Sobrecogedora imagen del entierro de José Domínguez en el cementerio de Derio |
LA NOCHE MAS CORTA DEL DIA MÁS LARGO (III)
Antonio-Esteban González
"La última noche -escribió Alfredo Amestoy para EL MUNDO, en un artículo que solamente vio, en parte, la luz- fue una noche heroica. La muerte de Juan José Domínguez forma parte del heroísmo de tantos idealistas como produce este país. Fue exactamente igual -metafóricamente hablando- que la muerte de un cenetista ejecutado en Alicante, dieciséis días más tarde".(Según Barberá -Enrique Barberá Tomás, conocido como "Carrasca"- los condenados a muerte solían colocar en el bolsillo superior de la chaqueta un pañuelo blanco para que los Guardias Civiles del pelotón de fusilamiento apuntaran mejor al corazón. El mismo Barberá vistió su mejor pantalón, por estética y colocó el pañuelo en el bolsillo de la americana porque la estética y el buen gusto -escribió a su mujer- deben acompañarnos a la muerte).
Juan José Domínguez, tal vez sin conocer a Barberá, siguió sus principios y vistió su mejor camisa azul y pasó la última noche -la noche más corta de su corta vida- hablando con sus compañeros y con fray Eusebio García de Pesquera, mientras hacía correr, entre sus dedos, las cuentas de un rosario que él mismo había confeccionado con un bramante. Escribió su Testamento-Mensaje a la Posteridad y una última carta a Celia, La Piruchina.
La letra de esta carta es muy similar a la letra de otra carta que la familia conserva en su poder. El pulso es perfecto, aunque los trazos, según un grafólogo, difieren. En la carta escrita poco antes de morir, los rasgos se inclinan a la izquierda, como embargado por un enorme peso y, sin embargo, en la escrita meses antes, desde Algeciras, tienden a la derecha. La firma sigue siendo idéntica: hacia arriba, como era habitual en él.
En esta carta escrita horas antes de su fusilamiento, decía:"Querida Piruchiña: He cumplido un acto de servicio con España y con la Falange y me ha tocado pagarlo en vez de recibir el premio lógico a mis desvelos. Yo te ruego, a ser posible, que te unas en matrimonio con cualquiera de los camaradas del actual cautiverio, que te harán feliz y cuidarán de nuestra pequeña con el mismo celo y cariño que yo pudiera hacerlo".
Piruchina a los diez años con su hermana Amanda y unos amigos en la cuesta de El Valín |
"Esta es mi última voluntad y quiero que estés tranquila porque nos encontraremos en el cielo que sobradamente merecemos"."Muchos besos y abrazos de tu marido que espera el momento en que puedas a él reunirte. Juan José.¡¡¡ Arriba España ¡¡¡.".
(La Piruchina, finalmente , no se unió en matrimonio a ninguno de los compañeros de Juan José sino que casó con Florencio Batista en Cacabelos. Florencio era canario. Llegó a Procurador a Cortes y fue jugador de Fútbol en el Cartagena y el Hércules antes de la Guerra). (Batista inauguró el Campo de El Almarjal en un encuentro contra el Valencia. Era el portero suplente del equipo y actuó como titular por lesión de su compañero. Perdieron por 1-4).
En el Testamento-Mensaje a la Posteridad,
escrito a máquina, dice: "Estoy condenado a muerte y espero
orgulloso y confiado, el momento ansiado de unirme en los luceros a nuestro
JOSE ANTONIO".
"No quiero recordar la monstruosidad de mi sacrificio. Fiel y disciplinado como norma preeminente de la FALANGE, fui testigo de un atentado contra nuestro Jefe Nacional Francisco Franco y respondí con cuanto pude para defender nuestros principios".
"Él, en esos momentos de vacilaciones impropias de la senda que señaló José Antonio, inconsciente, tal vez, se ha unido a nuestros enemigos seculares extranjeros, pero sabrá responder ante Dios y ante la Historia de una debilidad impropia de un general que ostenta la Gran Cruz Laureada de San Fernando y que grabó con letras de oro una etapa de resurrección nacional".
