martes, 1 de noviembre de 2011

Los cacabelenses recuerdan a sus difuntos

Una vista parcial del cementerio de Cacabelos

Después de una noche de lluvia y de hallowines asustando por las calles, amaneció un día de Todos los Santos con niebla para convertirse más tarde en una agradable jornada otoñal.
Muchos cacabelenses pasaron por el camposanto para rezar y recordar a sus s difuntos. Durante estos días ha sido un continuo ir y venir de gente para adecentar y decorar las lápidas y los nichos. Este año, y debido al puente, se ha notado un aumento en el número de visitas. Mucho turista suelto que se habrá hecho notar  sobre todo en los establecimientos de hostelería. Estos, imagino, habrán aprovechado bien las jornadas de trabajo.
Tampoco se quedarán mancos los confiteros. La tradición obliga y los parroquianos obedecemos. Es casi una obligación  degustar unos buñuelos que, por cierto, se elaboran de muy buena calidad en Cacabelos.
Capítulo aparte merece el tema floral. Mis recuerdos de infancia y juventud contemplan un cementerio repleto de familias ante las tumbas de sus difuntos esperando la llegada del sacerdote. Éste, revestido con una capa pluvial negra y acompañado de dos monaguillos,  iba recorriendo todo el cementerio. Se detenía frente a cada tumba y rezaba los responsos, tantos como difuntos hubiese enterrados. Mientras, los monaguillos ejecutaban perfectamente el guión establecido: uno sostenía firmemente la cruz parroquial y el otro ofrecía a los presentes la boca abierta de una bolsa, también de tela negra, como la capa, para que fuesen introduciendo en ella las limosnas. Se decía entonces que cuanto más dinero iba cayendo en la bolsa, más responsos iban cayendo a los difuntos. Quizá fuese uno más de los sambenitos que les ponían a los curas.
Las flores siempre estaban presentes. Ramos de crisantemos(los más abundantes), de clavelinas,  de gladiolos o de rosas. Todas las flores de andar por casa; es decir, cultivadas en la casa de cada uno. Aún no conocíamos las floristerías.¡Qué lejos quedaban todavía los tiempos de comprar flores! Cómo imaginar entonces que llegaríamos a tener dos floristerías en el pueblo. Y menos todavía que se llegarían a adornar las tumbas con majestuosos ramos y con  sofisticados centros florales de la más variada gama. A veces hasta uno parece contemplar una competición entre familias o vecinos por tener los ramos más granes y caros.Cosas de eso que llaman progreso, supongo yo. Aunque hay quien justifica o justificaba muy bien el gasto que esto suponía para la economía familiar.
Una convecina nuestra, por desgracia ya fallecida, ante la pequeña reprimenda que una amiga le echaba por haberse gastado una cantidad considerable de pesetas en un ramo para la lápida de su difunto marido, casi se disculpaba:
-¡Mujer! Ahora es lo único que me gasta en el año.
Bien mirado podría ser una razón muy convincente que apenas admitiría más discusión sobre el asunto.
Descansen en Paz

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