"EL PALACIO", TEJIDOS, PAQUETERIA Y
MERCERIA DE ELMO JIMENEZ
Antonio-Esteban González
Antes de abrir una tienda de tejidos en Cacabelos, Elmo Jiménez, -San Elmo: catorce de Abril- enfundado en su guardapolvo gris oscuro, trabajó en Toral como dependiente de comercio en CASA VILA, en donde, además de atender al público, se dedicaba a ordenar los escaparates para que la gente, los domingos, después de misa de doce, se detuviese ante ellos y observase qué novedades había.
En uno de aquellos escaparates, Elmo dibujó, en un cartón, un letrero que decía: "Tenemos lápices para escribir". (Elmo pensaba -supongo que con los lápices uno podía hacer varias cosas: escribir, -naturalmente- dibujar, colocarlos en la oreja como hacían los carpinteros o, sencillamente, ponerlos en el bolsillo superior de la chaqueta. Pero los lápices de CASA VILA, según Elmo, eran, solamente, para escribir).
Después, el protagonista de nuestra pequeña historia, dejó de ser dependiente de comercio en Toral -a los dependientes de comercio, en Madrid, dice el Diccionario de la Lengua Española de don Julio Casares, se les llama horteras- y abrió una mercería en Cacabelos, en la calle que, antes, se llamaba Carretera General o Avenida de José Antonio, no sé, y, más adelante, cuando la democracia se instaló en este país, Avenida de la Constitución.
El comercio de Elmo y de Blanca, su esposa, -EL PALACIO- estaba situado en los bajos de la casa de Pili, la Molinera, al lado de CALZADOS GARNELO, regentados por Adelina, la de Indalecio -a la que se ve en la foto- y de su marido Félix Garnelo y frente a la casa de Noles que tenía un establecimiento de Materiales de Construcción y al lado del Estanco de Esther y Pilar.
Al fondo, a la derecha, la hojalatería de LOBÍN y, más adelante, el camión de Gallego, precisamente en donde hoy se levanta el HOTEL VILLA DE CA CABELOS y, enfrente, la CASA CUARTEL de la GUARDIA CIVIL.
A partir de ahí, a ambos lados de la carretera, árboles, muchos árboles hasta la cuesta del Valín.
Esta semana revivimos, con la ayuda de una foto antigua, el ayer de Cacabelos, un ayer nostálgico del que guardamos, seguramente, emocionado recuerdo.
Antes de abrir una tienda de tejidos en Cacabelos, Elmo Jiménez, -San Elmo: catorce de Abril- enfundado en su guardapolvo gris oscuro, trabajó en Toral como dependiente de comercio en CASA VILA, en donde, además de atender al público, se dedicaba a ordenar los escaparates para que la gente, los domingos, después de misa de doce, se detuviese ante ellos y observase qué novedades había.
En uno de aquellos escaparates, Elmo dibujó, en un cartón, un letrero que decía: "Tenemos lápices para escribir". (Elmo pensaba -supongo que con los lápices uno podía hacer varias cosas: escribir, -naturalmente- dibujar, colocarlos en la oreja como hacían los carpinteros o, sencillamente, ponerlos en el bolsillo superior de la chaqueta. Pero los lápices de CASA VILA, según Elmo, eran, solamente, para escribir).
Después, el protagonista de nuestra pequeña historia, dejó de ser dependiente de comercio en Toral -a los dependientes de comercio, en Madrid, dice el Diccionario de la Lengua Española de don Julio Casares, se les llama horteras- y abrió una mercería en Cacabelos, en la calle que, antes, se llamaba Carretera General o Avenida de José Antonio, no sé, y, más adelante, cuando la democracia se instaló en este país, Avenida de la Constitución.
El comercio de Elmo y de Blanca, su esposa, -EL PALACIO- estaba situado en los bajos de la casa de Pili, la Molinera, al lado de CALZADOS GARNELO, regentados por Adelina, la de Indalecio -a la que se ve en la foto- y de su marido Félix Garnelo y frente a la casa de Noles que tenía un establecimiento de Materiales de Construcción y al lado del Estanco de Esther y Pilar.
Al fondo, a la derecha, la hojalatería de LOBÍN y, más adelante, el camión de Gallego, precisamente en donde hoy se levanta el HOTEL VILLA DE CA CABELOS y, enfrente, la CASA CUARTEL de la GUARDIA CIVIL.
A partir de ahí, a ambos lados de la carretera, árboles, muchos árboles hasta la cuesta del Valín.
Esta semana revivimos, con la ayuda de una foto antigua, el ayer de Cacabelos, un ayer nostálgico del que guardamos, seguramente, emocionado recuerdo.
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