"Juventudes españolas que supisteis con arrojo y valor crear unos corazones capaces de los mayores sacrificios, vigilad a los niños de hoy encauzándolos hacia el yugo y las flechas, signos de unión de una raza que supo morir y vencer ante los enemigos más fuertes del mundo".
"Os pido reivindiquéis mi nombre y sepáis ser como José Antonio, los forjadores de la España Grande y Libre que él soñaba".
Prisión de Larrinaga a las 22 horas y un minuto del día 1 de Septiembre de 1942. ¡¡¡ Arriba España ¡¡¡.
El día cuatro fray Eusebio García de las Pesqueras, que lo asistió en sus últimos momentos, redactó unas cuartillas en las que, al final, escribe: "Querida Mary Celi: a ti, chiquitina de entonces y actual heredera única del hombre que tan ejemplarmente supo morir, dedico este testimonio que tan emocionado escribí a raíz de los sucesos".
E inicia su escrito afirmando que nunca he visto la sonriente dignidad y serena entereza con la que Juan José Domínguez acaba de enfrentarse a la muerte. Su fin ha sido el de un héroe sin jactancias, pero consciente de su dignidad de cristiano, español y falangista.
"En su cara estaba aquella sonrisa que no le abandonó nunca ni siquiera ante el piquete de ejecución. No hubo que rogarle para que se confesara: él espontáneamente lo hizo: "Ya estaba yo en ello. Aunque muera inocente, -dijo- quiero presentarme bien limpio en presencia del Señor".¡ Qué filosofía me enseña el crucifijo...¡. Me siento inspirado y sobre las lecciones que nos da el crucifijo escribiría yo, ahora, todo un libro. Antes me parecía que estaba tranquilo, pero la tranquilidad que tengo ahora sobrepasa cuanto yo podía imaginar. Me siento feliz de que haya sido yo el señalado para ir a la Muerte".
Antes de la Misa sus camaradas fueron despidiéndose de él. Se cuadraban, brazo en alto, y luego lo abrazaban. Juan José los animaba a ser fieles en su servicio a España y en el espíritu de la Falange. A uno que lloraba desconsoladamente, le dijo que aquella debilidad no era digna de quien viste camisa azul. Otro le dijo, al abrazarlo: "Qué grande eres Juan José...¡" y escuchó esta respuesta: "Yo soy muy pequeño, pero no olvidemos el ejemplo de José Antonio".
Acabada la despedida, cada uno se volvió a cuadrar ante él, levantando el brazo y diciéndole: "A tus órdenes".
"No quiero recordar la monstruosidad de mi sacrificio. Fiel y disciplinado como norma preeminente de la FALANGE, fui testigo de un atentado contra nuestro Jefe Nacional Francisco Franco y respondí con cuanto pude para defender nuestros principios".
"Él, en esos momentos de vacilaciones impropias de la senda que señaló José Antonio, inconsciente, tal vez, se ha unido a nuestros enemigos seculares extranjeros, pero sabrá responder ante Dios y ante la Historia de una debilidad impropia de un general que ostenta la Gran Cruz Laureada de San Fernando y que grabó con letras de oro una etapa de resurrección nacional".
"Juventudes españolas que supisteis con arrojo y valor crear unos corazones capaces de los mayores sacrificios, vigilad a los niños de hoy encauzándolos hacia el yugo y las flechas, signos de unión de una raza que supo morir y vencer ante los enemigos más fuertes del mundo".
"Os pido reivindiquéis mi nombre y sepáis ser como José Antonio, los forjadores de la España Grande y Libre que él soñaba".
Prisión de Larrinaga a las 22 horas y un minuto del día 1 de Septiembre de 1942. ¡¡¡ Arriba España ¡¡¡.
