jueves, 20 de septiembre de 2018

Imágenes y recuerdos de Cacabelos (CCCXXI)


Don José Quiroga en sus años mozos


LA VERDADERA HISTORIA DE JOSÉ QUIROGA GARCÍA (I)                   

 Por Antonio Esteban González

La habitación es tranquila y acogedora. La luz del sol entra, tamizada, por una persiana corrida a medias y, también, amortiguados, los ruidos de la calle.

Hay dos cómodos sillones frente a un televisor apagada. Muchas cintas de vídeo y algún libro. Y cuadros por las paredes. Es la casa de Pepín Quiroga Vega, hijo de José Quiroga García y nieto de Ricardo Quiroga López. Su padre, José Quiroga García era contratista y esta es parte de su historia.

Yo tenía ganas de charlar con Pepe, entre otras cosas, porque su conversación es amena y puede hablar, con conocimiento de causa, de plantas medicinales, tema que me apasiona o de fotografías, pero en esta ocasión quería que me contase algo sobre la vida de su padre, alguna de cuyas obras aún puede verse en Ponferrada o en el cementerio de Villafranca del Bierzo.

La vida de José Quiroga García podría llenar un libro y puede ser tan interesante, para nuestros lectores como aquellos capítulos que escribí aquí sobre Juan José Domínguez, el falangista ejecutado por Franco o la pequeña historia de Burgueño.

-Pues, sí, - dice Pepe-   en Ponferrada aún hay obras hechas por mi padre que se conservan en muy buen estado, como el Club de Tenis.

 Hace una pequeña pausa y ahuyenta una mosca impertinente que nos sobrevuela.

-Mi padre aprendió el oficio desde pequeño, con mi abuelo Ricardo, que le obligaba a subir calderetas de masa a la torre de la Iglesia donde trabajaba con el señor Valín. Tenía ocho años. Así aprendió el valor del trabajo.

Pepe es un hombre tranquilo que se toma su tiempo para hablar y yo soy persona que gusta de escuchar, así que dejo que hable y se tome su tiempo para acumular recuerdos.
-Andando el tiempo y por motivos que ahora no interesan, mi padre, que había aprendido el oficio trabajando duro, decidió emigrar a Uruguay y, más concretamente a Montevideo, entre otras cosas porque en España se cobraba poco. Sudamérica lo acogió  -como acogió a otros muchos-  con los brazos abiertos. Allí, en la capital uruguaya ejerció diversos oficios siempre relacionados con la albañilería. Llegó a ser encargado general de una empresa italiana en la que prestaba sus servicios. El gobierno uruguayo, por aquellos días, encargó a esta empresa una estatua para colocar en la Plaza Artigas, que es una plaza, aún hoy, muy importante. La estatua era el busto de un personaje farmacéutico. GENIOL, que es , como si dijésemos, la caricatura  de un hombre que, en lugar de pelo, tenía clavos en la cabeza, significando el dolor, dolor que era eliminado por GENIOL.”


“Un escultor se encargó de la obra, pero la carcasa que rodeaba la cabeza, al quitarla, destruyó el busto. Los obreros no supieron cómo hacerlo. Mi padre estaba allí, en la Plaza Artigas y al ver lo que ocurría dijo: “Eso estaba visto. Así no pueden hacerse las cosas”. El dueño de la empresa que estaba a su lado oyó el comentario y mirando a Quiroga le dijo: “¿Quién es usted para decir eso…?”. “Un empleado suyo, un empleado de la empresa -y añadió-   Eso estaba visto. Así no se hacen las cosas”.

“Hubo un momento de silencio y el italiano, el empresario, le dijo a mi padre si él era capaz de hacer las cosas bien y mi padre  -dice Pepe-   le dijo que sí. “Pues póngase manos a la obra”. Y mi padre se puso manos a la obra y pocos meses después el busto de GENIOL lucía en la Plaza Artigas”.

“El dueño de la empresa, el italiano, tras inaugurar la obra y delante de todos sus compañeros le dijo: “Muy bien, Quiroga. Desde ahora queda usted nombrado encargado general de la Empresa con un sueldo de ocho pesos oro, al mes”.

Esta es parte de la historia de un hombre hecho a sí mismo
CONTINUARÁ

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