LA
PEQUEÑA HISTORIA DE LA FAMILIA BURGUEÑO (I)
Por Antonio Esteban González
Julio Moyano llegó a
nuestra villa desde una tierra relativamente lejana -o cercana, según- llena de elevadas y arriscadas cumbres sobre
los que dijo Jovellanos, con su lenguaje relamido “que las subidas no son ponderables
por su aspereza, altura y fragosidad”. Hablo de los valles del río Pas en
Cantabria. Lo que quiere decir que el hombre cuya historia contamos, era pasiego
y descendiente de uno de los llamados “pueblos malditos” de España como eran
los vaqueiros de alzada, maragatos, agotes y pasiegos.
Moyano bajó a la meseta
atravesando uno de los pasos que unen aquellas tierras con Burgos y la meseta
castellana: Lunada, La Sía o Estacas de Trueba y se afinc en Cacabelos en donde
comenzó a trabajar como dependiente en el comercio de Burgueño que lo contrató
porque sabía que los pasiegos solían triunfar en los negocios que emprendían.
(La paquetería y tejidos de Burgueño era, por aquel entonces, según “El
Templario”, un periódico que se editó durante algún tiempo en Cacabelos, “uno
de los comercios más importantes de la provincia, sino el que más).
Rosario, la hija de
Burgueño -la dama vestida de negro en la fotografía- se enamoró del mozo y lo llevó al altar. De
la unión nacieron cuatro varones -Julio,
Ignacio, Roberto y Juanito- y dos
hembras: Charo y Emilia.
Moyano dirigió, hábilmente,
los negocios de su suegro que confiaba plenamente en él: la corresponsalía del
Banco Mercantil en donde, sobre todo, se prestaba dinero a interés, la Fábrica
de la Luz, aguas abajo del puente o la paquetería, pero un mal día- al salir del Bar de Aurelio, un vecino de
Quilós, con dos disparos certeros, acabó con su vida. Doña Rosario enviudó y
los hijos se encontraron sin la ayuda de su padre.
La fotografía de esta
semana, sin que el fotógrafo lo pretendiese, es una verdadera obra de arte: la
dama de negro, con un niño vestido de blanco -Roberto- como contraste, se refleja en un cristal
situado a sus espaldas. Están en los soportales en donde hoy se levanta el
“Siglo XIX”.
La dama enlutada -queda dicho- es doña Rosario Burgueño en .una foto de ayer
que nos lleva, en alas del tiempo, a un tiempo sin regreso.
Podéis leer también en este cuaderno
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