, - dice Pepe- en Ponferrada
aún hay obras hechas por mi padre que se conservan en muy buen estado, como el
Club de Tenis.
Hace una pequeña pausa y ahuyenta una mosca
impertinente que nos sobrevuela.
-Mi padre aprendió el oficio desde pequeño,
con mi abuelo Ricardo, que le obligaba a subir calderetas de masa a la torre de
la Iglesia donde trabajaba con el señor Valín. Tenía ocho años. Así aprendió el
valor del trabajo.
Pepe es
un hombre tranquilo que se toma su tiempo para hablar y yo soy persona que
gusta de escuchar, así que dejo que hable y se tome su tiempo para acumular
recuerdos.
-Andando el tiempo y por motivos que ahora
no interesan, mi padre, que había aprendido el oficio trabajando duro, decidió
emigrar a Uruguay y, más concretamente a Montevideo, entre otras cosas porque
en España se cobraba poco. Sudamérica lo acogió
-como acogió a otros muchos- con
los brazos abiertos. Allí, en la capital uruguaya ejerció diversos oficios
siempre relacionados con la albañilería. Llegó a ser encargado general de una
empresa italiana en la que prestaba sus servicios. El gobierno uruguayo, por
aquellos días, encargó a esta empresa una estatua para colocar en la Plaza
Artigas, que es una plaza, aún hoy, muy importante. La estatua era el busto de
un personaje farmacéutico. GENIOL, que es , como si dijésemos, la caricatura de un hombre que, en lugar de pelo, tenía
clavos en la cabeza, significando el dolor, dolor que era eliminado por GENIOL.”
“Un escultor se encargó de la obra, pero la
carcasa que rodeaba la cabeza, al quitarla, destruyó el busto. Los obreros no
supieron cómo hacerlo. Mi padre estaba allí, en la Plaza Artigas y al ver lo
que ocurría dijo: “Eso estaba visto. Así no pueden hacerse las cosas”. El dueño
de la empresa que estaba a su lado oyó el comentario y mirando a Quiroga le
dijo: “¿Quién es usted para decir eso…?”. “Un empleado suyo, un empleado de la
empresa -y añadió- Eso estaba visto. Así no se hacen las
cosas”.
“Hubo un momento de silencio y el italiano,
el empresario, le dijo a mi padre si él era capaz de hacer las cosas bien y mi
padre -dice
Pepe- le dijo que sí. “Pues póngase manos a la obra”. Y mi padre se puso
manos a la obra y pocos meses después el busto de GENIOL lucía en la Plaza
Artigas”.
“El dueño de la empresa, el italiano, tras
inaugurar la obra y delante de todos sus compañeros le dijo: “Muy bien, Quiroga.
Desde ahora queda usted nombrado encargado general de la Empresa con un sueldo
de ocho pesos oro, al mes”.
Esta es
parte de la historia de un hombre hecho a sí mismo
CONTINUARÁ
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