El día cuatro fray Eusebio García de las Pesqueras, que lo asistió en sus últimos momentos, redactó unas cuartillas en las que, al final, escribe: "Querida Mary Celi: a ti, chiquitina de entonces y actual heredera única del hombre que tan ejemplarmente supo morir, dedico este testimonio que tan emocionado escribí a raíz de los sucesos".
E inicia su escrito afirmando que nunca he visto la sonriente dignidad y serena entereza con la que Juan José Domínguez acaba de enfrentarse a la muerte. Su fin ha sido el de un héroe sin jactancias, pero consciente de su dignidad de cristiano, español y falangista.
"En su cara estaba aquella sonrisa que no le abandonó nunca ni siquiera ante el piquete de ejecución. No hubo que rogarle para que se confesara: él espontáneamente lo hizo: "Ya estaba yo en ello. Aunque muera inocente, -dijo- quiero presentarme bien limpio en presencia del Señor".¡ Qué filosofía me enseña el crucifijo...¡. Me siento inspirado y sobre las lecciones que nos da el crucifijo escribiría yo, ahora, todo un libro. Antes me parecía que estaba tranquilo, pero la tranquilidad que tengo ahora sobrepasa cuanto yo podía imaginar. Me siento feliz de que haya sido yo el señalado para ir a la Muerte".
Antes de la Misa sus camaradas fueron despidiéndose de él. Se cuadraban, brazo en alto, y luego lo abrazaban. Juan José los animaba a ser fieles en su servicio a España y en el espíritu de la Falange. A uno que lloraba desconsoladamente, le dijo que aquella debilidad no era digna de quien viste camisa azul. Otro le dijo, al abrazarlo: "Qué grande eres Juan José...¡" y escuchó esta respuesta: "Yo soy muy pequeño, pero no olvidemos el ejemplo de José Antonio".
Acabada la despedida, cada uno se volvió a cuadrar ante él, levantando el brazo y diciéndole: "A tus órdenes".
MªCeli junto a la tumba de su padre en Galapagar |
Juan José repetía que se consideraba dichoso de morir tan bien preparado: "Este trance llegaría de todos modos. Es preferible morir bien preparado y dando la vida por una noble causa".
Tomaba el crucifijo y lo contemplaba largo rato. La misa la oyó devotísimamente teniendo en sus manos el crucifijo del que apenas levantaba los ojos.
Acabada la Misa volvió a su sonrisa inalterable pasando el tremendo rato de espera en tranquila conversación.
Solo una ligera nube enturbió su clara serenidad, cuando recordó a su pobre mujercita y a su niña de cuatro meses que no tenían más amparo que él en este mundo y para Celia, la mujer, este fue su último encargo: "Que sea muy buena para que se junte conmigo allá arriba".
Y llegó la hora fatal. Juan José fue abrazando a los oficiales y acompañado solo por nosotros y por cinco compañeros de Bilbao salió por entre dos filas de guardias civiles. Llegados al lugar de la ejecución, recibió la absolución de sus pecados. Luego se levantó, besó el crucifijo y nos abrazó, uno a uno.
Quedó solo al lado del muro, mientras miraba el crucifijo e iba repitiendo las oraciones que yo decía en voz alta. Sonó la descarga y Juan José se desplomó. En el acto estalló el grito:"¡ Juan José Domínguez...¡.¡ Presente...¡ y luego un ¡Arriba España...¡. Nos acercamos enseguida para darle la extremaunción. Yacía en un charco de sangre y recogimos los últimas recuerdos empapados en sangre. Después se le acomodó piadosamente en el suelo con las manos entrelazadas.
No puedo ocultar algo: el convencimiento de tener ya para siempre un magnífico ejemplo en la tierra y un intercesor más en el cielo.
Bilbao, 4 de Setiembre de 1942.
hay historias que impresionan y esta de Juan Jose es sin duda muy didactica, hay que ver lo que hemos ido para atras en lo que expresarse por escrito se refiere
ResponderEliminarLa verdad es que impresiona. Sea cual sea la ideología pocos hombres se encuentran tan íntegros como este.
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